Caminar por nuestras avenidas no debería ser un acto de riesgo; sin embargo, en República Dominicana, el peatón es un actor invisible y vulnerable en el escenario vial. En cada cruce, la norma tácita es: primero el vehículo a motor; luego el de mayor tamaño o volumen; y, al final, el peatón. No hay una ley poderosa, eficientemente aplicada, que garantice ceder el paso al peatón. Y eso se paga con vidas.
Las señales de peligro están por todas partes:
– En avenidas donde el límite legal es de 35 km/h, los vehículos circulan a 80 km/h o más.
– En los cruces peatonales, la mayoría de los conductores no frenan ni aminoran.
– Y en las calles de una sola vía, los peatones viven un absurdo: tienen que mirar hacia ambos lados porque los motociclistas suelen venir en sentido contrario, violando la ley y multiplicando el riesgo.
El drama mayor está en los motociclistas, responsables de la cifra más alta de muertes y lesionados en accidentes de tránsito en el país. En 2023, más de 3,100 dominicanos fallecieron en siniestros viales, y los motores encabezan de forma abrumadora las estadísticas: son quienes más mueren, quienes más resultan heridos y quienes más violan la ley. El dato es tan contundente como doloroso: cerca del 70 % de las multas de tránsito se impuso a motoristas por cruzar semáforos en rojo, circular sin casco, usar las aceras, invadir túneles o conducir en dirección contraria.
Lo más alarmante es que muchas de esas violaciones ocurren a plena vista de los agentes de tránsito (AMET/DIGESETT), sin que haya persecución ni sanción. Esa impunidad en vivo y directo erosiona cualquier respeto a la autoridad, y manda el mensaje de que la ley es opcional para algunos.
He sido testigo de motociclistas que, para evadir el tráfico, suben a las aceras, se abren paso entre autos detenidos y giran bruscamente sin aviso, con total temeridad, conscientes de que la autoridad mira, pero no interviene. Esto no es un accidente: es un sistema.
Lo que advierten los expertos
Mariana Espinosa, especialista en seguridad vial en América Latina, advierte que en Santo Domingo la velocidad está detrás de casi el 80 % de los accidentes fatales. Y añade un dato revelador: basta con reducir apenas un 5 % la velocidad promedio para lograr descensos de entre 30 % y 45 % en los siniestros.
Espinosa también insiste en otros factores críticos: el consumo de alcohol y drogas al volante, y la falta de uso de dispositivos de seguridad como el cinturón, el casco homologado y los sistemas de retención infantil. Además, alerta sobre el crecimiento explosivo de las motocicletas de bajo costo en la región, que han multiplicado los riesgos en países como el nuestro.
La experiencia internacional respalda sus palabras: Bogotá redujo un 37 % las muertes aplicando límites de velocidad y rediseñando vías, mientras que en México las intervenciones con motociclistas y programas de control de alcohol bajaron las fatalidades en un 5–10 % en determinados periodos.
El mensaje es claro: no es imposible reducir la tragedia, pero se requiere decisión política, fiscalización real y cultura ciudadana.
Recomendaciones clave para República Dominicana
- Ley de prioridad peatonal real y fiscalizada: ceder el paso en cruces debe ser una obligación sancionada, no una cortesía opcional.
- Gestión estricta de velocidad: límites claros (30 km/h en zonas escolares, 50 km/h en avenidas urbanas), con reductores, pasos peatonales elevados y cámaras de control automático.
- Control severo a motociclistas: sanción inmediata a quienes usen aceras, elevados, túneles o vías en sentido contrario; obligación real de placa, seguro y licencia.
- Uso obligatorio de dispositivos de seguridad: casco homologado para motociclistas, cinturón de seguridad en todo momento y sistemas de retención infantil para menores.
- Tolerancia cero al alcohol y drogas al volante: controles aleatorios con alcoholímetros, sanciones administrativas y suspensión inmediata de la licencia.
- Rendición de cuentas a las autoridades de tránsito: la DIGESETT debe ser evaluada por su capacidad de aplicar la norma en tiempo real y sin excepciones.
- Diseño urbano seguro: iluminación, semáforos peatonales, pasos elevados, cruces protegidos y aceras amplias que devuelvan espacio al peatón.
- Cultura de cortesía vial: campañas educativas permanentes para promover respeto, cordialidad y corresponsabilidad entre conductores y peatones.
En República Dominicana, moverse a pie o transitar por nuestras calles en cualquier forma no puede ser un acto de fe. Para que la ciudad sea un espacio de vida necesitamos leyes claras, fiscalización efectiva, autoridades que hagan cumplir las normas y una cultura de respeto que ponga fin al caos. Porque caminar o desplazarse por nuestras ciudades debe ser un derecho, no una condena.
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