A Sophie Maríñez, en ocasión de su Premio Frantz Fanon 2025.

Ahora la sangre de los negros
es estiércol premiado
por los expertos.
Frantz Fanon

A propósito de Hegel en su Fenomenología del espíritu, Frantz Fanon afirma que el negro caribeño busca y necesita el reconocimiento del Otro –blanco, europeo- para construir su humanidad. Esa búsqueda de reconocimiento se traduce en el deseo y en la identificación con el Otro a quien considera superior.  De alguna manera, el Otro legitima la autovaloración del negro caribeño. En la dialéctica amo/esclavo, Hegel plantea que la necesidad de reconocimiento es recíproca, que tanto el amo como el esclavo necesitan del reconocimiento mutuo para su existencia. A diferencia de Hegel, Fanon considera que lo que el amo desea no es el reconocimiento del esclavo sino su trabajo. En otras palabras, “el amo se ríe de la conciencia del esclavo”.

Los caribeños buscan el reconocimiento a través de la teatralidad y la seducción de su cuerpo (Benítez Rojo). La música, el baile y los deportes hacen del caribeño un seductor por excelencia. Aunque el reconocimiento puede ser logrado a través de la seducción, éste sin una lucha que lo avale no “logra la verdad del reconocimiento como auto-conciencia independiente” (Hegel). Si bien es cierto que el caribeño ha luchado desde la época de la colonia a través de rebeliones de esclavos y revoluciones como la haitiana y la cubana, es bien sabido que aún persiste la búsqueda del reconocimiento a través de la seducción del cuerpo.

En su película La última cena, Tomás Gutiérrez Alea parece dramatizar la idea de Fanon de que “El hombre blanco es el amo que ha permitido que sus esclavos se sienten a la mesa”. En dicha película, el dueño de un ingenio de azúcar, en la época de la colonia, escoge a doce de sus esclavos como gesto de humildad cristiana para que se sienten a su mesa a cenar con él, antes de la Semana Santa. La película funciona como una alegoría de la ambigüedad del negro caribeño con respecto al Otro europeo. Por un lado, está el esclavo sumiso que baila y canta para granjearse la magnanimidad del amo, y por otro, aparece el negro cimarrón que sólo puede concebir la libertad a través de la fuga y la lucha.

En la sociedad poscolonial, el reconocimiento del caribeño (o cualquier sujeto subalterno) se traduce en publicaciones de libros, premios literarios, grabaciones de discos, exposiciones artísticas en los centros hegemónicos. El Otro blanco (europeo o norteamericano) se convierte así en el experto que determinará el valor de la obra de arte y le pondrá precio, ya no como obra sino como mercancía.

Los músicos de Buena Vista Social Club constituyen un ejemplo idóneo de esa búsqueda de reconocimiento. En una de las secuencias de la película, Ibrahím Ferrer expresa que estaba cantando informalmente “Dos gardenias” y que cuando Ry Cooder lo escuchó, entonces decidió grabarlo. Hasta entonces, expresa el mismo Ibrahim, había cantado esa canción “de rutina… así … así, por cantar”, es decir, que no se había dado cuenta del valor de su propia música hasta que Ry Cooder, el perito, en este caso, comenzó a valorarlo.

El negro “trascendío” es el sujeto subalterno que necesita “sentarse a la mesa del amo” para legitimar su propia existencia. Pero el amo “se ríe” y explota su cuerpo -no ya su fuerza de trabajo sino la mercantilización de su talento-. La mímica con la que busca imitar la cultura del colonizador convierte al subalterno en una caricatura de sí mismo y aunque logre reconocimiento artístico, en lo político seguirá siendo un subalterno.

Fernando Valerio-Holguin

Escritor

Escritor, Doctorado en Letras Hispánicas (Universidad de Tulane, 1994), Profesor Distinguido John N. Stern de Literatura Latinoamericana en la Universidad Estatal de Colorado. Ha dictado conferencias y ofrecido recitales de poesía en varias universidades e instituciones, tales como Instituto Smithsoniano, Biblioteca del Congreso, Universidad de Oxford y Universidad de Varsovia. Entre sus libros destacan: Poética de la frialdad: La narrativa de Virgilio Piñera (1996), Banalidad Posmoderna (2006) y Presencia de Trujillo en la narrativa contemporánea (2006).

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