En torno a Heidegger se tejieron relaciones muy complejas y que han estimulado a muchos investigadores a estudiar esos vínculos personales. Por obligación Edmundo Husserl ocupa la principalía, debido a que fue maestro de Heidegger y quien lo formó como filósofo. No es extraño que Ser y Tiempo esté dedicado a Husserl (A Edmund Husserl con admiración y amistad. Todtnauberg, Selva Negra, 8 de abril de 1926), y que a la vez obligue a analizar a fondo que a partir del 1941, en la edición quinta, Heidegger eliminara dicha dedicatoria. Hecho ocurrido tres años después de su muerte en 1938. El desinterés de Heidegger por la muerte de quien fuera su mentor y la eliminación de la dedicatoria, justo cuando los nazis se expandían en Europa, es una de las señales de la afinidad de Heidegger con ellos y al hecho de que Husserl fue judío.

La obra de Edmundo Husserl (1859-1938) tiene un nombre filosófico: Fenomenología. Es una suerte de noria responsable de muchos ríos filosóficos, algunos caudalosos, y grandes autores alemanes, franceses, italianos, españoles y hasta latinoamericanos que le deben su influencia. Algunos nombres deudores de Husserl y la fenomenología: Martín Heidegger, Edith Stein, Hannah Arendt, Karl Jasper, Jacques Derrida, Emmanuel Levinas, Paul Ricoeur, Max Scheler, Hans-Georg Gadamer, Ortega y Gasset, Manuel Maceiras a través de Ricoeur y Dussel a través de Levinas. Influencia no significa discipulado, y es lo que menos se desea de la relación maestro-discípulo. Siempre evocamos en ese aspecto un dicho de Aristóteles, “soy amigo de Platón, pero más de la verdad”.

Las miles y miles de páginas escritas por Husserl están al cuidado de la Universidad de Lovaina en Bélgica. Falta mucho por publicarse. Husserl no es fácilmente abordable, ni su pensamiento claro y asequible. Su estilo es el típico de un filósofo germano: oscuro, abstracto, lleno de sutiles análisis, de agudas disquisiciones para averiguar los distintos matices de una idea o un tema. Este juicio lo emite Teófilo Urdánoz Aldaz, fraile dominico que completó la magna obra de Guillermo Fraile, compañero de la orden de Santo Domingo, que inició una de las grandes Historias de la Filosofía de la segunda mitad del siglo XX.

Husserl parte de la inclinación natural del ser humano hacia lo material y lo útil. Nuestra condición biológica y los contextos culturales en que todos nos formamos explica ese tendencia. Con el desarrollo de la ciencia moderna esa tendencia se ha acentuado y el capitalismo empujó de manera avasallante el interés por lo útil y el rechazo a lo que no aportara beneficio. Esa es la cuestión que desata el interés de Husserl, su punto de partida por entender la “actitud natural” y que enfrenta la fenomenología, debido a que no satisface el sentido profundo que anhela nuestra individualidad, ya que es un fragmento de la realidad humana. Probablemente la parte menos significativa.

Modificar la “actitud natural” viene a ser nada menos que un imperativo humano, un acto moral fundacional. No es simple epistemología. La tarea es liberarse de esa fortísima inclinación natural, naturalista, mediante una poderosa reflexión (lo señala Sánchez-Migallón). Es la tarea que define la filosofía cuando es verdaderamente enfrentamiento con lo que hay y no servil comentarista de los discursos ideológicos, que son en último término la máscara del poder y de lo útil.

Husserl asume que el sentido verdadero de la realidad humana demanda una reflexión que permita contemplar la vida humana más allá de lo útil y lo práctico, por supuesto sin negarlo. Tal como lo indica Sánchez-Migallón es una actitud que contempla lo que se aparece, es una actitud fenomenológica y es también una actitud que trasciende el escenario material, es una actitud trascendental. Abrir los ojos a lo que hay. El procedimiento fenomenológico (o reducción fenomenológica) desarrolla una reflexión sobre la realidad natural y procura buscar su sentido. La reflexión debe trascender las creencias mundanas (las de la realidad natural), pero no negarla, ni prescindir de ella.

Afirma García-Baró que «La reducción fenomenológica no pierde nada, sino que gana, trasciende. No pierde, ni siquiera, de vista la actitud natural; sólo que al reinterpretarla, la ha modificado ya en su misma esencia. Una actitud natural objetivada, conscientemente tal hasta el final, está ya rebasada, está ya contemplada desde fuera de ella misma». Lejos de inventar una nueva ideología la fenomenología busca mantener abierta la “mirada” a todo lo que hay y como aparece. La fenomenología parte de un supuesto realista. Las cosas se aparecen tal como son. La llamada intencionalidad de la conciencia rompe la distinción artificiosa entre sujeto y objeto, pero reconoce los dos polos objetivo y subjetivo.

Y como veremos luego, ese dese esa reducción fenomenológica que es posible explicar el existencialismo. Lo segundo no hubiese sido posible sin el trabajo preparatorio de Husserl con la fenomenología y la interpretación que hace Heidegger. Sokolowski enfatiza el aspecto central de la fenomenología que será la puerta de apertura al existencialismo. «El modo como las cosas aparecen es parte del ser de las cosas; las cosas aparecen como son, y son como aparecen. (…) Las cosas no sólo existen; también se manifiestan ellas mismas como lo que son». La realidad no es una ilusión. Es una ilusión la manera en que la interpretamos en función de los intereses sociales o las creencias ingenuas. Enfatiza Sokolowski que la fenomenología puede definirse como «el estudio de la experiencia humana y de los modos en que las cosas se nos presentan ellas mismas en y a través de dicha experiencia». Desde la fenomenología se alcanzó el fundamento del existencialismo en la obra de Heidegger al explorar la experiencia humana tal como es.

David Álvarez Martín

Filósofo

Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Especialista en filosofía política, ética y filosofía latinoamericana.

Ver más