Un jueves, Rosanna recibió una llamada devastadora: su hermana tenía tres nódulos en el seno izquierdo. El viernes de la semana siguiente llegó el alivio: solo quistes. Pero su sufrimiento fue real, diez días de mal dormir, ansiedad, tristeza, ira, dolor.
En el mundo del cáncer existe una dimensión invisible: la angustia de la espera. Mientras los escáneres revelan tumores en milímetros, nadie mide la tortura emocional de pacientes y familias atrapados en el limbo de los resultados.
En nuestras comunidades, aunque algunas personas hablen abiertamente de su enfermedad, el cáncer sigue siendo tabú. Se habla en susurros, se oculta por vergüenza, superstición o porque no es bueno para el negocio. Pero el silencio no elimina el dolor: lo dispersa. Los pacientes desarrollan depresión, insomnio, ansiedad crónica. Los cuidadores cargan con el doble peso del miedo propio y ajeno.
El cáncer no se combate solo con medicinas. Necesitamos acompañamiento emocional, respeto por el silencio elegido y un sistema de salud que reconozca el sufrimiento invisible. Porque en esta batalla, los tumores más dañinos viven en el alma.
Merliz Rocio Lizardo Guzmán. Aprendiz de la Conducta Humana
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