El jefe de la tribu sueña con un número, o se lo imagina mientras se lava la cara en el lago, y desde ese momento inicia la predestinación de una cifra que resistirá todas las mediciones locales y las revisiones foráneas.

El número puede ser, por ejemplo, cuatro (un chin más o un chin menos). El jefe de la tribu lo meterá en su macuto, subirá con él hasta su oficina del último piso y lo mostrará maravillado a sus nitaínos, los cuales celebrarán sin reservas la revelación, con excepción, quizás, de un par de ellos que se mirarán escépticos, pero que permanecerán callados para evitar el ostracismo.

«Cuatro (un chin más o un chin menos)», repetirá con júbilo el jefe de la tribu, asegurando con su autoridad arrogante, alimentada por décadas de lambisconería de lametones profesionales, que es una señal inequívoca del behíque que lleva las cuentas, propias y ajenas.

La predicción bajará un par de pisos donde naborias hacendosos y sin malicia harán el esfuerzo por emparejar realidad y vaticinio. Los datos descenderán y ascenderán montados en yagua, darán más vueltas que un taxi extraviado en Villas Agrícolas, girarán más que un trompo en piso con talco, y finalmente coincidirán con el oráculo.

El jefe de la tribu, cumplida infaliblemente su profecía, sonreirá con una mezcla de sorna e indulgencia, recordará por enésima vez el refrán del gato prieto, y rechazará con fingida modestia los elogios de su corte por ser el que más sabe de astrología, nigromancia, ocultismo, mitología y alquimia.

Eufórico con su pronóstico autocumplido, ordenará difundirlo a los cuatro vientos por todos los periódicos, por todos los canales de televisión, por todas las emisoras de radio, por todas las plataformas digitales, a través de todos los opinadores que bailan al ritmo de su areito, para que se entere el padre a quien no le alcanza el dinero para comprar a sus hijos los útiles escolares, la madre que le echa agua a la sopa porque no le alcanza el dinero para comprar algunos víveres, la abuelita a la que no le alcanza el dinero para comprar la receta médica.

En el súper, el colmado, el ventorrillo, la fritura de la esquina, ellos sentirán en el bolsillo que no es cuatro (un chin más o un chin menos) sino el doble, tal vez el triple; pero les dirán que es solo una percepción errada de internautas insomnes en que los ha convertido la sociedad de redes.

Quedará registrado (para el presente, el 28 y el Archivo General de la Nación) que el número es cuatro (un chin más, aunque lo más probable es que un chin menos), no importa que, según el meteorólogo Jean Suriel, llueva, truene o ventee. La cifra tendrá poder de sentencia irrevocable porque el jefe de la tribu (el lonco, Oubutu, Kgosi, Obai), nunca se equivoca (o eso nos han hecho creer).

Luis Martín Gómez

Escritor, periodista

Periodista. Escritor. Fue Director de comunicación del Banco Central de la República Dominicana.

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