Tingola puede tener varios significados dependiendo del contexto. En República Dominicana, se trata de una broma pesada. Consiste en invitar a alguien a mirar hacia arriba —con cualquier pretexto— para luego propinarle un golpe en la garganta con el dedo índice o el medio, doblado contra el pulgar para aumentar su fuerza. Una travesura que, dependiendo del nivel de maldad, puede terminar causando dolor o algo peor.

Ese gesto infantil de distracción tiene hoy su versión digital mucho más sutil, pero igualmente dañina o posiblemente peor. La sociedad entera parece entretenida con el golpe invisible de una “tingola” mediática: mirar hacia donde alguien quiere, distraerse con lo banal, mientras lo verdaderamente importante y útil ocurre fuera del foco que estamos usando.

La distracción elevada a espectáculo

El francés Guy Debord y el peruano Mario Vargas Llosa, en épocas y contextos diferentes, cada uno con su enfoque, nos lo advirtieron hace mucho tiempo. En "La sociedad del espectáculo" (1967) y "La civilización del espectáculo" (2011), Debord y Vargas Llosa critican la mercantilización de la cultura y la sustitución de la realidad por imágenes. Ambos concluyen que el espectáculo degrada la experiencia humana.

Hoy vivimos en una era donde el entretenimiento domina la conversación pública. Miles de personas se sumergen cada día en contenido “viral”, en una especie de “recreo” interminable.

Pero mientras tanto, el Foro de Davos —sí, ese espacio donde se anticipan las grandes transformaciones globales— advierte sobre un futuro laboral que ya está aquí.

¿Quién presta atención? ¿Cuántos reparan en lo que se vaticina como inevitable? ¿Puede una sociedad prosperar en la nueva economía si tanta gente elige enfocarse en las pantallas que entretienen y desvían de lo esencial, en lugar de prepararse para buscar la orientación que ayude a modelar o por lo menos a “sacar cierto partido” al futuro? ¿Cuántos se están preparando para adaptarse?

El futuro no espera: ya está en marcha

Según el Future of Jobs Report 2025 del Foro Económico Mundial, el 86% de los empleadores espera que la inteligencia artificial (IA) y las tecnologías de procesamiento de información transformen sus negocios antes de 2030.

Se dice que esa transformación generará una rotación masiva: se crearán nuevos empleos equivalentes al 14% de la fuerza laboral actual (unos 170 millones de puestos), pero se desplazará el 8% (92 millones). Es decir, el tren avanza, pero no todos subirán a tiempo.

Algunos gobiernos y corporaciones -que no están distraídos sino concentrados en lo esencial- lo saben muy bien. OpenAI, creadora de ChatGPT, acaba de firmar un acuerdo de 38 mil millones de dólares con Amazon Web Services (AWS) para expandir su infraestructura. Microsoft, por su parte, invierte miles de millones en Emiratos Árabes Unidos con el propósito de posicionar a ese país como potencia tecnológica global.

Prepararse o quedarse fuera del juego

Cuando termine el “recreo” digital, quienes hayan invertido su tiempo solo en entretenimiento corren el riesgo de quedarse fuera.

El nuevo mercado laboral exige habilidades cognitivas avanzadas: pensamiento analítico, alfabetización tecnológica, resiliencia y flexibilidad. Siete de cada diez empresas lo consideran el requisito básico de entrada.

Entonces muchos se quejarán: “ahora no puede uno ni divertirse”, dirán. Para esa gente vale advertir: es que la distracción también puede ser una manera de golpear. Pero lo hace en silencio o de manera muy disimulada.

Visto eso, está muy bien divertirse. De hecho, la vida es hermosa y debe disfrutarse. Pero el foco y la disciplina son hoy el nuevo pasaporte hacia la prosperidad.

Es que el viejo “juego” de la tingola puede haberse transformado, pero sigue vigente en espíritu: distraer al otro para golpearlo cuando menos lo espera.

Dos preguntas finales: ¿Será tingola lo que seguiremos jugando? ¿O preferimos aprender a jugar mejor?

Néstor Estévez

Comunicador

Agrega valor desde la comunicación como maestro de ceremonias, consultor, voz orientadora en diversos formatos, capacitando en habilidades comunicacionales y como animador sociocultural. Cuenta con dos licenciaturas (Comunicación y Educación), dos maestrías (Diplomacia y Derecho Internacional, y Dirección y Gestión Pública Local, con énfasis en Proyectos de Desarrollo Local), así como con formación en otras áreas del saber.

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