En la década de los años 70, los sectores pobres y marginados de nuestro país se llenaron de una presencia eclesial verdaderamente profética, barrios y campos se convirtieron en el espacio de una generación de consagrados que convirtieron las lomas y los callejones en su convento. De este proceso de inserción nació un sólido trabajo de base que consistió en organizaciones campesinas, barriales, de mujeres, de jóvenes y cooperativas. En la medida en que la sociedad dominicana enfrentaba nuevos desafíos el trabajo anterior mutó desde una sociología que la podemos reducir a la siguiente frase “democracia es participación”. Entonces el trabajo de las organizaciones tomó una forma técnica desde un modelo de coalición de organizaciones que sin alejarse de la base pusieron el énfasis en los problemas comunes y estructurales. De tal manera, que por muchos años aquellos que se habían formado en los clubes barriales o en los grupos juveniles parroquiales se convirtieron en líderes con herramientas formales y técnicas que ocuparon con fuerza y coraje el reclamo por una democracia en donde todos caben. La rápida aparición de las tecnologías de la comunicación y la conciencia de como las desigualdades afectaban estructuralmente a cada persona produjo un tercer movimiento: “la democracia reivindicativa” en donde se experimentó una ruptura de lo comunitario y se generó una atomización de las demandas en grupos focalizados. Por lo cual podemos situar esquemáticamente en estos tres momentos grupos como las comunidades Eclesiales de Base, instituciones de la sociedad civil como Participación Ciudadana o movimientos como Reconocido.
Ahora bien, estamos en la antesala de un nuevo modelo, que no sabemos cuál es, pero podemos percibir como “signos de los tiempos” a modo de moción que algo distinto irrumpe en el escenario sociopolítico de la República Dominicana. Sospechamos que este algo tiene que ver con el lugar del “yo” en la acción y en la búsqueda del “bien común”. Por primera vez en la historia de luchas de nuestro país aquellos que siempre estuvieron en primera fila en las demandas hoy ocupan cargos importantes de la administración pública. El tema de los derechos humanos ha sido instrumentalizado de una manera tal, que con horror contemplamos como se exhiben las violaciones de derechos como un modelo exitoso de respuesta, en este cuarto momento los luchadores de las antiguas batalla actualmente son burócratas. Así que para poder entender y reorientar la acción es necesario discernimiento político, en la espiritualidad se discierne lo que viene de Dios y lo que no, en la política se debería hacer lo mismo entre lo que nos conviene y lo que no, de esto se deriva la estabilidad política, social y económica de un país.
Somos estables políticamente porque es malo para los negocios la justicia y sabemos repartir la torta entre los sectores, en ese mismo orden por estabilidad se entiende que no hay disturbios y manifestaciones y no un equilibrio de fuerzas que garanticen el bienestar de todos y la equidad.
Imaginemos ahora las sociedades como sistemas abiertos, en el que los distintos elementos que las componen interactúan como fuerzas volátiles en un esfuerzo constante por mantener el equilibrio a esto le llamaremos “estabilidad política”. La estabilidad sería entonces el resultado entre la percepción subjetiva de justicia de cada individuo y la justicia de las instituciones. En términos de Rawls, estaríamos hablando de la congruencia entre el sentido de justicia y la forma en que las instituciones son justas en sus respuestas. Así que el Estado mismo tiene por vocación la justicia y sus miembros deben entender que esta no es una moneda de intercambio. En ese marco se propone algunos criterios abiertos para el discernimiento político en nuestro país y poder garantizar un Estado estable a las siguientes generaciones:
- El criterio de no mesianismo garantizaría la estabilidad social en su dimensión cooperativa. En otras palabras, la resolución de problemas, el bienestar de todos y el orden sano de las cosas es el esfuerzo de todos. No habrá una persona que nos vendrá a salvar, nos salvamos juntos. Este criterio quiere evitar un Fidel Castro, un Hugo Chávez o un Ortega en la República Dominicana. Los grandes dictadores de la historia se aprovecharon de los sentimientos de resentimiento y decepción social para acceder al poder y terminaron en ser gobiernos autoritarios y privadores de libertades.
