Irradia tu belleza,

anuncia poder divino,

canta la esperanza

con tonos verdes,

contempla la armonía arbórea,

saborea la quietud esplendorosa

de las plantas,

goza el silencio hablante de los frutos.

Señor, tu presencia vibra

en la hondura y superficie del campo;

tu gracia salvífica lo inunda

y nos sorprende

el murmullo de los ríos,

la risa de los troncos,

la nostalgia de la noche,

las emociones del viento,

los sentimientos del sol.

Con tu inspiración celestial

el campo enciende

la esperanza de las estrellas,

el escándalo del trueno,

las ilusiones del mar,

el éxtasis de las flores

las dudas de la luna,

las inquietudes del aire,

la fe de los campesinos.

El campo es don de Dios

que nos aporta efluvios sagrados,

intuición sobrenatural

y sueños dorados.