En el año 2006 nos sumamos al Tercer Estudio Internacional de Educación Cívica y Ciudadana, cuyos resultados fueron publicados en el 2009. Fue una valiente y gran decisión participar en dicho estudio. El mismo fue organizado por la Asociación Internacional para la Evaluación del Rendimiento Educativo (IEA) y sumó 38 países.
Seis países de América Latina estuvieron presentes: Chile, México, Guatemala, Paraguay, Colombia y República Dominicana, lo que ofreció la oportunidad de crear el Sistema Regional de Evaluación y Desarrollo de Competencias Ciudadanas (SREDECC) que respondiera a los intereses y temas compartidos como región.
La razón fundamental que nos alentó a tal decisión fue la de contribuir a la construcción de una ciudadanía democrática en los países miembros del Sistema, mediante el fortalecimiento de la educación para la ciudadanía y la democracia en el contexto de la realidad latinoamericana.
El Estudio internacional, además de valorar el conocimiento y las competencias desarrolladas por los estudiantes de 8º de primaria, se estudiaron valores, creencias, actitudes y experiencias de participación, así como las características del contexto de las escuelas y los docentes involucrados en el aprendizaje de estas competencias.
Tal y como estuvo programado, también participamos en el 4to Estudio en el 2016 y cuyos resultados fueron presentados en el 2019. Por alguna razón, no explícita entonces, el país decidió no participar en el estudio del 2022, no permitiendo dar continuidad a tan importantes temas y su aprendizaje en nuestros estudiantes.
Los resultados de ambos estudios fueron objeto de debates en eventos públicos, como también a través de medios de comunicación escritos, radiales y televisivos. Se levantaron muchas voces preocupadas, ante la evidencia del impacto de la cultura política reinante, en la formación ciudadana de nuestros jóvenes.
La justificación de los regímenes de fuerza, ante la situación de desorden que se apreciaba en la vida nacional; la anuencia de muchos jóvenes participantes en los estudios, a reafirmar la conducta de corrupción en el Estado, si esto podía significar el bienestar personal o familiar, era evidente.
La desconfianza en muchas de las instituciones y grupos sociales llamaba la atención, como por ejemplo, en los partidos políticos y la policía nacional, además de la “gente en general”, lo que levantaba curiosidad en muchos comunicadores y académicos como a los propios maestros y docentes del ministerio.
Tales actitudes manifiestas por nuestros jóvenes estudiantes no hacían más que reflejar una práctica generalizada en la estructura del Estado y sus instituciones, como también el efecto que la impunidad genera en las propias expectativas de la población, como en los jóvenes estudiantes de 8º de primaria.
Otras instituciones, como la escuela (la mejor valorada en ambos estudios), los medios de comunicación y el propio gobierno en general, recibían valoraciones positivas muy por encima del 70%. Interesante era la alta percepción y valoración a la participación de ellos en los organismos escolares y comunitarios.
Poner de relieve los conocimientos, creencias y actitudes de estos jóvenes sobre los temas estudiados permitía una mayor conciencia de la importancia de la escuela en la formación de ciudadanía, como en el contrapeso necesario que ésta pueda jugar en la formación ciudadana de cara a futuro.
En un mundo como el que hoy vivimos, plagado de incertidumbres y en que los liderazgos políticos y sociales internacionales juegan roles muy distintos y contrapuestos a los esperados, la necesaria formación ciudadana se constituye en una aspiración de primer orden.
Nuestros jóvenes pusieron de manifiesto el obligatorio alto reflexivo a una vida social y política que, definitivamente, no se enrumba por buenos caminos, que no fuere el de la corrupción y la impunidad de los organismos llamados a poner un alto ante tal desatino.
Estudiar qué tanto están preparados y formados nuestros jóvenes para la vida como ciudadanos, explorando sus valores, actitudes, percepciones y comportamientos cívicos y ciudadanos en el marco de los desafíos y retos que la vida social les plantea, es un tema que hoy tiene altísima prioridad.
Los planes de desarrollo del país como las intencionalidades de partidos y gobiernos solo serán posibles y tendrán éxito en la medida en que las y los ciudadanos crezcamos como personas conscientes de nuestros derechos, pero sobre todo de nuestros deberes y de esa manera, hacer posible la vida en democracia.
En Repensar los caminos: inclusión, ciudadanía y democracia y en el marco de la crisis en que el Estado social parece haber entrado, Villamán plantea: “…habrá que precisar de cuál democracia hablamos, dado que la que tenemos en la región parece exhibir síntomas de agotamiento en su capacidad de vehicular las aspiraciones y la confianza de los y las ciudadanas”.
Estos jóvenes siguen siendo la posibilidad de prefigurar la sociedad y el país que los Trinitarios soñaron y por la que ofrendaron sus vidas, guiados por Duarte. Conocer sus anhelos y aspiraciones; sus valores y actitudes siempre será de gran valor para guiarlos por el camino de su constitución como seres humanos forjadores de futuro.
Ojalá que las autoridades del ministerio de educación, como incluso, las del gobierno central logren comprender el valor que este estudio conlleva, si es verdad que estamos apostando a la construcción de un país en el que el bienestar de todos es la máxima que guía el quehacer político y la democracia, la mejor forma de vivir.
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