Cuando de manera ociosa nos planteamos releer un libro, podría significar que algo de adentro nos está haciendo un llamado de que la primera lectura no bastó, sin importar el tiempo en que se hizo; que es el momento de volver a correr la página y la mirada, bajo el entendimiento de que ya es hora de ser “amamantado” de nuevo por esa madre nutricia de vida y sabiduría que constituye el libro al releerlo.

Volver a degustar páginas que en un momento dado de nuestras vidas leímos con sueño de adquirir conocimientos; de volver a llegar donde físicamente es imposible, aunando, esta vez, la experiencia anterior como si fuera la primera vez. Volver a degustar páginas que en un momento dado de nuestras vidas se leyeron con sueño de conocimiento, de llegar a donde físicamente es imposible, nos hace pensar que podría ser el momento de experimentar, a posteriori o quizás no, de demostrarse, bajo la sombra tibia de la relectura, que fuimos buenos o malos hijos para con el libro y sus enseñanzas milenarias.

Solo el hecho de plantearse releer un libro ya es un llamado de luz, de renovar votos con lo que hemos aprendido del vivir y que esas páginas fueron nuestras guías y que al releerlas demostramos si hemos crecido por dentro para hacernos mejores, que en el trato con los demás y nosotros mismos podría no haber bastado. De ahí que releer sea un acto de madurez para con la vida vivida, según la entendamos en el día a día.

Releer es un acto de madurez que revela cuánto hemos crecido interiormente al reencontrarnos con las enseñanzas profundas de los libros.

El releer tiene que ver con la luz que nos acompaña. No bien nos aclara el camino interior, no se sabe qué pasa con él, adónde se ha ido a vivir el que lo transita, si es a otro cuerpo llevado por el viento o alguien que esté haciendo lo mismo, releyendo para encontrar el camino perdido, vuelto a encontrar tras el acto de sabiduría que es releer.

Releer es una aventura ya sin buscar conquistar nada. Ningún castillo, ninguna amada, ninguna sed de justicia y mucho menos reivindicar el pasado. Es tan solo comunicación con humildad ante el eterno dador que es el libro y que, con una lectura, con algunos libros, tampoco basta.

Libros para releerse con sueño de comunicación trascendental (cada lector tiene los suyos): la Biblia, la Odisea, La Divina Comedia, don Quijote, El Corán, Rayuela, Pedro Páramo y Cien años de soledad. Hay que reconocer que no somos los mismos después de releerlos; a la vez que se puede decir lo mismo de esa novela, ese cuento, esa poesía, esos trozos de vidas sabias nacidas para dar luz, que se consigue en lecturas y relecturas. Esas relecturas significan que es verdad que hemos aprovechado esas enseñanzas de sabiduría para con la vida. De ahí con cierto desparpajo sostengo que releer es un acto de madurez y fidelidad para con ese legado de tantos siglos que se llama leer un libro para soñar, en principio, con la vida que no se tiene; con el lugar que siempre se pensó que no se podía ir.

Releer no es una obligación impuesta, es un acto de amor al gran conocimiento atesorado por el hombre y su memoria, para que no se vaya definitivamente a no se sabe qué región de la vida íntima del corpus terrestre, sino que deje el halo imperceptible que le da un libro a la certeza de que no se ha vivido en vano.

Se relee porque hemos comprendido que en la primera lectura algo nos faltó y la segunda es pura espontaneidad gozosa, que nos da luz sobre la sombra de esas páginas para tener más luz para el camino transitado tanto dentro como fuera. Es la magia que no se sabe que tiene hasta tanto no se relee; acto que en la poética de esas páginas adquiere otra significación mayor o menor de acuerdo al gusto del lector, a la sabiduría. Un buen libro nunca se termina de leer, por ejemplo, la poesía, ocurriendo lo mismo que con la filosofía, la mística. Releer siempre arroja nuevas capas a la sensibilidad.

No releer es perderse en un camino que se empezó a transitar, que supuestamente se caminó. No releer es como tocar un cuerpo y no volverlo a tocar amándosele, deseándosele.

Amable Mejia

Abogado y escritor

Amable Mejía, 1959. Abogado y escritor. Oriundo de Mons. Nouel, Bonao. Autor de novelas, cuentos y poesía.

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