En su ensayo Sobre la dictadura (1921), el jurista alemán Carl Schmitt (1888-1985) introdujo por primera vez el concepto de “estado de excepción”, para referirse a lo que entendía —desde su ideología nacionalsocialista— como la necesidad de un gobernante con poderes ejecutivos amplios, para superar lo que percibía como los defectos de la Constitución de Weimar de 1919. Posteriormente, en su ensayo Teología política (1922), Schmitt definió la “soberanía” esencialmente como la habilidad de interpretar y modificar la ley hasta tal punto de tornarla nula, dada la naturaleza impredecible de las emergencias.
Inspirado en la manera en que los antiguos romanos suspendían temporalmente la ley y designaban a un “dictador” para resolver cualquier crisis que amenazara la estabilidad de su imperio, Schmitt desarrolló sus ideas autoritarias por el resto de su vida, desde el exilio español de la posguerra, con el auspicio de Francisco Franco (1892-1975). Las teorías schmittianas acerca de la excepción y el soberano han sido ampliamente discutidas en la filosofía política contemporánea desde ese entonces, especialmente por el filósofo italiano Giorgio Agamben (n. 1942).
Agamben, en su serie de ensayos rotulados bajo el título de Homo Sacer, sirviéndose de una metodología foucaultiana, ha explorado a profundidad las raíces genealógicas de este concepto de “estado de excepción”, rastreando sus orígenes al mundo grecorromano y cristiano. A mi modo de ver, este tipo de régimen político fue instaurado en la República Dominicana durante el período tradicionalmente conocido en el consenso historiográfico nacional como la “Primera República” (1844-1861). Su artífice, Pedro Santana (1801-1864), por medio del Artículo 210 de su Constitución, se otorgó a sí mismo poderes excepcionales, legitimados por un discurso antihaitiano, que le permitieron orientar sus políticas hacia la persecución de todos sus enemigos internos, particularmente la clase de los comerciantes, que formaban la base social del partido liberal bajo el liderazgo de la sociedad secreta La Trinitaria, de la cual formaban parte los individuos tradicionalmente conocidos como los principales próceres de la República Dominicana.
Santana, en su calidad de soberano fundacional de la República, instauró un régimen de excepción bajo el cual, lejos de ser una medida provisional, la suspensión de la ley se convirtió en la forma permanente de gobierno
Este régimen impuesto por Santana inauguró una tradición política en la cual la regla es la suspensión de la regla. En la larga duración de nuestra historia nacional, este artificio autoritario ha sido implementado una y otra vez por parte de los gobiernos que se han erigido sobre la base del discurso xenófobo y racista antihaitiano, tales como los regímenes de Rafael Leónidas Trujillo Molina (1891-1961) y Joaquín Balaguer (1906-2002). Santana, en su calidad de soberano fundacional de la República, instauró un régimen de excepción bajo el cual, lejos de ser una medida provisional, la suspensión de la ley se convirtió en la forma permanente de gobierno. Esta modalidad de autoritarismo político ha dejado grandes secuelas estructurales en el Estado dominicano hasta nuestros días.
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