Algo mas o menos parecido escribió el prócer José Martí para referirse en la vida cotidiana, al peso de las acciones que definen a una persona. Decir algo sin respaldarlo con hechos es como construir un castillo en el aire: puede parecer sólido en apariencia, pero carece de cimientos. Por ello, es fundamental que nuestras acciones reflejen nuestras palabras, pues solo así se gana credibilidad, respeto y confianza.

En primer lugar, la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace es clave para la integridad personal. Una persona que promete ayudar, pero nunca actúa en consecuencia pierde credibilidad. En cambio, aquellos que cumplen sus compromisos, aunque hablen poco, generan confianza y respeto. En cualquier ámbito, ya sea profesional o personal, las acciones hablan más fuerte que las palabras.

Además, la historia nos demuestra que los verdaderos avances, cambios y transformaciones han sido impulsados por hechos, no solo por discursos. Grandes lideres como Vladimir Ivanov Lenin, José Stalin, Fidel Castro, Mahatma Gandhi o Martin Luther King Jr, no solo pronunciaron discursos inspiradores, sino también respaldaron sus palabras con acciones concretas que transformaron sociedades. De igual modo, en la vida cotidiana, las promesas sin acción pierden valor y solo los actos generan un impacto real y social.

Llamar al pueblo a reaccionar políticamente a través de internet puede ser muy fácil para quien lo hace. Y muy cuestionable también. Incluso, puede considerarse altanero, petulante. ¿A título de qué el autor de una nota como esa hace el presente llamado?, Podría preguntarse. Por supuesto, con justa razón. Pero, más allá de esa crítica totalmente pertinente, ¿Por qué no hacer ese llamado?  Por supuesto, si se piensa en cambiar las cosas, en construir una nueva sociedad distinta de la actual, ese llamado debe complementarse con un trabajo político organizativo con las masas que exceda grandemente el ámbito digital, trabajo que se debe hacer con la gente, en el día a día, en el centro de trabajo, de estudio, en la comunidad, en el mercado, en la calle, en fin, donde haya gente.

Los cambios profundos en la realidad político social de la humanidad siempre han sido y siguen siendo así, no puede ser de otra manera, con hechos corporales, llevados adelante por seres de carne y hueso, gente que pide, exige y logra cambios a través de su movilización, y no solo por medio de la virtualidad del internet.

“Que la calle no “se ha dicho”.  Si callamos, nos derrotan. Esa es la historia de la humanidad: luchas, protestas, acciones. Como dijo alguien más o menos: “Los pueblos consiguen derechos cuando van por más, no cuando se adaptan a lo “posible”. “Hay que ir más allá de lo posible; quedarse con el posibilismo es capitular. Ahora bien: si el espacio que abre internet puede servir para desarrollar ideas y propuestas nuevas, alternativas, de impacto para el campo popular, ¿por qué no usarlo? En tal sentido, reiteramos el título de este articulo y tomémoslo bien en serio: ¡Hacer es mejor modo que decir!

El Mundo de hoy sigue siendo de lucha de clase

El mundo, desde que hay clases sociales, cuando se dio un excedente con la agricultura, hace como 10 mil años, está dividido entre los que lo poseen casi todo, y las grandes mayorías que no poseen casi nada. parecería curioso, muy curioso y hasta paradójica condición humana: desde ese momento fundacional de la historia, siempre pequeñas, muy pequeñas élites manejaron y manejan(explotaron/sometieron) a inmensas mayorías. ¿Por qué esas inmensas mayorías no reaccionan?

Asi ha funcionado el mundo en estos milenios, en todas las latitudes y con las distintas modalidades que tomaron nuestras formas de civilización: faraón, Emperador, Rey, Sumó Sacerdote, Huey Tlatoani, Sultán, Zar, mandarín, Sapa Inca, Aristocracia de Sangre Azul, Empresario Burgués, etc. Un pequeño grupo poderoso detenta el poder (económico, político, militar, cultural, religioso) y una amplia mayoría sigue sus dictados y trabaja para engrandecerlos.

Por supuesto, la historia no es estática: hay continuos movimientos, rebeliones, cambios, alzamientos, revoluciones. La historia de la humanidad desde la agricultura en adelante es la historia de la lucha de clases. Eso no ha terminado, pese a que hoy la clase dominante (la clase propietaria: industriales, banqueros, terratenientes, tal como se da en el capitalismo en que vivimos), con armas ideológica-culturales muy bien presentadas, quieran hacernos creer que eso se ha extinguido. Warren Buffett, gran magnate de Wall Street en Estados Unidos, lo dijo sin tapujos: “Por supuesto que hay lucha de clases, pero es mi clase, la clase rica, la que está haciendo la guerra, y la estamos ganando”.

Esa confrontación sigue vigente, al rojo vivo, como dice Tele Mundo, aunque el discurso dominante presente las cosas de tal manera que pretende hacernos creer que ya no hay izquierda y derecha, que la lucha ideológica es algo de un pasado ya superado, que ya no hay conflicto social, mierdas es; si fuera cierto: ¿por qué se mantienen inconmensurables fuerzas represivas con armamentos más sofisticadas para controlar la protesta popular? Hoy día, la represión se da con violencia suprema, sin la menor duda. Pero también con las nuevas armas que las tecnologías modernas permiten desplegar: todo el campo mediático.

Para terminar, y retomando el caso de la necesidad de la acción, muchas veces el exceso de palabras puede convertirse en un refugio para la inacción. Las personas que constantemente prometen, pero nunca cumplen terminan por desgastar su imagen y desmotivar a quienes los rodean. En cambio, aquellos que actúan con consecuencia y determinación, aunque hablen poco, generan cambios tangibles y duraderos.

En conclusión, más allá de las promesas y las intenciones, son los hechos los que verdaderamente importan; por eso la validez de aquel grito de guerra de Rafael Chaljub Mejía, ¡“! ¡Que los hechos les hagan honor a las palabras”! Decir es fácil, pero hacer requiere compromiso y esfuerzo. Si queremos un mundo más honesto y efectivo, debemos asegurarnos de que nuestras acciones estén siempre en sintonía con nuestras palabras. Por eso, hacer es mejor modo que decir.

Julio Disla

Estudió Comunicación Social en Universidad de La Habana, con un posgrado sobre Prensa Internacional en el Instituto Internacional José Martí, en Cuba. También estudió Pedagogía Mención Ciencias Sociales en el Centro Regional Universitario del Noroeste (CURNO), extensión de la UASD. Laboró como periodista en el Nuevo Diario, El Hoy y El Nacional de Ahora. También para los noticieros radia Noti tiempo, Radio Comercial, Acción Informativa, Radio Acción, Santiago y Disco 106, en la capital. Fue director de prensa de la Agrupación Médica del Seguro Social. Ha escrito varios libros; entre ellos De Pueblos y Héroes, Onelio Espaillat, ejemplo de firmeza y Agenda de la Libertad. Reside en Estados Unidos.

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