“Las comunidades deben distinguirse, no por su falsedad o autenticidad,
sino por la forma en que son imaginadas” Benedict Anderson

Foto de grupo Global Dominicanidades

Una mañana de un jueves a finales de mayo pasado en un salón de hotel se oía la música de fondo que se forma cuando hay varias conversaciones a la vez y no se puede entender lo que se dice en ninguna. Ninguna voz sobresalía ni desentonaba. Nadie gritaba ni intentaba imponerse. Todo el mundo participaba hablando o escuchando con atención, generando ese murmullo particular que nos hace sentir parte de la misma tribu aunque no conozcamos a más nadie. Hay gente que no soporta ese murmullo pero a mí me encanta. Y ese día además de agradarme me hizo muy pero muy feliz porque era el sonido de las personas que nos reunimos en la conferencia Global Dominicanidades II en San Francisco, California y yo era parte del equipo que se había fajado por meses a organizar la conferencia.

Desde la mesa en que estaba observaba fascinada a la gente riendo, hablando y mirándose a los ojos o mirando a las pantallas donde estaban quienes participaron de manera virtual. Estaba feliz no solo porque habíamos logrado nuestro objetivo sino porque también era evidente la pasión con que todo el mundo hacía suyo el espacio que creamos. Personas de diferentes generaciones se regalaban mutuamente una de las cosas más preciadas para quienes intentamos estudiar y explicar el mundo que nos rodea: leer y comentar el trabajo de la otra persona para mejorarlo y ayudándole a ver lo importante que es lo que está haciendo. Ese regalo es tan significativo que se pueden tronchar carreras completas cuando la gente no lo recibe por lo solitaria y difícil que puede ser la vida en la academia especialmente para quienes venimos de países o de comunidades donde hay muchas limitaciones para el trabajo intelectual. O sea, países como la República Dominicana y comunidades como las nuestras en Estados Unidos y en otros lugares que era de donde veníamos la mayoría de las personas en la conferencia.

Pero para entender el resto de esta historia hay que hacer un poco más de historia. Y la de Global Dominicanidades inició varios años antes en mayo del 2019 en Boston nada menos que en la Universidad de Harvard. Como nos contaron Elizabeth (Beth) Manley y Sharina Maíllo Pozo, fundadoras de Global Dominicanidades junto con Lorgia García Peña, las tres se propusieron crear una conferencia que sirviera de casa a quienes estudiamos la República Dominicana y su diáspora en diferentes partes del mundo. Y lo lograron. En esa primera conferencia histórica decenas de estudiantes, docentes, activistas y artistas de la isla y de la diáspora conversamos, nos escuchamos, nos reconocimos y nos apoyamos. También aprendimos sobre la trayectoria de estos estudios en los Estados Unidos y el trabajo pionero de titanes como Silvio Torres Saillant (quien nos acompañó en el cierre del evento), Daisy Cocco De Filippis, Ramona Hernández y muchas y muchos más.

Aunque nos tomó más tiempo por la pandemia, en esta segunda versión de Global Dominicanidades, el equipo organizador (April Mayes, Lissette Acosta Corniel, Raj Chetty, Randol Contreras y una servidora) intentamos continuar y expandir lo que con tanto amor crearon Lorgia, Sharina y Beth. De hecho, la idea surgió de conversaciones que tuvimos April y yo cuando pensábamos llevar la conferencia a Pomona College, la universidad en la que trabajamos a una hora de Los Ángeles. Al final no se hizo en Pomona sino en San Francisco, siguiendo el ejemplo de la primera conferencia de aprovechar que muchas personas asisten al congreso de la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA por sus siglas en inglés) como también hizo el equipo inicial con el congreso de LASA en Boston.

Tanto en la primera como en la segunda entrega de Global Dominicanidades (y en las que seguirán) buscamos ampliar lo que entendemos como ser dominicano o dominicana. No hay una sola forma de vivir la dominicanidad, ni siquiera en la isla. Y mientras más se expande la diáspora, más se multiplican las formas de entenderla y de vivirla. No existe la dominicanidad sino múltiples dominicanidades y esas dominicanidades, sea que estén en Washington Heights, en la 42, en Vengan a Ver, en Lavapiés o en “Romana” (que no es lo mismo que La Romana) son cada vez más globales.

La nación, como decía el historiador y politólogo Benedict Anderson, es la comunidad que nos imaginamos que es. Por eso se expande mucho más rápidamente en un mundo donde llamamos a gente querida por WhatsApp aunque estén a cientos de kilómetros y vemos las imágenes de la última guerra, el último escándalo o la última elección en cualquier lugar del globo mientras ocurre. La forma en que imaginamos y, por tanto, creamos la nación está cambiando pero tardamos en darnos cuenta. Y esa comunidad imaginada incluye no solo gente dominicana en diferentes países (independientemente de la nacionalidad que tengan) sino también lo que han creado quienes han venido en diferentes momentos desde España, Palestina, Cuba, Japón, Siria, el Líbano, China, Italia, el Caribe inglés, Europa del Este, Haití, Estados Unidos, Venezuela y tantas otras naciones y regiones desde que nos formamos como país.

