Minerva Mirabal nació en Salcedo, en 1926, en una familia de clase media alta, cuyos padres Don Enrique Mirabal y Doña Mercedes Reyes (Chea) se dedicaron en cuerpo y alma a la crianza de sus cuatro hijas: Patria, Bélgica Adela (Dedé), Minerva y María Teresa. Desde una edad temprana, Minerva demostró poseer un espíritu rebelde pues a los 10 años, manifestó en el colegio su rechazo al régimen de Trujillo. Consciente del riesgo que corría su hija, Don Enrique la retiró de la escuela y la involucró en los negocios familiares. A pesar de la traba educativa, Minerva desarrolló una verdadera vocación por la lectura, con especial afición por los libros de ciencias sociales y políticas, lo que le permitió adquirir una cultura general avanzada. Según su cuñado, Leandro Guzmán, “Minerva Mirabal era de esas mentalidades en las que los propósitos se convierten en metas y avanzan hacia estas por sendas de escollos y de corajes”, tal como se recoge en el capítulo “Doña Coraje Mirabal” de su libro De espigas y fuego.
Esa sentida personalidad, terminó por imponerse, luego de muchos ruegos, en el propósito de concluir sus estudios en el Colegio Inmaculada Concepción, en La Vega, donde obtuvo su diploma de Bachiller en Filosofía y Letras en 1947. En virtud de sus sentimientos antitrujillistas, su padre no le permitió inscribirse en la Universidad para estudiar Derecho debido al peligro que representaba. Trujillo estaba enterado de esos sentimientos hostiles reforzados por el contacto que tuvo Minerva con los jóvenes de la Juventud Democrática en La Vega, cuyas ideas revolucionarias y de izquierda cuestionaban el autoritarismo existente en el país.
En el libro de Juan José Cruz Segura se encuentra recogido el testimonio de Brunilda Soñé, quien servía de enlace informativa como cuadro activo vinculada al Partido Socialista Popular y la Juventud Democrática, en el que reafirmó lo expuesto en el libro de William Galván titulado Minerva Mirabal, historia de una heroína, donde se indica que Minerva “estaba al tanto de todo, recibía, leía y cooperaba pero, haciendo honor a la promesa que le había hecho a su padre de no crearle a la familia problemas adicionales, porque ya políticamente estaban acosados, no obtemperó a hacer compromisos formales”.
Es en ese contexto en el que se produce, la noche del 12 de octubre de 1949, la conversación a la que Dedé Mirabal, en su entrevista con Wendy Santana, le atribuye “la desgracia que cayó sobre su familia” cuando bailando el merengue “Ay… Tana, La Maricutana”, Minerva marcó “cruz y raya” con el déspota. Según la versión de Dedé, Minerva le preguntó por un amigo preso (Pericles Franco) al que Trujillo describió como “el peor comunista que hay en el país”. En su diálogo, Trujillo le preguntó si a ella le gustaba la política, obteniendo como respuesta un seco: “No, no me interesa”. A contrarréplica, Trujillo le dijo “Yo voy a hacer que mis súbditos te conquisten”, Minerva, en claro desafío ripostó: ¿Y si yo los conquisto a ellos?
Por temor a represalias, poco después de terminar la pieza, Minerva, su padre y algunos familiares abandonaron la fiesta en San Cristóbal, en un gesto que no fue del agrado de Trujillo, quien ordenó su arresto en su casa de Ojo de Agua, siendo trasladada al hotel República, como una especie de prisión improvisada que tenía el régimen de Trujillo. Desde allí, la llevaban casi a diario a la Fortaleza Ozama. En 1951, Minerva fue nuevamente arrestada y llevada al hotel Presidente, donde también estuvo detenido su padre. Ambos fueron liberados con la condición de hospedarse en el recién inaugurado hotel «San Cristóbal». Después de superar la resistencia inicial de su padre, Minerva se inscribió en la Facultad de Derecho en 1952.
