El pasado 30 de septiembre, con 12 votos a favor y tres abstenciones de Pakistán, China y Rusia —estos dos últimos con poder de veto—, el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó la Resolución 2793, autorizando el despliegue de la “Fuerza de Represión de Bandas en Haití”, colocando nuevamente a Haití en el foco de atención de la comunidad internacional.

El objetivo central del despliegue de esta fuerza no se reduce a reprimir las pandillas y bandas criminales, sino a abrir un horizonte de paz, seguridad y dignidad para el pueblo haitiano, con la convicción de que este es un fin que debe entenderse como una afirmación de humanidad y de defensa de los derechos humanos. No se trata, por tanto, de una meta definitiva, sino del comienzo de una nueva etapa que exige un mayor compromiso y determinación.

En este contexto, la ayuda internacional ocupa un rol protagónico para demostrar la eficacia del sistema internacional para combatir un desafío hemisférico compartido y una amenaza que desborda las propias fronteras haitianas. No obstante, su implementación presenta múltiples desafíos que responden tanto a la crisis interna en Haití como a las tensiones políticas en República Dominicana, inscritas en la compleja dinámica del sistema internacional.

La experiencia advierte que la presencia internacional no garantiza el éxito por sí solo, ya que para poder instaurar el orden en Haití es necesario que medie la voluntad política de los propios haitianos,

En efecto, la convivencia entre República Dominicana y Haití, dos pueblos con trayectorias históricas distintas, pero unidos en una misma isla, ha oscilado entre la cooperación y la desconfianza, generalmente condicionada más por la confluencia de factores internos que por una visión estratégica de política exterior.

Como bien señalan Álvarez, Silié y Muñiz (2024), la política exterior dominicana hacia Haití se ha visto determinada por dinámicas domésticas, convirtiéndose, en ocasiones, en una extensión de la “política interior en el sentido de articular e imponer una forma de pensar y concebir a Haití a partir de elementos puramente internos”. Así, tanto el régimen migratorio como la seguridad fronteriza, han estado guiadas por un fuerte factor ideológico que históricamente ha sido utilizado para “cohesionar políticamente el país” (Álvarez, Silié y Muñiz, 2004), el cual permanece impreso en el imaginario social dominicano y presenta desafíos para la construcción de una política exterior coherente y sostenible hacia Haití.

En vista de esto, se demuestra que la política exterior emerge de la interacción entre factores internos y externos (Rosenau, 1971). En el caso dominicano, las expectativas e intereses de los actores sociales, políticos y económicos se entrelazan con las exigencias del sistema internacional , dando lugar a una política exterior que busca armonizar las demandas internas con las externas

En esta línea, puede argumentarse que los Estados actúan a partir de las ideas que tienen de sí mismos y de los demás (Wendt, 1992). Por lo tanto, sus valores, creencias e identidades narrativas internas determinan cómo se definen las amenazas y prioridades, configurando así su propia jerarquía de intereses.

El colapso del Estado haitiano y la expansión de bandas criminales —consideradas como organizaciones terroristas tanto por nuestro país como por los Estados Unidos— deben verse por la sociedad dominicana desde una doble perspectiva: por un lado, como un asunto de seguridad nacional que constituye un riesgo de delitos en la zona fronteriza; por otro, como una crisis humanitaria que llama a la conciencia colectiva y exige respuestas en defensa de la vida y los derechos humanos.

El pasado 2 de octubre, durante la actualización oral del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Volker Türk, ante el Consejo de Derechos Humanos, se reveló que más de 16.000 personas han sido asesinadas y alrededor de 7.000 han resultado heridas en hechos de violencia armada desde el 1 de enero de 2022. Destacó, además, que los asesinatos, violaciones y secuestros continúan utilizándose como instrumentos de sometimiento contra las comunidades haitianas, mientras que aproximadamente 1,3 millones de personas —la mitad de ellas niños y niñas—han tenido que abandonar sus hogares.

