La literatura de terror gótico, inaugurada con El Castillo de Otranto (1760), del inglés Horace Wolpole, tiene en la novela Frankenstein o el Moderno Prometeo (1818), de la también inglesa Mary Shelly, una obra fundamental.

En la ficción, conocida de muchos, Víctor Frankenstein, un estudiante universitario de ciencias naturales da vida a un monstruo de facciones humanas, de más de dos metros de alto, construido con partes de cadáveres robadas en el cementerio.

En su medio, Víctor halla los recursos que lo llevan a coronar su experimento sin contratiempos mayores. Pero se asusta con su “éxito”; abandona la obra, y huye del laboratorio. Cuando regresa, el monstruo ha desaparecido. Éste gana calle, y dotado de explosivas ansias de amar y ser amado, pronto se siente rechazado.

Fuera de control, se torna vengativo, y comienza a cometer asesinatos, entre los cuales, el de la prometida de su creador, la noche de boda. Horrorizado, Víctor decide acabar con su engendro, pero muere en el intento, sin lograr su objetivo. El monstruo le sobrevive….

Recostada en los experimentos galvánicos del científico italiano Luigi Galvani (1737-1798), sobre los efectos de la electricidad en los tejidos biológicos, la obra es acaso una alegoría, entre otras, del laissez faire, laissez passer de los fisiócratas franceses; una alegoría de las consecuencias de la permisividad irresponsable en cualquier ámbito.

En República Dominicana, la añosa permisividad migratoria ya está construyendo su Frankenstein.

La Antigua Orden Dominicana, no importa el flanco por el que se observe, es una construcción al estilo Frankenstein, creada al socaire de la irresponsabilidad de las autoridades, que no han sido capaces de controlar y regularizar la mano de obra haitiana empleada en el país. Esa mano de obra que, según el expresidente Hipólito Mejía, sustenta la agricultura y la construcción, a tal punto que ambas actividades desaparecerían si faltaren los haitianos.

Con más cara que espalda, e inmunes ante el océano de denuncias y críticas respecto al ingreso caótico de indocumentados a territorio dominicano, los encargados de velar por el respeto de las leyes ad hoc  siempre han escapado por la tangente, dejando campo libre al nacimiento y desarrollo del Frankenstein criollo.

Con amenazas de salirse de control, el esperpento dominicano ya  respira en la nuca de nuestras flamantes…; de las mismas que durante años han visto la frontera -“sellada por militares”-, convertida en un mercado persa, a merced de traficantes.

Expertas en aspavientos, las autoridades responden tomando el rábano por las hojas, pero es evidente que a estas alturas de la marea, no hay solución fácil ni veloz. Intentarlo así, es truculencia pura y dura.

No debe aceptarse, bajo ningún concepto, que una entidad Frankenstein, creada al socaire de la ineficiencia de más de un gobierno, paute el accionar dominicano frente a un problema tan medular.

La denominada Antigua Orden Dominicana tiene potencial agresivo que no debe tomarse a la ligera.

Aunque anodinas, algunas de las medidas anunciadas por el presidente Abinader el pasado 6 de abril, si se hacen cumplir, podrían arrojar cierto impacto. Entre ellas, la relativa a la ampliación del fondo BANDEX para mecanizar la agricultura y la construcción, y la del reforzamiento -con guardias suizos- de la frontera….

Votos porque el terror gótico en el que se inscribe la ficción de la novelista Mary Shelly no contamine de odio el espíritu justiciero de los dominicanos.