- El criterio de identidad. En una guerra, está claro que el bien común es la paz, en una dictadura, está claro que el bien común es la democracia, pero una vez conseguido todo esto, cada uno tiene que definir cuál es el bien para sí mismo y el bien común no aparece tan claro a la vista. Así que la creación de narrativas políticas intenta atraer a las personas, convencerlas que una determinada acción o proyecto es lo mejor para todo, pero vemos con horror como se valen de los medios de comunicación y las redes sociales para crear oposición entre grupos que tengan ciertas diferencias marcadas y asignando a unos atributos que muchas veces son falsos.
- El criterio de vulnerabilidad civil. Históricamente en Latinoamérica es el Estado mismo quien ha violentado los derechos, la banda colorá de Balaguer, los falsos positivos en Colombia, el martirio de Monseñor Romero en el Salvador, por mencionar casos conocidos, por ejemplo, en Santo Domingo, en la misma línea de metro tenemos estaciones con nombres antagónicos desde la historiografía dominicana, Mamá Tingó, Joaquín Balaguer, Amín Abel Hasbún. El modo en que al otro le violentan sus derechos es el modo en que conmigo también lo harán, de acá entonces el presupuesto de que todos participamos de la misma vulnerabilidad civil. Se ha denunciado que las deportaciones se hacen de madrugadas, irrumpiendo en las casas sin una orden de un juez. Pues así mismo ocurrió en los Guandules cuando iniciaron los desalojos para el nuevo Domingo Savio. O cuando un policía se siente con la autoridad de disparar al joven del barrio, también lo hará al joven hijo del empresario, entonces defender los derechos de uno es defender los derechos de todos.
Tener criterios que nos ayuden decodificar las dinámicas políticas que pueden ser perjuiciosas sería aprender de forma práctica del pasado y de la experiencia de otros pueblos para no caer en los mismos errores. No se necesita una mano dura, necesitamos elegir hombres y mujeres honestos y eficientes. No debemos permitir que nuestra vida siempre esté siendo manipuladas con emociones políticas como el miedo para distraernos de las cosas importantes, o que personas que no comparten mis valores y principios se disfracen de lo que yo creo para engañarme y hacerme apoyarlos, tampoco puedo ser tan ingenuo de creer que otros perderán derechos menos yo. Si permitimos que el mal sea la solución a los problemas de nuestro país estamos reconociendo verdaderamente que hemos elegido la barbarie como forma de vida y nos estamos jugando los fundamentos del Estado nación que son la justicia y las garantías de un mínimo de bienes que posibilitan la dignad humana.
Dicho todo esto, quizás la cuarta ola del trabajo social en la República Dominicana pase por un retomar la base equipando a los grupos, asociaciones y movimientos no solo de herramientas técnicas, sino también de herramientas éticas que permitan un discernimiento más amplio desde la lógica del sistema. Instalar capacidades que no vayan solo en el orden de tematizar la propia vulnerabilidad en relación con las estructuras que perpetúan las desigualdades en el país, sino también en ayudar avanzar en el diálogo interior que forja una consciencia moral del propio bien en relación con el bien común. Y es que en la actualidad vendemos a los inversionistas la estabilidad política del país como un capital a favor de cualquier inversión, pero no es una estabilidad que nace de un acuerdo social, en donde la mayor parte de los intereses de la población se vean representados. Pero junto con esta estabilidad hay otro paquete, y es la corrupción. Somos un país establemente corrupto. El mensaje en el fondo es, invierta en República Dominicana y el Estado es garante de sus violaciones: construya un hotel le impedimos el paso a la playa a la población, dirija un ingenio y le regalamos toda el agua de la zona, haga una mina y nos haremos de la vista gorda con las leyes medioambientales y si le hace falta mano de obra barata, ahí tenemos a los haitianos, porque en República Dominicana la informalidad es nuestra especialidad. Somos estables políticamente porque es malo para los negocios la justicia y sabemos repartir la torta entre los sectores, en ese mismo orden por estabilidad se entiende que no hay disturbios y manifestaciones y no un equilibrio de fuerzas que garanticen el bienestar de todos y la equidad.
A modo de conclusión podemos parafrasear a Hanna Arendt en sus ideas sobre poder, política y democracia que el verdadero desafío de la política no es solo evitar la tiranía, sino construir un espacio donde la justicia y la libertad puedan coexistir en armonía. No podemos cansarnos y decepcionarnos en la búsqueda de una sociedad en donde todos podamos tener una vida pacífica, justa y digna.
Compartir esta nota