Justamente en este contexto, la política exterior dominicana, liderada por el presidente Luis Abinader y ejecutada por el canciller Roberto Álvarez, ha desplegado una ofensiva diplomática enfocada en la movilización de apoyo internacional para hacer frente a la crisis haitiana. Desde luego, como expresó el presidente Abinader en la Asamblea General de la ONU: “no podemos ni debemos cargar solos con el peso de una crisis que desborda cualquier capacidad nacional”, recordando que la única salida viable para Haití es “una acción internacional coherente y sostenida”.

Esta visión ha sido respaldada por los expresidentes Danilo Medina, Leonel Fernández e Hipólito Mejía, quienes el pasado 14 de mayo protagonizaron un encuentro histórico para tratar la crisis haitiana. Este diálogo dio nacimiento a un consenso nacional entre las principales fuerzas políticas dominicanas, logrando materializar la firma de cartas conjuntas dirigidas a los gobiernos de los Estados miembros del Consejo de Seguridad, exigiendo acción frente a la crisis haitiana. Esto se constituye no como una decisión partidaria del gobierno actual, sino que marca un esfuerzo nacional sostenido y una visión de Estado.

A partir de esto, el éxito de la diplomacia dominicana radica en haber logrado articular nuestra política exterior con los propios esfuerzos de diversos actores internacionales, en el que se destaca principalmente la OEA, la ONU, CARICOM y los Estados Unidos. Esto, a su vez, hizo posible la abstención de China y Rusia —ambos con poder de veto— en la votación del Consejo de Seguridad.

Los incansables esfuerzos de la diplomacia dominicana, que en su momento condujeron a la creación de la Misión Multinacional de Apoyo a la Seguridad (MSS), alcanzan hoy un nuevo avance con su transformación en una misión más contundente con la creación de la “Fuerza de Represión de Bandas en Haití”. Desde luego, con la Resolución 2793, amparada en el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, la comunidad internacional da un paso más ambicioso al autorizar una fuerza de 5,550 efectivos destinada a reprimir las bandas criminales y garantizar la estabilidad de Haití, durante un período inicial de 12 meses.

En el caso dominicano, las expectativas e intereses de los actores sociales, políticos y económicos se entrelazan con las exigencias del sistema internacional , dando lugar a una política exterior que busca armonizar las demandas internas con las externas

Este acontecimiento representa un punto de inflexión en la diplomacia dominicana, al dejar atrás el tradicional enfoque de una política exterior neutral y reactiva, demostrando que nuestro país sí posee capacidad de acción e influencia dentro de la comunidad internacional. Reafirmando, a su vez, la importancia de que la situación de seguridad en Haití sea reconocida como un asunto central de la agenda internacional.

De igual manera, esta resolución ofrece a las Naciones Unidas la oportunidad de reafirmar su legitimidad y renovar la confianza internacional, haciendo frente a las críticas acumuladas sobre su eficacia. No obstante, la experiencia advierte que la presencia internacional no garantiza el éxito por sí solo, ya que para poder instaurar el orden en Haití es necesario que medie la voluntad política de los propios haitianos, que logre generar un consenso nacional y allane el camino hacia elecciones democráticas. Pero, para poder alcanzar este fin, es imprescindible recuperar el control del territorio haitiano y garantizar condiciones mínimas de seguridad.

En consecuencia, si bien esta resolución representa un hito diplomático para nuestro país, el camino por recorrer todavía exige aún más firmeza y vigilancia.

BIBLIOGRAFÍA

  • Álvarez, R., Silié, R. y Muñiz, A. (2024). La diplomacia dominicana ante la crisis haitiana 2020-2024. Discursos y otros escritos clave. Ministerio de Relaciones Exteriores de República Dominicana (MIREX).
  • Rosenau, J. N. (1966). International politics and foreign policy: A reader in research and theory. Free Press.
  • Wendt, A. (1992). Anarchy is what states make of it: The social construction of power politics. International Organization, 46(2), 391–425. https://doi.org/10.1017/S0020818300027764