A lo largo de los siglos, la filosofía ha sido reconocida como la más ilustre de las disciplinas académicas, aquella que nos guía hacia la verdad, la justicia y el sentido de la existencia. No obstante, tras esta aparente magnitud se oculta una realidad menos idealizada: la filosofía, tal como se ha institucionalizado, ha sido apropiada por una élite académica que la ha convertido en una actividad exclusiva, restringida y, en múltiples casos, desconectada de la vida cotidiana. El ensayo en cuestión aborda precisamente esta crítica, a saber, la necesidad de rescatar la filosofía de sus ataduras elitistas y devolverla a su origen más puro, abierto y popular.

Sagrario Gómez y Pedro Cruz en Contrapropuesta hablando de filosofía.

El pensamiento debería ser considerado como un derecho compartido y no como un privilegio individual. La posesión de un título universitario o un dominio técnico del lenguaje no constituye una condición necesaria para el ejercicio de la filosofía. No obstante, la sociedad ha erigido barreras simbólicas que circundan el pensamiento, presentándolo como una capacidad exclusiva de unos pocos «iluminados». Este proceso de exclusión se manifiesta de manera evidente en el ámbito de las instituciones educativas, donde se promueve la repetición en lugar de la reflexión crítica, y la obediencia ciega en lugar de la creatividad. En consecuencia, la filosofía pierde su capacidad de transformación y se convierte en un adorno intelectual, en lugar de ser una herramienta de liberación.

Uno de los aspectos fundamentales de esta crítica se centra en el lenguaje. En oposición a su función original de facilitar la comprensión, el lenguaje filosófico contemporáneo ha experimentado una transformación que lo ha convertido en un instrumento de exclusión. La utilización de terminología técnica, frases en latín y estructuras gramaticales complejas no solo dificultan el acceso al pensamiento filosófico, sino que también crean una jerarquía simbólica que refuerza la idea de que solo los especialistas pueden filosofar. En contraste, los diálogos de Platón —en particular los de Sócrates— evidencian que la filosofía puede (y debe) surgir en la vía pública, en la conversación cotidiana, en el intercambio abierto entre individuos.

La desconexión entre la filosofía y la vida cotidiana no ha sido constante a lo largo del tiempo. En sus orígenes, la filosofía era practicada en espacios públicos, tales como plazas y mercados, así como en conversaciones abiertas y sinceras. En este sentido, se puede mencionar a Sócrates como un exponente de este fenómeno, ya que, a pesar de no requerir de una cátedra ni de elaborar tratados, su legado perdura a través de su método de enseñanza, caracterizado por la realización de preguntas que desafiaban y estimulaban el pensamiento crítico en la antigua Atenas. Su deceso no se originó a partir de una mera imputación legal, sino más bien como consecuencia del temor suscitado por una ideología que desafía la autoridad establecida. En el contexto académico contemporáneo, se observa una pérdida de pensamiento libre, corporal y visceral, característico de la tradición humanista.

Desde el período de la modernidad hasta el siglo XX, el estudio de la filosofía se caracterizó por un incremento en su complejidad conceptual, mientras que experimentaba una disminución en términos de accesibilidad para el público general. Como han señalado diversos autores (Hegel, 1827; Descartes, 1647; Kant, 1781), pensadores como estos contribuyeron significativamente al desarrollo de las estructuras del pensamiento. Sin embargo, es importante señalar que, en ocasiones, estos pensadores también promovieron un lenguaje cada vez más abstracto y técnico, lo cual los alejó de la experiencia vital de la población. La búsqueda de certeza y rigor ha conducido a la restricción de la filosofía a entornos de laboratorio intelectual, donde la comunicación se ve eclipsada por la necesidad de impresionar. En consecuencia, el pensamiento se tornó inaccesible, inalcanzable e irrelevante para aquellos que se enfrentan a injusticias, desigualdades y problemáticas urgentes en su vida cotidiana.

Desde esta perspectiva crítica, se plantea la necesidad de que la filosofía retorne a su esencia primordial, caracterizada por la impureza, la encarnación y la dimensión política. Es imperativo que el académico se posicione ante las problemáticas sociales y no se refugie en la comodidad de su torre de marfil. Este fenómeno debe ser considerado como un catalizador que impulsa la reflexión acerca de los prejuicios sociales imperceptibles que, sin embargo, ejercen una influencia significativa en la conformación de nuestras estructuras sociales y culturales. Entre estos prejuicios, se incluyen el clasismo, el racismo, el sexismo y las creencias sobre la capacidad de pensamiento, así como sobre la validez de los conocimientos.

Los prejuicios sobre la filosofía no solo emanan de la sociedad, que a menudo la percibe como inútil o desconectada de la realidad contemporánea. Asimismo, se encuentran inmersos en el ámbito filosófico, donde se otorga preeminencia a la forma sobre el contenido, la procedencia sobre la verdad, y el estilo académico sobre la claridad. En este sentido, se impone una filosofía elitista que reproduce jerarquías y excluye otras formas de pensamiento, como las formas populares, marginales, orales y comunitarias. Esta exclusión no es inocua, ya que perpetúa el statu quo y obstaculiza la capacidad del pensamiento para generar cambios en la realidad.

