El pasado 18 de mayo, el Banco Central publicó los datos del Mercado Laboral correspondientes al primer trimestre de 2025, resultados que gatillaron varias conclusiones optimistas. En particular, se hizo énfasis en que la tasa de ocupación, igual a 53.4% fue la más baja desde el tercer trimestre de 2014.

La crítica inmediata fue señalar que el resultado estaba contaminado por el aumento de más de 47,000 empleados públicos (7%) respecto al primer trimestre de 2024. Sin embargo, si se deja de lado al sector público, la tasa de ocupación informal privada de 62.2%, también fue la más baja desde el 2014.

No obstante, centrar la discusión en un dato puntual de una variable que, como la informalidad, se ha movido con muy poca volatilidad en torno a una media muy alta, lo que evidencia un problema estructural, puede conducir a lo que Larry Summers llama, tomando prestada la idea a Freud, “el narcisismo de las pequeñas diferencias”. Es decir, que discusiones obsesivas sobre diferencias mínimas hagan perder de vista el panorama general.

 Hablemos de informalidad privada

En primer lugar, considero oportuno analizar la informalidad privada, es decir, dejar de lado al sector público. ¿Por qué? Porque el empleo público puede distorsionar las conclusiones, ya que no responde a una lógica ni económica ni funcional. La alta volatilidad de las cifras de empleo público así lo evidencia.

Hay trimestres en los que la nómina pública ha aumentado más de 12% respecto al trimestre inmediato anterior (78,000 empleos); y otros en los que ha caído 7% (45,000 empleos). No hay racionalidad económica ni de funcionamiento que pueda justificar estos saltos bruscos. Está claro que el empleo público se mueve con una lógica política.

 Retorno al 2019

Desde el tercer trimestre de 2021, cuando fue 67.4%, la informalidad privada ha seguido  una sostenida tendencia descendente, como muestra la gráfica adjunta. En los últimos tres años, entre 2022 y 2025, ha caído 5.2 puntos porcentuales, a razón de más de 0.4 puntos porcentuales por trimestre, en promedio. ¿Qué ha explicado esta tendencia descendente? La ocupación privada creció 10.1%, pero mientras que la ocupación privada formal creció 27.9%, la informal solo aumentó 1.5%.

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Fuente: elaboración propia con base en BCRD

Dicho esto, pongamos las cosas en perspectiva. En los tres años comprendidos entre 2014 y 2017, de cada 10 ocupados nuevos, redondeando, 7 fueron informales, 2 empleados públicos y solo el restante fue un ocupado formal. El crecimiento de la ocupación fue, sin duda, empujado por el aumento del empleo informal (+ 10.9%).

Por su lado, en los últimos tres años, los comprendidos entre I-2022 y I-2025, de cada 10 ocupados nuevos, redondeando, 1 fue informal, 1 empleado público y los restantes 8 fueron ocupados formales. En este caso, el aumento de la ocupación fue, sin duda, empujado por el crecimiento del empleo formal (+ 27.9%).

Ahora bien, ¿habilita esto a decir que la economía -y, en particular, el mercado laboral- han cambiado y ahora lo que empuja el crecimiento de la ocupación es el empleo formal y, por tanto, la informalidad tiene los días contados? No; al menos, aún no.

Lo que sucede es que la recuperación del empleo post-COVID se dio en base a un fuerte aumento del empleo informal; pero, desde el tercer trimestre del 2021, el mercado laboral se ha ido ajustando y ha regresado a los valores de ocupación informal pre-COVID. En resumen: la tasa de ocupación informal privada al cierre del 2024 (63.1%) fue casi la misma que la observada al cierre del 2019 (63.3%).

Es interesante señalar que entre 2017 y 2019 también hubo un episodio de descenso sostenido de la informalidad. En esos dos años, la ocupación informal privada cayó de 68.2% a 63.3%, a razón de más de 0.8 puntos porcentuales por trimestre, el doble del periodo post-COVID. Nunca sabremos si esta tendencia iba a continuar, porque fue interrumpida por la pandemia.

Un hueso duro de roer

El siguiente cuadro muestra la estructura de la ocupación privada actual y la de diez años atrás, en porcentajes.  Una década después, las fotografías se parecen mucho; los cambios positivos y negativos lucen poco más que marginales. Son buenas noticias que la participación de los asalariados formales haya subido 3.6 puntos porcentuales y la de los patronos y cuentapropistas informales haya caído 2.4 puntos. Pero, a su vez, la participación de los asalariados informales que trabajan en el sector informal subió 1.7 puntos y la de los asalariados informales en el sector formal de la economía es prácticamente la misma (-0.4 puntos).

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Fuente: elaboración propia con base en BCRD

Además, más allá de los números, y sin entrar en una discusión profunda sobre las causas de la informalidad, ¿qué ha cambiado -conceptualmente- en los últimos diez años para que podamos ser optimistas? El modelo de crecimiento económico es el mismo; en particular, no ha habido cambios relevantes en los sectores con mayores tasas de informalidad laboral. La productividad de la economía es baja y decreciente, y la de las pequeñas empresas aún más. Tampoco ha habido cambios significativos en la legislación y regulación laborales, ni en la fiscalización de su cumplimiento. Por el contrario, han aumentado las denuncias de competencia informal (desleal), como la de los empresarios chinos. Nada nuevo bajo el sol.

En conclusión, cinco años después de la irrupción de la COVID, la informalidad laboral ha regresado a los niveles pre-pandemia. Aunque la tendencia descendente de los últimos tres años es auspiciosa y habrá que monitorearla de cerca, no hay que perder de vista que la informalidad -estable en un nivel muy alto e inmune al crecimiento- sigue siendo un problema estructural de la economía, y no se ve, aún no, la solución.

Magín J. Díaz

Ingeniero Industrial

Ingeniero Industrial (INTEC) y Economista especializado en Finanzas Públicas y Macroeconomía egresado de la Universidad de Chicago y de la Pontificia Universidad Católica de Chile. En el ámbito local ha sido Director General de Impuestos Internos, Viceministro de Hacienda y asesor de diversas instituciones estatales como el Ministerio de Economía, la Dirección de Aduanas, la Superintendencia de Bancos y la CDEEE. A nivel internacional ha sido consultor del Banco Interamericano de Desarrollo y del Banco Mundial; y ha trabajado para los Gobiernos de El Salvador, Honduras, Belice y Uruguay en materia de política tributaria, fiscal y macroeconómica. En el ámbito académico ha sido profesor universitario y Director del Departamento de Economía de la PUCMM. Fue Director General de Impuestos Internos (DGII).

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