Esta importante organización norteamericana ha tenido un papel interesante en la historia de nuestra medicina. La primera referencia a nuestro país en los archivos de esa fundación aparece en 1911 cuando el Board Internacional de Salud escribió a las autoridades sanitarias dominicanas buscando información sobre la prevalencia en nuestro país de la uncinariasis ( hookworm, en inglés). La anquilostomiasis, también llamada uncinariasis, necatoriasis, anemia tropical o anemia de los mineros, es una parasitosis intestinal muy común causada por nematodos. En esos años en Puerto Rico había una gran cantidad casos, y por esa razón había un gran interés en conocer los detalles de esa enfermedad en la República Dominicana.

No teníamos en esos años adecuadas instituciones sanitarias, por lo que la investigación se limitó a contactar a médicos en Puerto Plata y Santo Domingo sobre la situación. Durante la ocupación militar norteamericana de 1916 a 1924, se creó la Secretaría de Salud Publica en 1920. Ya en 1919 el Doctor Snowden, había solicitado a la Fundación que investigara la cuestión de la parasitosis en la República Dominicana.  Como consecuencia en 1920 vino al país John Grant para hacer una inspección que publico en 1921 con el título “Reporte  sobre la uncinariasis y otros datos de salud en la República de Santo Domingo”. En ese estudio analizó a 1986 personas de las cuales el 56.5% estaba infectada con el parasito.  

Luego de la salida de las tropas del territorio dominicano, el gobierno se acercó de nuevo a la fundación para que ayudara con la situación sanitaria. En  diciembre de 1926  una comisión de la Fundación Rockefeller visitó Haití y República Dominicana. El  Señor Harry Miller firmaba el documento del que citamos el siguiente texto traducido libremente: “ jueves 9 de diciembre de 1926. Nos trasladamos a Santo Domingo en vehículo, unos 240 kilómetros, 10 horas y media de viaje. Llama la atención el excelente estado de las carreteras. Diciembre 10 de 1926. En la ciudad de Santo Domingo y con la colaboración del doctor Ramon Báez hijo, quien es asistente del secretario de Salud e hijo del Rector de la Universidad, pudimos visitar todas las instituciones de salud de la ciudad. El doctor Butler había conocido al doctor Báez en la conferencia panamericana en Washington y fue extremadamente amable.  La visita a la escuela de medicina fue francamente decepcionante. La instrucción teórica se daba en la misma universidad que es un pequeño edificio de dos plantas que aloja también las facultades de derecho, odontología y ciencias. Ningún departamento contaba con un laboratorio y había muy pocos equipos para hacer las demostraciones a los estudiantes. La biblioteca que aloja a todos los libros de la universidad es pequeña y muy pobre. A cuatro cuadras de distancia se encuentra una construcción de un nivel que debe alojar el instituto de anatomía, pero nos enteramos que en dos años no habían contado con ningún cuerpo para disecar. Contaba con 16 mesas de trabajo, pero no había ninguna otra facilidad para los 150 estudiantes con los que contaba la universidad.  Ese mismo día en la tarde visitamos dos hospitales, el Hospital Nacional, construido durante la ocupación, y que se encontraba en un edificio de un solo nivel, en forma de barracones, y que contaba con una sala de cirugía y algunas habitaciones privadas. En los barracones se podían alojar unas 150 camas. No contaba con laboratorio ni biblioteca y las pocas enfermeras que conocimos no parecían de buen nivel”. 

 Continuaremos con este tema en una próxima entrega, pero ese reporte, nos ilustra la situación de nuestro sistema sanitario en 1926. 

Herbert Stern

Médico, Oftalmólogo

Médico oftalmólogo, que ha escrito la más completa enciclopedia de la medicina dominicana.

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