Paradójicamente, en su afán por reforzar la solidez del sistema financiero, los reguladores endurecieron las exigencias de capital para los bancos. ¿El resultado? El crédito empezó a migrar hacia zonas menos vigiladas, donde los fondos de inversión han tomado el protagonismo. Lo que antes era un actor marginal, se transforma en el nuevo prestamista dominante.

Fondos de inversión y empresas como Apollo Global, por ejemplo, gestiona cerca de 600.000 millones de dólares en crédito privado y aspira a duplicar esa cifra antes de 2030. Si fuera un banco, estaría entre los diez más grandes de EE. UU. y quizás del mundo. Y no es un caso aislado: todo el sector crece a ritmos cercanos al 20% anual.

¿Por qué? Porque los bancos se han retirado paulatinamente de segmentos como préstamos para las grandes empresas, hipotecas para el sector inmobiliario corporativo o los grandes préstamos sindicados. La regulación encareció el negocio de prestar, y los balances financieros no daban para más. Los fondos, sin las mismas restricciones, están ocupando el espacio. Así, lo que nació como complemento, se convierte poco a poco en sustituto.

Este fenómeno se conoce como shadow banking (banca en la sombra), aunque la “sombra” alude más al vacío regulatorio que a una verdadera opacidad. La ironía es clara: se quiso reducir el riesgo en la banca, y se terminó trasladando a un perímetro menos vigilado con actores que se mueven en la sombra.

Los bancos reaccionan como pueden. Así, algunos financian a los propios fondos que luego les compiten. Otros se asocian con ellos y juegan un rol de distribuir en el mercado de crédito los recursos que son canalizados por los fondos de inversión, lo cual no deja de ser rentable.

Regulación: el boomerang legal.

El desplazamiento se debe principalmente al marco legal y regulatorio. Basilea II, Basilea III y las normas prudenciales nacionales elevaron los requisitos de capital, haciendo más seguros a los bancos, pero también más caros ciertos tipos de crédito. Los fondos privados, al no captar depósitos, no están sujetos a las mismas reglas.

Así, el derecho bancario, aplicado con rigor en un lado, dejó libre el otro. El riesgo no desapareció, simplemente cambió de lugar. Y ahora los reguladores enfrentan un dilema incómodo: ¿extender las normas prudenciales a los fondos, con el riesgo de frenar la innovación, o tolerar un sistema paralelo cada vez más grande? La respuesta aún no está escrita, y en esa indefinición, el crédito privado, otorgado por esa banca en la sombra prospera.

¿Bancos o simples plataformas? La identidad de los bancos en juego.

La pregunta de fondo es de identidad. Durante siglos, ser banco fue sinónimo de prestar. Pero si el crédito lo administran cada vez más los fondos, ¿qué queda para los bancos? ¿Ser plataformas de pagos, socios subordinados de los nuevos gigantes en la sombra o distribuidores de productos financieros?

Cada vez más, la banca se transforma en una plataforma: conecta clientes con capital externo, organiza operaciones, gestiona riesgos…y cada vez menos presta con recursos propios. En América Latina, el fenómeno apenas comienza, pero el terreno es fértil: mercados de capitales poco profundos, necesidades urgentes de infraestructura y energía, y bancos locales con capacidad limitada.

Para los fondos globales, es una oportunidad. Para la banca regional, un desafío que puede convertirse en ventaja si logra posicionarse como puente hacia esos recursos.

El futuro de la banca no se juega solo en la digitalización o la inteligencia artificial. Se juega en conservar su lugar en el corazón del sistema: el crédito. Porque de poco sirve tener apps impecables si, al final, los mayores bancos ya no ejercen la función de prestar al público.

Referencias bibliográficas:

Angel Santana Gómez

Abogado y consultor

Licenciado en Derecho por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, PUCMM (2001). Maestría en Derecho de los Mercados Financieros de la Universidad Pontificia Comillas, Madrid (2006) y Máster en Derecho Internacional de Negocios y Administración de Empresas en la Escuela Superior de Ciencias Económicas y Comerciales, París, (2010) (École Supérieure des Sciences Économiques et Commerciales - ESSEC). Previamente abogado asociado en la firma Headrick, Rizik, Álvarez y Fernández en Rep. Dominicana y actual Director Legal en la división de banca de inversiones y servicios globales de valores del banco Societe Generale en Francia, encargado del área de servicios financieros a emisores de acciones y obligaciones cotizadas en las bolsas de valores europeas y financiamientos estructurados a fondos de inversiones públicos y privados. Miembro del comité de estudio de emisores de valores del observatorio jurídico de la Asociación Francesa de Profesionales del Mercado de Valores (AFTI por sus siglas en Francés) y miembro de la Asociación Nacional de Juristas de Bancos franceses (ANJB). Instructor y conferencista sobre reglamentación financiera, custodia de valores y servicios post trade, operaciones financieras en los mercados de capitales, financiamientos estructurados internacionales y fondos de inversión.

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