Tan temprano como el 1939 salió publicado en Perú un libro titulado La ontología fundamental de Heidegger. Su motivo y significación. Su autor fue Alberto Wagner de Reyna y era profesor de la Universidad Católica del Perú (hoy la Pontificia Universidad Católica del Perú). Fruto de su actividad diplomática (como agregado honorario) por Perú en Alemania a partir del 1935 estudió en la Universidad de Berlín, siendo alumno de Nicolai Hartmann y Romano Guardini, y en la universidad de Friburgo donde fue discípulo de Heidegger. Eso explica que tres años después de la obra de Edith Stein saliera el libro de Wagner de Reyna en América Latina. En la historiografía filosófica peruana este autor es considerado como un destacado pensador adscrito al existencialismo cristiano.

La nota preliminar del libro de Wagner de Reyna la hace Francisco Romero, filósofo argentino, pero nacido en España, cuya familia emigró en la primera década del siglo XX. No solo hace dicha nota, sino que el libro es publicado por la Editorial Losada en Buenos Aires en una serie titulada Biblioteca de Filosofía bajo la dirección de Romero. El hermano de Romero, José Luís Romero, historiador y filósofo es reconocido por su esfuerzo de llevar a América Latina el pensamiento de autores como Dilthey y Ortega y Gasset.

Francisco Romero, esforzándose en contextualizar la obra de Wagner de la Reyna, señala detalles muy importantes sobre los antecedentes del problema que enfrenta Heidegger en Ser y Tiempo. Lo primero es la separación tajante entre el problema del ser y la temporalidad que arrastra la tradición occidental. Por ejemplo, Agustín de Hipona, dice Romero: “El ser se había meditado tradicionalmente purgado de temporalidad; la irracionalidad del tiempo, analizada ya de manera admirable en pasajes famosos de las Confesiones (libro XI} de San Agustín, contribuía a desterrarlo de las metafísicas de la razón”. Tema sensible, para un servidor, que confía en que ese aspecto no afecte (¡y parece que no le afecta!) al actual agustino Obispo de Roma. Recordemos que una de las grandes luces del Concilio Vaticano II fue poner en primer plano los “signos de los tiempos”, que rápidamente fue asumido por el quehacer teológico latinoamericano y presente de manera privilegiada en la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968). Ser y tiempo están profundamente integrados en la reflexión filosófica de la primera mitad del siglo XX, sobre todo a partir de Heidegger y en la reflexión teológica que nace del Concilio Vaticano II a partir de los años 60.

Romero señala las raíces inmediatas de esa vinculación entre los dos conceptos que titulan la obra de Heidegger. “Bergson defiende una temporalidad originaria y Husserl la convierte en uno de los elementos de la conciencia pura sobre la cual todo asienta; ambos mediatizan el tiempo medible, el tiempo homogéneo y especializado, y ponen ante o bajo él un tiempo primario, irreductible, no eliminable. Pero estaba reservado a Heidegger asociar el ser a la temporalidad con plena comprensión y a partir del más hondo estrato metafísico”. Si ese vínculo, tal como lo señalé en el párrafo anterior, impacta profundamente en la teología cristiana, recordemos que la relación espaciotemporal es la clave de la interpretación de Einstein en su Teoría de la Relatividad.

La vinculación de la fenomenología de Husserl con Ser y Tiempo de Heidegger se encuentra delimitada en el mismo libro, en el acápite 7 y lo destaca Romero (Tomo la traducción directa de Jorge Eduardo Rivera en lugar de la de Romero). “Con la pregunta conductora por el sentido del ser, la investigación se encuentra ante la cuestión fundamental de toda filosofía. La forma de tratar esta pregunta es la fenomenológica. Lo que no quiere decir que este tratado (Ser y Tiempo) se adscriba a un "punto de vista" ni a una "corriente" filosófica, ya que la fenomenología no es ninguna de estas cosas, ni podrá serlo jamás, mientras se comprenda a sí misma. La expresión "fenomenología" significa primariamente una concepción metodológica. No caracteriza el qué de los objetos de la investigación filosófica, sino el cómo de ésta”. Esto si es una sutil labor de pinzas de cirujano, ya que Heidegger reconoce su herencia, pero a la vez se distancia de la ruta fenomenológica. Semejante le pasará cuando posteriormente le intenten adscribir al existencialismo (el mismo Wagner es definido como tal), pero Heidegger negará ser parte de dicha escuela.

Romero incluirá en su citación una expresión que aparece pocas líneas después de la cita que acabo de incluir de Ser y Tiempo, y es como un grito de combate de los discípulos de Husserl. “El término "fenomenología" expresa una máxima que puede ser formulada así: "¡a las cosas mismas!" —frente a todas las construcciones en el aire, a los hallazgos fortuitos, frente a la recepción de conceptos sólo aparentemente legitimados, frente a las seudopreguntas que con frecuencia se propagan como "problemas" a través de generaciones”.

"¡A las cosas mismas!". Tarea de Heidegger y de todos los que aprendieron con Husserl a hacer filosofía, pero donde cada cual labró un camino diferente. Esas cosas mismas que en Heidegger siempre son tiempo, son temporales, son temporizadas, valga decir, no existen fuera del tiempo. Avanzamos en Heidegger y seguimos analizando su obra y las perspectivas de autores que tempranamente lo comentan, tales como Stein, Wagner o Romero.

David Álvarez Martín

Filósofo

Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Especialista en filosofía política, ética y filosofía latinoamericana.

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