Entre los jóvenes que se vincularon a la Juventud Democrática, destacan las figuras sobresalientes de Manolo Tavárez Justo y Minerva Mirabal. Ambos encontraron en esta organización un terreno fértil para forjar sus ideas, fortalecer sus convicciones políticas y se puede afirmar sin temor, que allí establecieron las bases políticas e ideológicas para desarrollar su proyecto revolucionario. Según nos dice Juan José Cruz Segura en su libro Bajo la barbarie “Manolo ingresó en la organización clandestina remanente de la Juventud Democrática de 1946/1947, a través de los compañeros militantes Oscar Torres de Soto, Tomas Pujols Sanabia y Leo Nanita, y otros, procedentes de los comités y células organizadas en el sector de “Intramuros” y “Ciudad Nueva”, de la capital de la República”. De acuerdo con Raúl Pérez Peña, Leo Nanita y Juan José Cruz Segura eran las personas más autorizadas para hablar de Manolo y específicamente sobre “sus primeros pasos en la resistencia contra el trujillato”.
Nacido en Montecristi en 1931, Manolo completó sus estudios secundarios en Santo Domingo en la “Escuela Normal Presidente Trujillo” y posteriormente ingresó a la Universidad de Santo Domingo donde estudió derecho. Desde su infancia, tras su familia esconder a numerosas víctimas de origen haitiano durante la masacre de 1937, Manolo mostró un firme compromiso en la lucha contra las injusticias y una gran sensibilidad hacia las condiciones de opresión de los humildes. Cursando el 4to año del Bachillerato en Filosofía y Letras nos dice Leo Nanita, se les acercó Oscar Torres de Soto para invitarlos a formar parte de un “circulo de estudios sociales y literario” advirtiéndoles que “como están las cosas, eso tiene que ser entre nosotros, no le hables de esto a ninguna otra persona”.
En su paso por la Juventud Democrática se integró a círculos políticos clandestinos, destacándose en las labores de organizar a sus compañeros, siendo el primero en ser incorporado por Manolo en la resistencia contra la dictadura, el Dr. Lisandro Macarrulla. Ese espacio le permitió acceder a un espectro más amplio de ideologías revolucionarias, desde el marxismo hasta el pensamiento humanista cristiano, consolidando una visión de lucha enraizada en la defensa de los derechos humanos y la soberanía nacional. En su relato se establece que tres días después Oscar Torres les entregó tres libros (La madre de Máximo Gorki; El hombre mediocre de José Ingenieros y Fundamentos del Socialismo en Cuba de Blas Roca) indicándoles que tenían “una semana para devolvérselos”. Junto a sus compañeros, nos sigue diciendo Leo, Manolo formó parte de un círculo de estudios en el que se organizaron “tertulias literarias con obras de literatura marcadamente izquierdistas, tales como La Historia del PCUS, Cuestiones del Marxismo Leninismo y otras, y ahí, oí por primera vez “La internacional” que tenía Oscar en su colección de disco”.
Al decir de Juan José Cruz Segura, Manolo “al igual que muchos otros fue vehemente cultivador de principios ideológicos revolucionarios y, afianzándolos, los llevó consigo a través de las sucesivas etapas de su vida: como normalista primero, universitario después; posteriormente profesional y finalmente funcionario del gobierno en su ciudad de origen, Montecristi”. En ese orden, nos dice Roberto Cassá “su sentido militante se fortaleció a raíz de ingresar a la Facultad de Derecho de la Universidad de Santo Domingo, en el año lectivo de 1949-1950. La universidad seguía siendo un hervidero soterrado de antitrujillismo, y Tavárez Justo estableció vínculos políticos con varios de sus compañeros de estudios”.
En ese sentido, su paso por la universidad no fue simplemente un gesto académico; fue la antesala del activismo político que desarrollaría después. Se puede decir que la Universidad lo dotó de herramientas conceptuales, pero también lo enfrentó a los límites de las instituciones jurídicas bajo una tiranía. En efecto, cuenta Leo Nanita que un día fueron a buscar al compañero Tomas Pujols en la Normal a quien se habían llevado detenido”. Agrega que “Manolo y yo nos quedamos de una pieza y algo preocupados, ya que intuíamos que lo ocurrido tenía que ver con la política”. Allí entendió que el derecho, en un Estado sin justicia, era una farsa. El testimonio de Juan José Cruz Segura subraya que Manolo “durante un período de más de doce años corrió los riesgos inherentes a cada etapa de su vida, con relación a sus actividades conspirativas, porque es importante ponderar que no era lo mismo ser “cabeza caliente”, por decirlo así, a los 20 años siendo estudiante, que seguir siendo revolucionario ejerciendo una profesión y, ya maduro ocupando un cargo oficial”. En su dinámica política, nos dice Roberto Cassá “Tavárez Justo repartía (refiriéndose al periódico Grito que circulaba de manera clandestina), ese órgano revolucionario entre compueblanos y llegó a la osadía de colocar algunas de sus hojas en lugares públicos de Montecristi”.
