En tiempos donde se habla de digitalización, inteligencia artificial y big data, muchas entidades dominicanas aún no han dado un paso fundamental: gestionar sus propios datos como un activo estratégico, dejando de verlos como una carga o como una moda, sino como un activo silencioso que, si se gobierna bien, puede transformar la forma en que las organizaciones generan valor.

Lejos de ser un asunto exclusivo de departamentos de tecnología, la gobernanza de datos es hoy un tema multidisciplinario que implica liderazgo empresarial, cultura organizacional y, sobre todo, competitividad.

La gobernanza de datos puede definirse como el conjunto de procesos, políticas y roles que garantizan el uso eficiente, seguro y ético de la información que una organización genera o administra. Su objetivo no es solo almacenar datos, sino organizarlos, depurarlos, darles propósito y convertirlos en conocimiento útil para tomar mejores decisiones de forma eficiente.

Tradicionalmente, los datos se consideraban instrumentos auxiliares de la eficiencia. Hoy, son reconocidos como una forma de poder organizacional. Decidir qué medir, cómo interpretarlo y qué hacer con esa información es una acción política, incluso en el ámbito privado. Algunas corrientes más recientes los entienden como infraestructura esencial: igual que la energía o las carreteras, requieren inversión, mantenimiento, coordinación y regulación. Esta perspectiva resalta que la gobernanza de datos no es un lujo, sino una condición necesaria para la resiliencia institucional.

Sin embargo, en República Dominicana este enfoque aún es incipiente. Son pocas las empresas, también instituciones públicas, que han desarrollado políticas claras de gobernanza o que asignan responsables internos para liderar esta tarea. La consecuencia es clara: se pierden oportunidades de optimización, innovación, trazabilidad y, por tanto, de crecimiento.

¿Qué está en juego?

Las organizaciones que no gestionan bien sus datos enfrentan costos ocultos: desde duplicación de esfuerzos hasta errores evitables, pasando por la incapacidad de anticipar tendencias o justificar decisiones estratégicas ante directivos, inversionistas o clientes. En contraste, las empresas que adoptan una gobernanza robusta ganan agilidad, mejoran sus márgenes y fortalecen su credibilidad, además de aprovechar las tecnologías disponibles de forma eficiente.

Pero más allá de lo operativo, hay una dimensión estructural: una economía basada en evidencia es más resiliente, más transparente y eficiente. Y eso comienza por cada organización, pública o privada, que decide convertir sus datos en una fuente de valor real.

Cinco acciones clave para avanzar:

  1. Nombrar un responsable interno. Esto no se trata de un título, sino de una función transversal que debe estar alineada con la estrategia institucional o del negocio. Toda empresa, sin importar su tamaño, debería tener al menos un responsable claro del manejo y uso estratégico de sus datos.
  2. Clasificar y priorizar la información relevante, en efecto, no toda la data tiene el mismo valor, por lo que es fundamental identificar qué datos generan más impacto y cuales tienen vocación estadística.
  3. Establecer políticas claras sobre calidad, seguridad y uso de datos, esto va desde la protección de información sensible hasta reglas sobre quién puede acceder, interpretar o transformar los datos.
  4. Fomentar una cultura interna basada en evidencia. Los equipos de trabajo deben entender que los datos no son solo un requisito técnico, sino una herramienta para innovar, justificar decisiones y medir resultados, este elemento es clave e implica capacitar al personal, utilizar múltiples herramientas de análisis y premiar decisiones bien fundamentadas.
  5. Alinear esfuerzos con el ecosistema público y académico. La gobernanza de datos se potencia cuando hay interoperabilidad y estándares comunes entre sectores demandantes de la información. Si las empresas y las instituciones públicas alinean sus políticas, se abre un espacio para compartir información, mejorar diagnósticos sectoriales y diseñar mejores políticas.

En este sentido, múltiples casos de empresas de distintos sectores pueden servirnos de ejemplo: Unilever y Mastercard han desarrollado marcos avanzados de gobernanza de datos centrados en ética, transparencia y retorno de valor. Para el sector público, gobiernos como el de Estonia y Uruguay han convertido los datos en activos estratégicos para la eficiencia estatal y generación de confianza ciudadana. En el ámbito académico, universidades prestigiosas como MIT o la Universidad de los Andes (Colombia) han integrado la gobernanza de datos en su modelo institucional de innovación y estos son solo una pequeña muestra del valor agregado que adquieren los datos ante un marco estratégico, estructurado e implementado.

La transición hacia una economía del conocimiento no se logra solo con conectividad o softwares, sino con metodologías, reglas, procesos y visión de largo plazo. En un país donde aún abundan los registros manuales, las decisiones sin evidencia y la baja trazabilidad, convertir los datos en un activo vivo puede marcar la diferencia entre sobrevivir y liderar. La buena noticia es que estamos a tiempo.

Anadel Peguero

Economista

Anadel Peguero, Economista especializada en macroeconomía, políticas públicas, estrategia y desarrollo institucional. Cuenta con experiencia transformando datos en decisiones que impulsan el crecimiento y generan insights accionables para empresas e instituciones gubernamentales.

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