La reflexión desde una perspectiva alternativa implica la apertura a modalidades de pensamiento que trascienden los límites tradicionales de la academia y la literatura. Este enfoque implica la admisión de la existencia de un cuerpo de conocimiento acumulado en el ámbito popular, manifestado en las experiencias vividas por las comunidades marginadas a lo largo del tiempo. En este sentido, se plantea la necesidad de que la filosofía retome su enfoque hacia lo cotidiano, no como un objeto de análisis distante, sino como un terreno fértil para el pensamiento. Las cuestiones más profundas no siempre se originan en el ámbito académico, sino que a menudo surgen de la experiencia vital, como la dolor, la injusticia, el amor o la pérdida.

Este enfoque implica una apuesta por una filosofía inclusiva, en la que la participación es un valor fundamental. La presente investigación no se centra en la renuncia al rigor, sino en la exigencia de claridad, honestidad y apertura. Esta filosofía, carente de capacidad de ser compartida, vivida o dialogada, ha perdido su esencia. El pensamiento, en su esencia, debe ser un catalizador de liberación, no de dominación. En este sentido, se plantea la necesidad de que la filosofía, en su búsqueda por recuperar su capacidad transformadora, debe trascender su imagen académica y retomar su función como medio de comunicación, como espacio de encuentro y como expresión de disidencia.

En última instancia, este llamado a «pensar desde lo común» no supone una renuncia a la filosofía, sino una defensa apasionada de su sentido original. Esta obra constituye una crítica a las prácticas filosóficas establecidas, más que a las potencialidades futuras de la disciplina. Como se ha expuesto en investigaciones previas, el pensamiento, en tanto que acto humano fundamental, no requiere autorización explícita para su ejercicio. En este sentido, la filosofía, para tener futuro, debe recuperar el espíritu crítico y la curiosidad intelectual que se manifiestan en la capacidad de asombro y en la disposición a formular preguntas.

Conclusión contextualizada a la realidad dominicana:

En la República Dominicana, la filosofía ha sido relegada en múltiples entornos educativos y sociales a una asignatura meramente decorativa o de relleno, desvinculada de las preocupaciones auténticas de los estudiantes y de la población. En el caso de la población joven dominicana, se ha observado que muchos no perciben la filosofía como una herramienta útil para la comprensión de sus propias realidades, tales como la pobreza, la desigualdad, la corrupción o la exclusión social. En su lugar, la filosofía es a menudo vista como un conjunto de ideas abstractas carentes de aplicación práctica. Esta percepción se ve exacerbada por el uso de un lenguaje técnico, la utilización de textos descontextualizados y un modelo educativo que otorga mayor peso a la memorización que a la reflexión. En este sentido, el pensamiento crítico se ve constreñido, se vuelve improductivo y pierde su capacidad para liberar a la sociedad de las estructuras de poder y los prejuicios históricos que la asfixian.

Para abordar esta situación, se propone la recuperación de una filosofía dominicana que sea viva, cercana y contextualizada. En este sentido, los centros educativos se erigen como agentes fundamentales en la promoción del diálogo abierto, la reflexión sobre la cotidianidad y el uso de textos y experiencias que resonaran con la vida del estudiantado. Se plantea la necesidad de fomentar una formación docente que promueva el pensamiento libre, sin depender exclusivamente de cánones académicos extranjeros. Asimismo, resulta imperativo fomentar la creación de espacios comunitarios donde la población pueda reflexionar a partir de su propia experiencia, ya sea a través de clubes de lectura, programas radiofónicos o iniciativas en los barrios. Este cambio se erige como un catalizador que permitirá que la filosofía trascienda su condición actual de privilegio elitista, convirtiéndose en un agente colectivo de transformación social.

Pedro Cruz

Pedro Alexander Cruz, nacido en 1987 en Santiago de los Caballeros. Es un destacado filósofo y escritor. Su trayectoria literaria incluye títulos como La utopía filosófica como faro de la justicia, El hombre y su profunda agonía por el saber y La maravillosa significancia inicial del libro de Lucas. Manual práctico de introducción a la lógica formal. (Epítome): Manual. La filosofía y la construcción del ser: Manuela de filosofía para niños. Política y Ciudadanía. : Intención de transformación. Estas obras reflejan su interés por temas filosóficos, teológicos y sociales, destacándose por su profundidad analítica. Además de su faceta como autor, Cruz es un apasionado de la enseñanza. Actualmente imparte las asignaturas de Filosofía y Pensamiento Social, así como Ciudadanía y Democracia Participativa, en el Colegio La Salle de Santiago. Su enfoque pedagógico busca formar ciudadanos críticos y conscientes de su rol en la sociedad. Su formación académica incluye estudios en Teología en el Seminario Bíblico de la Gracia y actualmente estudia Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), con cursos realizados en la misma Universidad como: Proética. Tutor Virtual. Taller de verano de Filosofía. Neuroética entre otros. Esta sólida base académica le ha permitido combinar su interés por la filosofía con una comprensión profunda de la espiritualidad y la cultura. Actualmente, Cruz sigue residiendo en Santiago de los Caballeros, donde continúa su labor como docente y escritor, contribuyendo al desarrollo del pensamiento crítico en su comunidad.

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