La relación con el Ser Trascendente, espiritualidad, es una actividad que puede comunicarme continua, cotidianamente, con el Otro, con la Naturaleza y con el Ser Trascendente; me da un estilo de vida y define mi personalidad…
Fijémonos: actividad continua… ¿Es que la persona hace una sola cosa? NO. La persona hace muchas cosas al día…, y en la vida muchísimas. En cada una de esas actividades que haga la persona puede comunicarse con Dios; puede estar unida a Dios, al Otro y a la Naturaleza…, el hilo conductor es la “voluntad de Dios” y la aguja que teje y define la identidad es “mi Valor Originario”.
En ese sentido, todo lo que yo haga me mantiene unido a Dios, al Otro y a la Naturaleza…, si actúo apoyado en lo que le da sentido a mi vida, a lo que me sacó de mi casa… Aquí está la raíz de la ESPIRITUALIDAD Y DE LA YOICIDAD; pero hay que tener mucho cuidado porque mi V.O tiene doble filo: si mi Valor Originario lo uso para legitimar mi seguridad personal/comunitaria en la relación con Dios, con el Otro y la Naturaleza ya tengo YOICIDAD, no ESPIRITUALIDAD; porque mi ESPIRITUALIDAD auténtica sirve para hacer la voluntad de Dios en la relación con el Otro. Ese Valor Originario no lo invento yo, ni nadie me lo impone… La base de la espiritualidad, la pone Jesús, en “al otro como a mí”. La base de la yoicidad, la pongo yo, en “yo primero y el otro después”.
El V.O es una invitación, una propuesta, una llamada del Ser Trascendente, que yo la asumo libremente… La raíz, la base de mi espiritualidad está en esa invitación/propuesta/llamada, que le da sentido a mi vida. Es mi Absoluto personal. Es lo que me sacó de mi casa…
La Yoicidad es cuando yo pongo, en mi relación con el Otro, la invitación del Ser Trascendente para desarrollar mi seguridad personal o para legitimar comportamiento de alguien que me beneficia porque YO tengo derecho a vivir (alimentarme), derecho a salud, a educarme, a un techo, a un trabajo, a movilidad, y a vacaciones, a comunicarme, a movilizarme, a jubilación… “Yo primero y el Otro después”. La yoicidad no es rotundamente mala porque le deja algo al otro, lo que me sobra o me estorba… Lo rotundamente malo es el egoísmo: “todo para mí y nada para tí”, que genera corrupción, impunidad, violencia, injusticias… Pecado.
La yoicidad puede, fácilmente, desviarse por este atajo del egoísmo y convertirse en opresora del Otro…
Yoicidad es seguridad para mí o nosotros y lo que sobra para ti. Mi recompensa es lo determinante en la relación con Dios, con el Otro y con la Naturaleza. Lo importante es mi seguridad y la aseguro, como algo mío/nuestro, con la propiedad privada. Así perdemos la flexibilidad apostólica, yo y nosotros, como persona, como Comunidad de Vida Consagrada y como Institución Pública o Privada: lo mío es lo que vale. Solamente algunos, algunas se sueltan de estas amarras del posesivo Yo… A nivel religioso y nivel civil público o privado…
La Espiritualidad surge de la “semilla de Dios” sembrada en mi corazón como V.O, que me da un dinamismo específico; es lo más mío de mí y lo cultivo con todo lo que haga libremente: sirviendo, compartiendo, solidarizándome, respetando, manteniendo la disponibilidad, la alegría, el sentido de totalidad en la entrega sin reservas, llegando hasta el extremo…, a quien sea, donde sea, a la hora que sea. "A mí no me quitan la vida, yo la entrego”, Jn.10, 18. Esas son las huellas de Jesús.
En la Espiritualidad Personalizada es como hemos visto: la voluntad de Dios es el “hilo conductor” y el V.O “la aguja” que dibuja la personalidad, que no está determinada por la función que desempeñe, personal o institucionalmente, ni por el lugar donde viva, ni por la edad que tenga…, sino por la intensidad, la disposición, la actitud con que se viva y quiera “llegar hasta el extremo…”, cumpliendo la voluntad del Ser Trascendente. Trascendiendo los intereses del YO para asumir solidariamente lo mejor para el Otro y así beneficiarnos los dos. Al Otro como a mí…, (Jn. 15,12).
La Divinidad sigue humanizándose… ¿Y eso no es depender de alguien fuera de mí? Si es así…, no soy libre. Es cierto; pero no hay nada ni nadie más mío que el Ser Trascedente que está presente en mí y me conoce más que yo mismo a mí porque es quien me da vida. Me conoce a mí más que yo mismo. Por tanto, hacer la voluntad del Ser Trascendente es hacer lo mejor para mí y para el otro. Ahí está la raíz de mi libertad. Hacer lo que el YO quiera es libertinaje que me esclaviza, me encierra en mí y me destruye porque soy un esclavo del YO.
Viviendo la Fidelidad Creativa a mi V.O., así se va definiendo un estilo de vida y va apareciendo dibujada, por el quehacer cotidiano, una personalidad: EL SIERVO, LA SIERVA, leer despacio: Is. 42,1-9; porque nos mantenemos en relación continua con Dios tenemos una Espiritualidad Personalizada apoyada en lo más íntimo de mí ser: mi Valor Originario. La semilla de Dios. Lo que me sacó de mi casa, lo que le da sentido a mi vida…, la fidelidad creativa es lo que me hace crecer desde mi interior y no dejarme determinar por lo que viene de fuera y que rechazo…, lo importante está dentro, no en la envoltura por bonita que sea…, (Mt. 15,11).
Continuando esta lógica nos podemos preguntar: ¿qué es lo que le da sentido a mi vida y dónde y cómo lo vivo? ¿Para qué salí de mi casa? ¿Con quiénes y cómo estoy viviendo? ¿Cuál es mi Absoluto personal, lo innegociable de mi Opción Vital? Qué es lo que más me determina en el actuar: ¿el Yo ó el Otro? ¿A mí lo mío o al otro como a mí?…, ¿Qué me impide ser libre para escoger “a Mí o al Otro?…
Ahora, podemos estar claros y seguro de qué es lo determinante en mis relaciones con Dios, con el Otro y con la Naturaleza… Y en qué consiste el ser persona libre…
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