En su obra, Juan José Cruz Segura, quien fuera miembro del Comité Central de la Juventud Democrática, cuenta que durante esa etapa que comprende entre 1947 y 1959, Manolo realizó “una labor subversiva haciendo el papel de corresponsal de la biblioteca ambulante de la Juventud Democrática clandestina para Montecristi y propagador celular de los propósitos revolucionarios en toda la región noroeste y otras del Cibao, a través de sus ulteriores relaciones humanas de toda índole”. Sobre sus cualidades y fibras humanas nos cuenta Leo Nanita que cuando “vino la enfermedad de Don Manuel Tavárez Ramos, padre de Manolo, quien sufrió un derrame cerebral, y éste tuvo que irse a Montecristi para hacerse cargo de los negocios de su padre; ahí se separó momentáneamente de los estudios y vino solamente a examinarse, pero presentó la Tesis de Grado después, razón por la cual no pudo investirse con nuestro grupo el 28 de octubre del 1954, sino el 26 de febrero del año siguiente 1955”. Este detalle lo mantuvo Nanita siempre en su memoria porque “la noche antes de su investidura, él fue a mi casa (había llegado de Montecristi esa misma tarde) y me solicitó que fuera su padrino de investidura, lo cual acepté gustoso y además agradecido por esa prueba de amistad”.
Años antes, estudiando en la universidad, conoció entre 1952-1953 a Minerva Mirabal, quien estaba varios cursos por debajo debido a que en cierto momento se le había impedido ingresar a la universidad por su conocida postura antitrujillista. De este encuentro, del que Leo Nanita fue testigo de excepción, se recuerda que un señor morador de Jarabacoa les dijo: “tengan cuidado con esa muchacha (Minerva), ella está confinada aquí y tiene Jarabacoa por cárcel, por ser enemiga del gobierno”. Desde la perspectiva de Roberto Cassá, en su biografía sobre el líder revolucionario, se establece que “al parecer Tavárez Justo hizo una elección racionalizada de contraer matrimonio con ella”, tal como se lo explicó a su amigo el Dr. Alfredo Parra Beato al indicarle que “había encontrado la mujer ideal, que compartía sus inquietudes políticas y culturales”.
Sobre la personalidad de Manolo, Raúl Pérez Peña coincide con Juan José Cruz Segura quien sobre el futuro líder del 1j4 subraya “su magnetismo personal, su carismática figura y otros atributos afortunados configuraron alrededor de Manolo ese “halo” que, unido a su esfuerzo de luchador experimentaron, lo situaron en ese lugar cimero que muchos le reconocieron, que unos pocos combatieron, que algunos envidiaron y que nadie le ha negado nunca”. En ese orden, es importante retrotraer el recuerdo de Juan José Cruz cuando “en un remoto momento de la lucha por los años cincuenta Virgilio Díaz Grullón, ponderando las referencias y conociendo su trayectoria, aventuró esta frase: “Este muchacho me ha impresionado. Es un líder natural. Pónganle mucha atención que estoy seguro de que va a llegar muy lejos”. ¿Premonición? ¡Ahí está la historia!”.
En ese mismo tenor se expresó su cuñado, el Ing. Leandro Guzmán quien también formó parte de la Juventud Democrática por aquellos años. En su panegírico, Minou Tavárez Mirabal expresó “Tío Leandro tuvo su primera experiencia conspirativa a los 17 años en la Juventud Democrática que era, según él mismo cuenta en su libro De espigas y de fuegos, “una curiosa mezcla de marxistas, católicos y creyentes de otras denominaciones”. Allí coincidió con Manolo Tavárez Justo y al conocerlo tuvo la sensación de que estaba frente a un líder, “por su calma, por su sensatez, por el cuidado con que explicaba cada idea”. Al respecto, consideramos, tal como lo entiende Juan José Cruz Segura, que es “impropio y difícil hablar de Manolo Tavárez sin oír el nombre de Minerva Mirabal”. En esa misma perspectiva se expresó el Dr. Roberto Cassá quien refiriéndose al liderazgo asumido por la pareja sobre “esa generación juvenil de fines de la década de 1950”, señala que el rol jugado por Manolo “no se puede entender ese papel separadamente de Minerva Mirabal, su compañera y “musa”, siguiendo con la expresión empleada por Carlos “Charly” C. Bogaert”. Es por eso por lo que nuestra próxima entrega se la dedicaremos a la heroína de Ojo de agua, Salcedo.
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