La sociedad dominicana ha desarrollado significativamente una cultura ambiental. Ese fenómeno sociológico se ha evidenciado en los movimientos sociales que se han generado en la República Dominicana durante las últimas décadas, en defensa de la preservación de los recursos naturales.
El país debe celebrar el hecho del reclamo de la sociedad para que no se tocara el Jardín Botánico Nacional, frente al proyecto vial del Gobierno dominicano para la ampliación de la Av. República de Colombia. Hemos logrado lo que todos deseábamos, no tocar este espacio tan simbólico, el cual constituye un santuario para nuestra nación, amado y visitado por casi la totalidad de los dominicanos.
Los dominicanos inician su relación con el Jardín Botánico Nacional desde su niñez o adolescencia, internalizando su valor patrimonial. Esto significa que no había otra manera humana de abordar, políticamente, esta situación, que no fuera del modo en que lo logramos.
Debemos reconocer que el propio presidente de la República, Luis Abinader, había asegurado que no se tocaría el Jardín Botánico. Valorar, de igual forma, los elementos técnicos aportados por los miembros de la Comisión Ambiental de la UASD. Ellos jugaron un papel formidable al ofrecer las orientaciones necesarias para que la ciudadanía pudiera formarse una idea correcta de los acontecimientos que se produjeron alrededor del mencionado proyecto de ingeniería, el cual impactará positivamente en el tránsito.
Una conclusión final, para que podamos extrapolar dicha experiencia a situaciones futuras, es que en casos como éste, la comunicación debe ser lo más efectiva posible, y que la diplomacia siempre será la mejor vía para resolver las diferencias políticas en situaciones de conflicto. Hemos salido bien al inicio del proyecto, pero nos falta todavía un largo camino por recorrer y debemos hacerlo correctamente.
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