En otra señal de acoso e intolerancia, Trujillo intervino para impedir su inscripción al año siguiente, lo que la obligó a escribirle una carta pública para poder matricularse siendo esta misiva difundida en los medios nacionales. Durante la década de 1950, la Universidad de Santo Domingo representaba uno de los pocos espacios donde los jóvenes podían intercambiar ideas, analizar la realidad nacional y cuestionar, veladamente el régimen trujillista. Allí, según el historiador Roberto Cassá, ella “brilló como estudiante y ganó la admiración de sus compañeros de carrera, muchos de ellos antitrujillistas. Compartía inquietudes con algunos, aunque con sumo cuidado, ya que la universidad era uno de los lugares que más concitaban la atención de los servicios de espionaje de la dictadura”.
En la universidad, entró en contacto con círculos de pensamiento progresista y con otros jóvenes de Ciudad Trujillo que compartían sus sueños libertarios de ver al pueblo dominicano liberado de la opresión trujillista. Nos dice Juan José Cruz Segura que aparte del soterrado contacto con Brunilda, “es sabido de su amistad con Carmen Natalia Martínez Bonilla y otros luchadores de la época tales como Juan Docoudray, Pericles Franco Ornes, Virgilio Díaz Grullón y otros”. Agrega Cruz Segura que él la conoció cuando se “la presentó personalmente frente a la joyería Di Carlo en la calle El Conde de la capital, el Dr. Ramón Tapia Espinal, quien también terció en las actividades universitarias oposicionistas”.
Durante el curso de sus estudios, Minerva conoció al estudiante de Derecho Manuel Aurelio Tavárez Justo, con quien se casó en 1955, teniendo dos hijos, Minerva Josefina (1956), y Manuel Enrique (1958). En 1957, Minerva presentó su tesis que tituló “El principio de irretroactividad de las leyes y la jurisprudencia dominicana” y se invistió como doctora en Derecho de la Universidad de Santo Domingo, siendo su padrino su propio esposo. De acuerdo con Roberto Cassá, Minerva “se vio obligada a incluir el nombre de Trujillo entre las personas a las que dedicó su disertación. Obtuvo el máximo honor, Summa Cum Laude, pues logró sobresaliente en la tesis y en todas las asignaturas con excepción de dos”.
A juicio del Dr. Cassá, Minerva “no tenía interés en ejercer la profesión, pero graduarse significaba un importante aspecto de su realización. Se resignó a desarrollar su personalidad a través del estudio solitario, lo que le permitió consolidar un nivel cultural al que contadas mujeres dominicanas habían tenido acceso”. En ese orden, la Universidad fue para ella una plataforma para su emancipación no solo política, sino también personal. En un país y una época donde el rol de la mujer estaba subordinado al ámbito doméstico, ella se convirtió en ejemplo de una nueva subjetividad femenina: activa, crítica y participativa. Allí no solo leyó a los clásicos del derecho, sino también, según su biógrafo William Galván, a Fidel, Gorki, Marx y Martí. En los pasillos universitarios, en sus libros y en las conversaciones con sus compañeros de estudio, Minerva fue configurando su visión revolucionaria.
En el plano ideológico, Leandro Guzmán indica que su visión política se apoyaba de manera muy particular en “‘La historia me absolverá’, la denuncia suprema de la violencia dictatorial en América Latina, que había sido el alegato de autodefensa de Fidel Castro frente al tribunal que lo juzgaba por dirigir el asalto al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953”. Agrega Leandro que el discurso del líder cubano “estaba desde tiempos antes en las manos de revolucionarios dominicanos y había empezado a alebrestar conciencias y a apuntalar voluntades. La de Minerva Mirabal, entre otras. Las potencialidades insurreccionales de ese documento y de la ulterior victoria revolucionaria fusionarían para siempre la historia de Cuba con la nuestra”, tal como veremos en la próxima entrega de esta serie sobre Fidel, la FEU y la revolución cubana.
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