República Dominicana es el destino turístico número uno del Caribe. Nuestro clima, nuestras playas paradisíacas, la inversión constante de las grandes cadenas hoteleras internacionales y la hospitalidad de nuestra gente nos han permitido mantener esta posición privilegiada de liderazgo en la región. Hoy, el país cuenta con más de 90,000 habitaciones hoteleras y una infraestructura turística en constante crecimiento.
Sin embargo, más allá del sol y la playa, de la oferta de golf o el desarrollo del turismo inmobiliario, hay una pregunta que cada vez más gente del sector se hace: ¿podría la gastronomía dominicana convertirse en una herramienta estratégica eficaz de promoción turística?
Según ONU-Turismo: “La gastronomía es mucho más que cocinar; refleja el patrimonio cultural, la tradición y el sentido de comunidad de cada pueblo, y es una vía para fomentar el entendimiento entre culturas”.
El turismo gastronómico es mundialmente conocido como el viaje que se realiza para vivir la experiencia culinaria de un destino: degustar platos típicos, descubrir productos locales, participar en festivales o clases de cocina. España, Italia, Perú, Francia, México y Tailandia son países donde la cocina se ha convertido en símbolo nacional y en motor de atracción turística.
Países como España, con su ruta del jamón ibérico; Italia, con las del vino y la famosa ruta de la Toscana; o México, con sus 18 rutas gastronómicas —entre ellas la célebre de los mil sabores del mole—, entendieron que la cocina puede ser tan atractiva como un monumento o una playa.
El turismo gastronómico puede convertirse en un complemento estratégico que diversifique nuestra oferta y fortalezca nuestra marca-país
Francia consolidó su prestigio a través de la alta cocina y de escuelas emblemáticas como Le Cordon Bleu. México logró que su gastronomía fuera declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Y Perú, quizás el caso más inspirador, transformó su cocina en una política de Estado: la fusión de sus ingredientes autóctonos con técnicas internacionales convirtió a Lima en capital gastronómica de América Latina y a su cocina en símbolo de identidad nacional.
Nuestro país cuenta con gran talento culinario. Figuras como María Marte, única chef dominicana con dos estrellas Michelin; Inés Páez Nin (Chef Tita), reconocida como embajadora de la cocina criolla; Ana Lebrón, Patricia de Marchena, Emile Vega, Diana Munné, Martín Omar, Paulette Tejada, chef Joe, entre otros, han demostrado que el arte de cocinar puede competir con los mejores del mundo.
Sin embargo, la pregunta constante es: ¿cuáles son los platos emblemáticos que podrían posicionarnos a nivel mundial? ¿Cuáles podrían ser tan reconocibles como el ceviche peruano o el taco mexicano?
¿Nuestra “bandera” (arroz, habichuelas y carne), el sancocho, el mofongo, el pescado con coco, el filete a la chinola, el chivo guisado o los postres tradicionales como el arroz con leche y el flan de caramelo? Son todos tesoros culinarios que aún esperan su internacionalización.
Para que la gastronomía se convierta en una verdadera herramienta de promoción turística, es necesario definir una estrategia nacional. Las asociaciones hoteleras, los clústeres turísticos y el propio Estado deben consensuar una oferta culinaria exportable, coherente y de alta calidad.
No se trata solo de destacar la variedad de restaurantes internacionales en Santo Domingo, sino de perfeccionar y estandarizar la cocina dominicana como sello de identidad. Participar activamente en ferias gastronómicas internacionales —como Madrid Fusión— o realizar festivales gastronómicos coordinados por nuestras embajadas y oficinas de promoción turística en el extranjero serían pasos concretos para visibilizarla.
Asimismo, crear alianzas con escuelas internacionales de gastronomía podría posicionar al país como un centro de formación culinaria del Caribe. La instalación de restaurantes dominicanos en mercados emisores como Nueva York, Madrid o Miami —dirigidos no solo a la diáspora, sino al público internacional— ayudaría a generar curiosidad y deseo por conocer el destino.
El turismo gastronómico, bien concebido, puede convertirse en un complemento estratégico que diversifique nuestra oferta y fortalezca nuestra marca-país. Para lograrlo, debemos evitar improvisaciones y esas grandes campañas de publicidad sin base sólida. Primero, hay que fortalecer la oferta, profesionalizar el servicio y definir la identidad culinaria dominicana. Solo entonces podremos invitar al mundo, con orgullo y sabor, a descubrir un país donde cada plato es también una historia y una gran celebración de lo que somos.
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