El expansionismo ha acompañado a la humanidad desde sus orígenes. Podría decirse que es tan antiguo como la propia existencia del ser humano, y aunque en ocasiones parece entrar en decadencia —sobre todo porque la Tierra es finita—, en realidad evoluciona al mismo ritmo que nosotros. Aún no hemos terminado de explotar los recursos de nuestro planeta cuando ya colocamos cimientos en la Luna y miramos hacia otros planetas. En pleno siglo XXI, las naciones todavía se enfrentan por territorios y recursos, y dentro de los propios Estados, empresas y grupos de poder se disputan espacios de dominio.
Algunas naciones se expanden mediante la guerra, otras a través del comercio y la economía, y otras con el crecimiento de su población. Los caminos varían, pero el objetivo es común: expandirse. Incluso en épocas de relativa calma, el impulso de conquistar, controlar o influir persiste. Y aquellos países cuyos líderes no comprenden esta dinámica corren el riesgo de ser absorbidos, dominados o controlados por otros, incluso sin que estos sean necesariamente más fuertes, sino más conscientes de la necesidad de expandirse.
En la actualidad vemos ejemplos claros:
- China utiliza su poder económico para expandirse a través de la Nueva Ruta de la Seda, con inversiones en puertos, carreteras y telecomunicaciones en más de 60 países.
- Estados Unidos mantiene su influencia global no solo con su poder militar, sino con la fuerza de sus empresas tecnológicas, culturales y financieras, que marcan la pauta en gran parte del mundo.
- Rusia ha retomado la vía bélica, como muestra la guerra en Ucrania, que no solo tiene un trasfondo territorial, sino también geopolítico.
- India crece de manera demográfica y tecnológica, utilizando su capital humano para expandir su influencia en sectores como la informática y los servicios digitales.
- Incluso países pequeños, como Catar o Emiratos Árabes Unidos, han expandido su poder a través del deporte, la aviación y las finanzas, posicionándose muy por encima de lo que sus dimensiones geográficas permitirían prever.
Para los países en desarrollo este tema es crucial. No se trata únicamente de buscar la expansión territorial, sino de evitar ser sometidos por las naciones con mayor capacidad de proyección. Siempre habrá alguien que desee lo que otro posee, y mientras la sociedad no trascienda sus instintos más primarios, esa lógica permanecerá. De ahí la importancia de establecer políticas claras para proteger lo que se ha construido con sacrificio, esfuerzo y, en muchos casos, con la gracia de Dios y el talento de su gente.
El verdadero desarrollo de los países estará condicionado por la forma en que asuman el expansionismo
El verdadero desarrollo de los países estará condicionado por la forma en que asuman el expansionismo: qué tipo de expansión buscan y bajo qué caminos la impulsan. La dimensión bélica nunca desaparecerá del todo; siempre estará presente, ya sea para conquistar o para defender lo que se tiene. Pero en la actualidad, donde la tecnología avanza de manera vertiginosa, donde el mundo está interconectado y las sociedades acceden cada vez más a información y conocimiento, el deseo humano de alcanzar más y más no se detiene. Aún no hemos trascendido como especie.
Todavía vemos expansionismo por razones de religión, de ideología, de raza o simplemente de poder, además del económico. Sin embargo, hay una forma de expansión que podría transformar el rumbo de la humanidad: la expansión del conocimiento. Aunque sus frutos plenos aún no se han visto, es quizá la más prometedora. No obstante, si no se gestiona bien, también traerá consigo un nuevo tipo de desigualdad: la de los “analfabetos tecnológicos”, personas dependientes de las máquinas incluso para las tareas más simples, carentes de análisis crítico y con una autonomía mental cada vez más reducida.
El futuro, en gran medida, dependerá de si logramos orientar el expansionismo hacia esa forma positiva: la expansión del conocimiento, de la creatividad y de la capacidad crítica. De lo contrario, seguiremos atrapados en la misma dinámica milenaria: conquistar y ser conquistados.
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