El Derecho Público —especialmente en sus ramas Constitucional y Administrativa— constituye el conjunto de normas que regulan la organización del Estado, la distribución del poder y las relaciones entre éste y los ciudadanos. Sin embargo, esas normas no son entes aislados ni pueden comprenderse en su totalidad únicamente desde la dogmática jurídica. Por el contrario, el Derecho Público encuentra su fundamento, sentido y eficacia en el entramado social y político donde surge, razón por la cual su comprensión requiere necesariamente de un diálogo constante con la Ciencia Política. Un jurista que aspire a ser completo, crítico y efectivo debe transitar ambos caminos: el jurídico y el politológico.

El Derecho Constitucional y el Derecho Administrativo regulan, en última instancia, el ejercicio del poder político. La Constitución establece las bases de legitimidad, los límites a los órganos estatales y los derechos fundamentales de los individuos; mientras que el Derecho Administrativo desarrolla la acción concreta del Estado en la gestión pública. Pero tanto la norma constitucional como la administrativa son expresiones formalizadas de dinámicas de poder subyacentes. Sin comprender esas dinámicas, el jurista corre el riesgo de confundir la letra de la norma con su realidad social, reduciendo su análisis a un formalismo vacío.

La Ciencia Política, en cambio, estudia la naturaleza del poder, su distribución, las instituciones, los sistemas de partidos, la opinión pública y las prácticas sociales que configuran la vida política. Esta disciplina no se limita a describir normas, sino que analiza los comportamientos, intereses y conflictos que determinan cómo se crean, aplican y transforman esas normas. En este sentido, la Ciencia Política provee al Derecho Público de un marco crítico: le recuerda que el poder no es un concepto abstracto, sino una relación social, y que el derecho solo puede entenderse plenamente a la luz de las fuerzas políticas que le dan origen.

Pretender estudiar el Derecho Público sin Ciencia Política equivale a analizar únicamente la fachada de un edificio sin interesarse por sus cimientos. Un constitucionalista que ignore el sistema de partidos difícilmente podrá explicar la forma en que se designan los jueces constitucionales, la estabilidad de los gobiernos o el grado de cumplimiento efectivo de la Constitución. De igual modo, un administrativista que desconozca la dinámica de la burocracia, el clientelismo o las teorías de gobernanza, estará incapacitado para comprender los límites reales de la discrecionalidad administrativa o el alcance de los mecanismos de control.

La relación entre Derecho Público y Ciencia Política no es de subordinación, sino de complementariedad. El jurista encuentra en la Ciencia Política categorías de análisis que enriquecen su visión: legitimidad, participación, representación, accountability, gobernabilidad, entre otras. Estos conceptos, al ser incorporados al discurso jurídico, permiten evaluar no solo la validez formal de una norma, sino su eficacia y justicia en el contexto social. Por su parte, el politólogo se beneficia del Derecho Público al comprender cómo el ordenamiento jurídico canaliza, limita o institucionaliza las luchas de poder.

Desde una perspectiva práctica, el profesional del Derecho Público que se nutre de la Ciencia Política adquiere herramientas que lo vuelven más completo y efectivo. No se limita a citar preceptos constitucionales o administrativos, sino que interpreta su aplicación a la luz de las dinámicas políticas concretas. Esto le permite anticipar los posibles efectos de una reforma constitucional, diagnosticar las causas de la ineficiencia administrativa o proponer soluciones jurídicas viables en escenarios de alta conflictividad política. Así, su aporte no es meramente técnico, sino estratégico y crítico.

En definitiva, no se puede tener una comprensión cabal del Derecho Público sin una profundización en la Ciencia Política. La primera disciplina ofrece la estructura normativa; la segunda, la clave interpretativa para comprender la vida real del poder. La convergencia entre ambas constituye el punto de partida indispensable para un jurista que no solo quiera dominar la teoría, sino también transformar la práctica. En un mundo donde las instituciones enfrentan desafíos de legitimidad, eficacia y justicia, la formación interdisciplinaria en Derecho Público y Ciencia Política no es un lujo académico, sino una necesidad profesional y democrática.

José Manuel Jerez

Abogado

El autor es abogado, con dos Maestrías Summa Cum Laude, respectivamente, en Derecho Constitucional y Procesal Constitucional; Derecho Administrativo y Procesal Administrativo. Docente a nivel de posgrado en ambas especialidades. Maestrando en Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Diplomado en Ciencia Política y Derecho Internacional, por la Universidad Complutense de Madrid, UCM.

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