Hace apenas horas, el ilustre catedrático, profesor meritísimo, Tony Avelino dejó el mundo terrenal para transitar al mundo celestial. Nació en Santo Domingo, República Dominicana, en 1935. Estudió en la Universidad de Santo Domingo (hoy Autónoma-UASD), en la que obtuvo en 1959 el título de Doctor en Derecho. En 1964 ingresó al cuerpo docente de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, de la que fue profesor por 38 años. Primer Director de la Escuela de Ciencias Políticas, 1968, condujo la creación y transición de esta escuela, haciéndola viable y creíble, logrando un escenario de solidez y desarrollo institucional.
Su obra es trascendente en el plano universitario y nacional, al ser parte del Movimiento Renovador que permitió a las capas obreras, campesinas, hijos de amas de casa, lavanderas, trabajadores informales, migrantes, que sus hijos ingresaran a la Universidad Autónoma de Santo Domingo, para obtener una formación de alto nivel, que los habilitara para desempeñarse lo mejor posible a lo largo de la vida.
Como publicista escribió varias obras, algunas de ellas de texto, entre las que se destacan: Curso de Historia del Pensamiento Político (1980-1993); Reflexiones sobre algunas cumbres del pasado ideológico dominicano (1995); El Manifiesto Comunista de 1848 (2000); Martí y Ghandi (2000); La Ilustración Francesa, la Revolución Norteamericana y la Revolución Francesa (2000); La Historia de las Ideas Políticas impartidas para abogados y políticos. Con la coautoría de Carmen Durán Jourdain; Reflexiones sobre la Guerra de la Restauración (2002); El Asesoramiento Pedagógico de los Gobernantes Dominicanos, 1900-1931 (2003); y Hostos, pensador social (2004).
El pensamiento crítico y la docencia comprometida fueron pilares en la vida de Tony Avelino
Sus grandes aportes lo llevaron a ser miembro de la Academia Dominicana de la Historia, de la Academia Dominicana de Ciencias y de la Academia Dominicana de Ciencias Políticas; de esta última fue fundador.
El profesor Avelino también fue un erudito y con él se formaron generaciones de abogadas y politólogos. Desde su alma máter se convirtió en un filósofo, escritor, investigador, pensador crítico, que trascendía el aula al dictar sus magistrales cátedras que se constituirían en una parálisis, no solamente en las aulas, sino también en los pasillos de la desbordante Nueva Universidad.
Su legado académico transformó la educación superior y abrió puertas a generaciones marginadas
La universidad entristecida con su partida, sus alumnos más cercanos que compartimos junto a él la docencia, sus charlas socráticas, quedan ancladas en el corazón de lo que fuimos sus discípulos.
Abonado en el camino de los que tienen por norte educar, orientar y transformar, fue legado de vida, sin procurar lauros ni reconocimientos transitorios. El maestro García Ramón ha partido, antes quien reverentemente, –me inclino desde mi alma sollozante ante su cuerpo inerte-, reverenciándolos con la inclinación y el más noble de los recuerdos. Adiós, maestro ilustre, descienda al sepulcro sagrado de cara al sol, como el apóstol José Martí.
Compartir esta nota