El escritor Junot Díaz lo decía mucho mejor el domingo pasado en el Festival de Literatura Mar de Palabras: “Aquí hay muchos mundos y no se conocen. Tienes ese título de dominicano o dominicana pero es casi imposible capturar lo que es”. A esa captura, o mejor dicho, a esa exploración es que nos dedicamos en las conferencias de Global Dominicanidades asumiendo desde el principio que la dominicanidad solo existe en plural y que no necesariamente conocemos todas las dominicanidades.

Comprobamos esa multiplicidad con la diversidad de los libros publicados el año pasado y este año. En un panel conformado exclusivamente por mujeres, la editora Lissette Acosta Corniel y las autoras Christina Davidson, Ana Liberato, Lauren (Robin) Derby y las mismas Beth y Sharina nos contaron los secretos de un viaje extraordinario. Nos compartieron lo difícil y, a la vez, fascinante que fue investigar y escribir sobre la historia de la esclavitud en España, RD y Puerto Rico, la estadía en Santo Domingo del cónsul afroamericano Henry Astwood y la Era de Trujillo vista a través de los ojos de la tía Daisy de Ana. El viaje también abarcó desde la importancia de los mitos en la frontera entre República Dominicana y Haití hasta la manera en que la música popular y la literatura conversan y recrean la República Dominicana y su diáspora en Nueva York pasando por el rol que jugaron las mujeres en crear el turismo que conocemos hoy en el país y en el Caribe.

Pero el panel final del día fue el que tuvo la tarea más difícil. Zenaida Méndez, activista feminista y comunitaria por décadas en Nueva York, Ico Abreu, arquitecto, cineasta y activista ambientalista en la isla y Ruth Pión, arqueóloga, gestora cultural y activista feminista y anti-racista nos ayudaron a movernos de pensar en la crisis a pensar en el futuro de las dominicanidades globales. Y lo hicieron poniendo nuestra mirada en las dominicanidades que generalmente no vemos. Con una sabiduría casi profética, Zenaida nos invitó a pensar conectando lo global y lo local al enfatizar que la comunidad dominicana necesitaba pensar e involucrarse de manera diferente en el proceso para elegir el nuevo alcalde o alcaldesa de la ciudad de Nueva York. Ico nos contó sobre las luchas de las comunidades afectadas por la explotación minera en RD y la manera en que son ignoradas por gran parte de los medios y reprimidas desde el Estado. Y Ruth nos compartió un poco de la historia de resistencia en el rescate de las raíces africanas de nuestra cultura (que generalmente rechazamos en favor de las raíces taínas y españolas) tanto en el trabajo académico como en el activismo de los varios grupos anti-racistas que tenemos en el país.

Zenaida, Ico y Ruth nos recordaron en la práctica lo que nos habían dicho colegas como Ramón Antonio (Arturo) Victoriano, Lorgia García Peña y April Mayes en sus obras. El hecho de que justamente las dominicanidades más ignoradas y marginadas, como la rayana de la frontera, la Dominicanyork de la diáspora o la afrodominicana y domínico-haitiana en todo el país, son las que nos ofrecen las claves (la solidaridad, la creatividad, la persistencia y el cultivo constante de la alegría) que necesitamos para enfrentar el autoritarismo creciente y la desesperanza del momento actual.

Esther Hernández-Medina

Doctora en sociología

Es una académica, experta en políticas públicas, activista y artista feminista apasionada por buscar alternativas para garantizar el ejercicio de los derechos de las mujeres y de los grupos marginados de todo tipo en la construcción de políticas públicas y sociedades más inclusivas. Es Doctora en Sociología de la Universidad de Brown, egresada de la Maestría en Políticas Públicas de la Universidad de Harvard y egresada de la Licenciatura en Economía (Summa Cum Laude) y de la Maestría en Género y Desarrollo del INTEC universidad donde también fue seleccionada como parte del Programa de Estudiantes Sobresalientes (PIES). Su interés en poner las instituciones y políticas públicas al servicio de la ciudadanía, la llevó a colaborar en procesos innovadores como el Diálogo Nacional, la II Consulta del Poder Judicial y el Programa de Igualdad de Oportunidades para las Mujeres (PIOM) en la década de los ’90 y principios de la siguiente década. Años después la llevaría a los Estados Unidos a estudiar la participación ciudadana en políticas urbanas en la República Dominicana, México y Brasil y a continuar investigando la participación de las mujeres y otros grupos excluidos en la economía y la política dominicana y latinoamericana.

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