Este 27 de septiembre, la Organización Mundial del Turismo (ONU-Turismo) celebra el Día Mundial del Turismo 2025 bajo el lema “Turismo y transformación sostenible”, resaltando el potencial transformador del turismo como agente de cambio. Y es que es necesario recordar que el turismo no es solo números históricos y nuevas habitaciones hoteleras. El turismo, bien gestionado, puede ser un agente de cambio: una herramienta de justicia social, de fortalecimiento comunitario y de conservación ambiental.
El gran problema que tenemos en nuestro país —destino número uno del Caribe— es que continuamos celebrando el crecimiento sin preguntarnos hacia dónde vamos. Hemos construido un discurso apoyado en cifras macroeconómicas, pero que poco profundiza en cómo ese crecimiento impacta en la vida de las personas que habitan nuestros destinos turísticos.
Sí, cada año traemos más turistas y ampliamos la oferta hotelera con prestigiosas cadenas internacionales. Pero:
- ¿Ha mejorado la vida de las comunidades locales?
- ¿Nuestros jóvenes están preparados para incorporarse dignamente al mercado laboral turístico?
- ¿Estamos construyendo un modelo sostenible o solo un crecimiento vulnerable y dependiente?
Estas preguntas deberían formar parte del debate público, porque de lo contrario seguiremos atrapados en una visión limitada que confunde crecimiento con desarrollo.
Es imprescindible la adopción de un enfoque integrado y participativo que ponga la sostenibilidad, la resiliencia y la equidad social en el corazón del desarrollo turístico.
Debemos ajustar nuestra estrategia a la evolución de un turismo verdaderamente sostenible, donde es necesario priorizar una gobernanza eficiente y una planificación enfocada en las personas y, como bien dice la ONU-Turismo: “Es indispensable invertir en la educación y la capacitación, en particular en los jóvenes, las mujeres y las comunidades en riesgo de exclusión”.
El turismo sostenible no se sostiene con discursos, sino con la formación de personas motivadas y empoderadas. Es inconcebible que, tras 30 años de desarrollo del turismo en nuestro país, nuestras universidades tengan cada día menos estudiantes en las carreras de turismo, que el dominio del inglés en las zonas turísticas aún sea deficiente y que la oferta de formación técnica y profesional sea insuficiente. La sostenibilidad empieza por ahí: por un capital humano formado para enfrentar los retos de una industria cada vez más sofisticada y competitiva.
Hablar de sostenibilidad no es hacer campañas facilitando la recogida de basura. La sostenibilidad turística es un cambio de modelo: invertir, apoyar al emprendimiento sostenible, innovar en la gestión de recursos y crear políticas públicas transparentes que aseguren que el beneficio sea para todos, no para unos pocos. Si no entendemos esto, seguiremos utilizando el término como una muletilla de moda, vacía de contenido y sin impacto en la sociedad ni en el medioambiente.
A esto debemos añadir que el turismo es sensible al cambio climático y generador de externalidades. Una transformación sostenible requiere:
- Uso responsable de los recursos naturales: agua, energía, biodiversidad.
- Reducción de emisiones mediante transporte sostenible y energías renovables en infraestructuras turísticas.
- Conservación de ecosistemas vulnerables en costas, montañas y áreas rurales.
La transformación sostenible requiere de inversiones a largo plazo, que contribuyan a la resiliencia climática y empoderen a las comunidades. Pero esas inversiones requieren también marcos de gobernanza transparentes y participativos. Gobierno, sector privado y sociedad civil deben trabajar con un mismo objetivo: que el turismo crezca, sí, pero que crezca con un propósito.
El turismo dominicano no puede ser solo una industria generadora de divisas; debe ser, sobre todo, un agente de cambio social y cultural. Esto necesita audacia para reordenar prioridades, voluntad política para invertir en educación y visión para adaptar nuestro modelo a los retos del siglo XXI: equidad social, crisis climática y desarrollo inclusivo.
La celebración del Día Mundial del Turismo debería servirnos, más que para aplaudir cifras, para mirarnos críticamente y preguntarnos: ¿estamos construyendo un destino sostenible o continuamos en la zona de confort del libre crecimiento?
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