Con el auge de los movimientos políticos de extrema derecha, a la par han ido surgiendo discursos pseudocientíficos, sobre todo en redes sociales, que promueven una visión de la salud muy distanciada del conocimiento médico.

Influencers del wellness abundan en Instagram y TikTok, cada vez más jóvenes y con más seguidores. Sus prédicas, casi a nivel de culto, abogan por una vida bucólica, desintoxicada y libre de imposiciones de la industria farmacéutica. Estados Unidos incluso ha alineado su política de salud pública al movimiento de derecha MAHA, o Make America Healthy Again, el que insta abiertamente a desconfiar del sistema de salud tradicional.

La pandemia, con el discurso antivacuna, que cobró la vida de miles de personas, sirvió de escenario para fortalecer a estos grupos anti-derechos en su batalla ideológica por la desestabilización de los sistemas de protección social.

Uno de los principales referentes de esta corriente es Robert F. Kennedy Jr., irónicamente actual Secretario de Salud de los EE. UU., siendo quien más ha promovido la desinformación sobre los efectos de las vacunas (como el vínculo no demostrado con el autismo).

La agenda que hay detrás es poderosa. La privatización total de la salud es el primer punto, debilitando al Estado en su rol de implementador de las políticas públicas en beneficio de la colectividad. Se pudiera hablar, además, de una vuelta al oscurantismo de la Edad Media, cuando la Iglesia restringía la difusión de la ciencia y del conocimiento.

Al mismo tiempo, en medio del bombardeo sin sentido, abundan voces que arremeten contra los derechos sexuales y reproductivos, en particular contra la anticoncepción y el acceso al aborto, y lo hacen desde posturas ultraconservadoras y eugenésicas.

Es cierto que la salud es un negocio, eso no se cuestiona. Que las farmacéuticas y las empresas alimentarias son industrias a las que solo importa el dinero. No obstante, téngase en cuenta que el wellness es también otra industria y que, con sus excepciones, persigue ganancias con filosofías no siempre amparadas por la ciencia (o, si prefieren, por la evidencia).

En suma, estamos ante la presencia de un modelo político y económico deshumanizante que deja la salud, un derecho humano, en manos de la desinformación de las redes sociales, o, peor aún, de tu Apple Watch (si tienes dinero para comprarlo, claro). Ya sabemos quiénes salen favorecidos.

Orlidy Inoa Lazala

Abogada

Soy investigadora y consultora para temas de justicia penal y derechos humanos con enfoque de género. Miembra del Comité de AL y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (CLADEM), desde donde hago incidencia para la prevención del embarazo infantil forzado. En mi tiempo libre escribo haikus y aprendo algo de japonés.

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