En la trampa que se cae con Félix Betances es la del don de gente que posee, y para ser coherente con lo ante planteado, así es su poesía. Se ve inofensiva, comenzando por el título de los poemarios escritos, para luego convertirse en un drama personal con fuego lento, para que su cocimiento sea de igual manera.

Su poesía encierra el drama cotidiano de su tiempo; al estar exenta de juego, de ironía, de pose (en su estructura). Se hace lenta tanto para la lectura como para identificarse con ella. Poesía para ser degustada, Como el que la escribe.

Callado. Sonriente. Amigo.  Amante de la tierra y sus frutos como el buen poeta que le devolverá a la tierra lo que la tierra le dio.

Hijo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y del Taller literario: “César Vallejo”. Ahí nació el poeta, empezando a compartir la amistad y desvelo con otros poetas, cada quien a su manera por la poesía y la vida. En mi caso, a veces me he lamentado de que no nos vemos con la frecuencia de antes. Que no nos veamos como antes, tiene su explicación en el tiempo. He sido cruel ante una ausencia prolongada:

“¿Qué hay, mi ex amigo?” Se sonríe y ahí termina como quiero zarandearlo.

El poeta canta a su drama personal, tiene la poesía como conocimiento de todo lo que le atañe al hombre. En sus inicios escribió un poema que gustaba mucho y que no ha recogido en ningún libro: uno dedicado a Jacques Viau Renaud. “Cabarga, cabarga viejo Jacques”. Era su comienzo. La sensibilidad, por temas, lo social y lo cotidiano variados y complejos por la naturaleza emocional del autor.

Ahora estamos viejos. Lo digo porque mi amigo Félix Betances le gusta referirse mucho a la vejez, como si fuera el final de una partida de Ajedrez. En su poesía, los diálogos de la vida, son temas recurrentes, al igual que una pizca de erotismo como su personalidad y su poesía evocativa, de hallazgos, de una vena sangrante, no de chorros sino de gota a gota. Pero también de esa manera uno se desangra.

Si a algo hay que acostumbrarse cuando se escribe poesía es al silencio cada vez más profundo que se crea alrededor del poeta y su obra. Los dos envueltos en una nebulosa. A este tiempo nuestro que vivimos, saturado de poesía que dicen ser sin serlo, todo se va con la claridad del día. La poesía hay que sentirla y leerla como cuando un envase se llena de a poco. La poesía fluye mucho antes de encender la luz, o declarar oscuridad por decreto.

Betances es autor de seis libros de poesías a lo calladito; Volar a través del día (1998); Ceguera del instante (2004); Espejismo del sueño (2008); Alucinación de la mirada (2012); Metáfora del deseo (2016) y Detrás de la nostalgia (2025), esté último fue escrito entre 2014 y 2018 e impreso en la editora Búho, 2025. Todos publicados con margen de tiempo considerable, que es grato a la poesía y sus lectores.

Félix Betances no es dado a hacer bulla a su alrededor con sus publicaciones. Lo hace y ya, aunque no se crea, no pasa desapercibido. Así es como funciona la poesía: calladamente va ganando su espacio en el olvido que crea para el que la escribe, con el protagonismo del trabajo realizado.

Lo que más llama la atención de su poesía es que cada libro busca su propio equilibrio, si no se les presta la atención debida, es porque nadie tiene tiempo para detenerse en la poesía del otro poeta, a veces, ni a las que ellos mismos escriben.

Lo mejor de todo esto es que Félix Betances no le hace falta. Vive ajeno al mundillo literario. Ni a los que antes veía con frecuencia, ya ni los ve, hasta podría contarme entre ellos. No niego que cuando lo pienso me duele, pero como cada día pienso menos y siento más, doy como un hecho lógico que aquellos que estuvieron por mucho tiempo juntos, hoy estén lejos, aunque vivan enfrente, en la misma calle y supuestamente hablen el mismo idioma. Lo que importa, es que se sigue escribiendo. Siempre el día siguiente estará para encontrar lectores que las lean como se lee la poesía, es decir, con la prisa de su tiempo, y hasta con sus prejuicios.

Un poeta no necesariamente necesita el reconocimiento de sus contemporáneos, incluyendo sus propios colegas de la escritura. El olvido es un hacha bien afilada. Alcanza hasta la sombra. Mañana podría ser el descubrimiento espiritual del lector al que se le ha salvado el día con el encuentro con un poema. Espero que eso suceda con Félix Betances y este nuevo libro recién publicado, o con las ya publicados, mientras tanto es Detrás de la nostalgia, que importa. ¿Es nostalgia a lo Marcel Proust de su célebre saga narrativa o de la muerte de experiencias vividas o ficticias por el autor? El lector está ahí para dar con ellas. De que hay ciertos desprendimientos interior, fruto de una manera de pensar la vida a la poesía, expresado de manera sentenciosa, fragmentaria, caótica indudablemente que los hay. Es un libro denso, sin esquinas, que divaga dentro de sí mismo, ¿acaso no es la “nostalgia existencial” del autor: “Siento del azul una galaxia de espuma”; otros, dedicado a sí mismo: Siento desgarrar la carne como desamparo/incrustado en las pupilas del ruido” y así fluyendo, fluyendo en una personalidad de nudos de marineros y de los cordones de los zapatos. Es un libro de relectura como todo buen libro de poesía que merezca este nombre.

Amable Mejia

Abogado y escritor

Amable Mejía, 1959. Abogado y escritor. Oriundo de Mons. Nouel, Bonao. Autor de novelas, cuentos y poesía.

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