En mis 40 años de experiencia como docente universitario he aprendido que enseñar, además de un compromiso, es un privilegio. He tenido la oportunidad de construir, junto a jóvenes talentos, nuevas posibilidades de abordar el conocimiento, teniendo siempre como marco común el respeto y la humildad ante lo que ignoramos. Creo con firmeza que un maestro es el emblema donde se preservan los valores y se edifica el porvenir de una sociedad.

Max Henríquez Ureña decía de su hermano Pedro que “la personalidad de su hermano se singularizaba por su temperamento de maestro”. La vocación magisterial se cultiva con constancia, se alimenta de la curiosidad y se fortalece con la entrega diaria. Enseñar es inspirar a otros a cuestionar y a soñar.

En la UASD contamos con un amplio cuerpo docente, cada uno de ellos es un pilar sobre el que la sociedad dominicana se preserva y se prepara para los retos del presente y del futuro. Cada profesor y profesora uasdiana es parte esencial de esta gran familia académica que, desde 1538, ha sido la cuna de hombres y mujeres comprometidos con el progreso, la justicia y la libertad de pensamiento.

Hoy, en el Día del Maestro, invito a cada docente de nuestra Alma Máter a renovar su vocación y a mirar hacia adelante con optimismo. Estoy convencido de que juntos podemos fortalecer la UASD, construyendo espacios de enseñanza más innovadores, inclusivos y participativos. Les animo a seguir siendo esa chispa que enciende la curiosidad en la juventud dominicana, ejerzamos la mentoría que orienta a nuestra sociedad hacia un futuro más justo y solidario.

Estoy consciente que enfrentamos desafíos, pero sé que contamos con la mayor fortaleza posible: el talento, la pasión y la entrega de cada uno de ustedes. Por eso, reafirmo mi compromiso de impulsar políticas claras que dignifiquen la carrera docente y garanticen condiciones laborales que motiven la investigación, la innovación y la excelencia académica. Queremos una universidad que valore a sus maestros como lo que son: el corazón vivo de la institución.

La UASD del presente debe ser un espacio donde la carrera académica florezca y donde la innovación y la investigación encuentren el respaldo necesario para crecer. La universidad del siglo XXI precisa que su cuerpo continúe motivado. Por eso, fortaleceremos los programas de formación continua, fomentaremos la internacionalización y abriremos más puertas para que nuestros docentes compartan saberes y experiencias con otras instituciones de prestigio.

Creo firmemente que el maestro uasdiano no solo transmite conocimientos: forma ciudadanos críticos, solidarios y comprometidos. Por eso, en esta fecha tan significativa, quiero reconocer públicamente la entrega de cada catedrático que, con entusiasmo y vocación, mantiene viva la esencia de nuestra universidad.

La Universidad Autónoma de Santo Domingo, nuestra Alma Máter, tiene una deuda de gratitud con sus maestros y maestras. Hoy quiero expresar mi respeto, admiración y confianza en su capacidad transformadora. Soñemos juntos una UASD renovada, moderna y humana, que cuide de sus docentes como su mayor tesoro y que continúe siendo el faro que ilumina el camino del pueblo dominicano.