En el siglo XX tuvimos la guerra fría, que se basó en una rivalidad entre los Estados Unidos y la Unión Soviética por una carrera armamentista y por luchas ideológicas entre el comunismo y el capitalismo, en la que ambas potencias luchaban por tener cierta hegemonía en el mundo, siendo en algunos aspectos una guerra más caliente que fría. La finalización de este suceso y la caída de la Unión Soviética significó para los Estados Unidos un dominio total. A partir de esta finalización, se establecieron nuevos objetivos para promover una economía más abierta e integradora que maximizara el libre comercio, y extender el modelo de democracia liberal occidental por todo el mundo. Pero en el siglo XXI dichos objetivos, al parecer se han ido desmoronando paulatinamente.
En la actualidad, se ha podido visualizar cómo un auge de los extremismos políticos, el autoritarismo, y lo peor, los fanatismos políticos que están provocando la decandencia de los objetivos que originalmente se buscaban cuando se creó la OTAN y la Organización Mundial del Comercio (OMC), que era la expansión de los modelos democráticos y el libre comercio. Por ejemplo, en el aspecto de democracia, los conflictos bélicos entre Rusia y Ucrania, en los que Rusia de una manera violenta y autoritaria se ha querido apoderar de Ucrania, dejando desastres humanos y materiales; también, el conflicto de Israel y Palestina, en el que miles de inocentes han muerto y muchos niños se han quedado huérfanos.
En cuanto a los aspectos de la economía, se puede visualizar la guerra comercial entre los Estados Unidos y los demás países, en especial China, en la que los Estados Unidos con la administración del presidente Trump, ha querido imponer un sistema proteccionista con elevados aranceles, política que afectaría considerablemente al consumidor, porque la mayoría de los componentes de los productos se ensamblan en China.
Estamos en una época en la que existe una problemática geopolítica, debido a las competencias de Estados Unidos y China, estableciendo esta última su dominio mundial por sus avances de la tecnología y el comercio. Pero este conflicto entre ambas naciones ha provocado un comienzo hacia una desglobalización por el aumento de ideologías nacionalistas, es decir, el proteccionismo que ataca a un libre mercado.
Además, se está dando la tendencia de políticas públicas que parecen democráticas, pero son un arma de doble filo y en algunos casos autoritarias. Por ejemplo, la política proteccionista de Trump que busca proteger a la inversión nacional, pero a la vez esta política exterior está provocando una guerra comercial con China; también, el régimen de excepción del Salvador, que ha dado un gran resultado y erradicado casi por completo la criminalidad; sin embargo, en este régimen muchas personas que no pertenecian a las bandas han sido juzgados como pandilleros. De igual manera, en Venezuela con Nicolás Maduro, quien el año pasado quiso jugar a la democracia, pero como hubo un resultado que no esperaba, hizo fraude a través de un consejo electoral elegido y dirigido por él mismo. Estos ejemplos dejan en claro cómo identificar medidas autoritarias, pues en la mayoría de las veces nos limitamos a investigar, a parte de votar por extremistas para luego arrepentirse de ello como en Venezuela, Nicaragua, y entre otros países que han pasado por situaciones de autocracia.
En conclusión, la llave para fortalecer nuestras democracias debe tener la educación como base, pues un pueblo sin capacidad de discernimiento no tiene libertad. Sin embargo, cuando hay educación resultaría imposible que los gobiernos autoritarios logren engañar a los pueblos. Por lo tanto, lo que tenemos que hacer, sobre todo las nuevas generaciones, es educarnos más e investigar.
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