El lector lo sabe sin que se lo digan. El placer de leer cuentos está por encima de los demás géneros literarios, debido a tantos atributos que se pierden en la Mil y una noches. La razón no es la brevedad y podría serlo; no es la condensación de la historia y sus paradojas paralelas a la vida, y también podría serlo; no es porque podría aturdir y colocar a la orilla del precipicio emocional, dependiendo de la capacidad del lector ante saber leer y dejarse provocar y a la vez tener la última palabra.

Leer cuentos y especifico el cuento. Es el que el amante de leer cuentos busca y cuando lo encuentra, si escribe cuentos, sueña con emularlo. De ahí que cada escritor de cuentos anda detrás de ese cuento a ciegas porque con la luz encendida siente duda de lograrlo.

Todo lector de cuentos crea su propia antología al igual que el que lo escribe bajo todas las dudas del mundo. El cuento es un género de dudas, sobresaltos y angustia contenida; porque no lo encuentra el que lo busca; sino que todo cuento encuentra su lector, a diferencia de los otros géneros. Cuando resalto que el cuento que ha de convertirse en nuestra pesadilla es quien busca su lector es porque solo las cosas que encuentran su camino son las que valen la pena ser recordadas, porque el cuento siempre está revestido de un lenguaje de pájaros parecidos a las aves fénix. El cuento en la memoria del lector, pues siempre resurge de su ceniza. Siempre el lector es su nicho, siempre el volver a su camino (total paradoja metafísica).

Todo cuentista tiene su cuento de obsesión al igual que el lector, que va sembrando en el mar sus predilecciones. El lector de cuentos no hace alarde de sensibilidad enferma sino de una maldad intrínseca que posee todo buen cuento, aunque esté revestido de inocencia. La inocencia de un buen cuento es la condena que encierra como condensación de la sabiduría eterna, que siempre da entre el pecho y la espalda.

La lectura de un buen cuento nos deja frágiles por la razón harto sabida, porque la profundidad en su lectura es morir un poco de desaciertos, de cómo puede confluir todos los encuentros convirtiéndose en desencuentros, porque lo que busca o tiene como fin desorientar, al abrir explicaciones busca fragmentarnos, desconcertarnos llevando y trayendo desasosiego a la existencia paradojal, su lectura.

Como lector y relector del cuento cuando busco no encuentro y si encuentro es porque no ando buscando. ¿Qué? En mi caso lo desconozco porque cuando busco “comprender” un buen cuento, me encuentro conmigo mismo, que es donde radica mi perdición como memoria acumulativa de sensaciones y paradojas de la existencia que, en vez de producirme placer, me agobian. Llegando a la conclusión que eso solo lo puede dar la lectura del cuento. Por ser el género cuyo placer de leerlo está por encima del placer de escribirlo. Cualquiera puede leer un buen cuento, pero no pensar en escribirlo.

Amable Mejia

Abogado y escritor

Amable Mejía, 1959. Abogado y escritor. Oriundo de Mons. Nouel, Bonao. Autor de novelas, cuentos y poesía.

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