El 3 de abril de 1493 Cristóbal Colón fue recibido por Isabel y Fernando en el Convento de San Jerónimo de la Murtra en Barcelona. Él había llegado a Sevilla el 20 de marzo desde el Caribe y, al enterarse de que los monarcas que le habían financiado el viaje estaban en la ciudad condal, marchó hacia ella para darle cuentas de los resultados de su expedición náutica. Ese primer viaje fue una aventura. El segundo inició un proyecto conquistador y colonizador en toda regla. Desde esa primera expedición, el nefasto almirante llevó taínos en condición de esclavitud a España. Primera señal del genocidio del pueblo aborigen que los castellanos ejecutaron en nuestra isla.

En el convento se encontraba un fraile llamado Ramón Pané que gozaba de la fama de aprender fácilmente lenguas diversas y fue reclutado para el segundo viaje. Será Pané el primer europeo que se fue a vivir con los taínos, aprendió su lengua y dejó un hermoso legado en su obra Relación acerca de las antigüedades de los indios. Es la única voz de los aborígenes en el holocausto gestado por sus explotadores para enriquecerse. Si no hubiese sido por ese fraile jerónimo, casi nada sabríamos de ellos, de su vida social, sus creencias y comprensión del mundo. Fruto de su obra, sabemos que Atabey era Madre de las Aguas. José Juan Arrom explica que el término corresponde al vocativo Atté, con el cual las personas jóvenes se dirigían respetuosamente a las ancianas, y equivale a 'señora' o 'doña', y el sufijo ligado beira 'agua', es decir, Señora o 'Madre de las Aguas.

Ambas cosas son muy hermosas cuando ponderamos la cultura de quienes poblaron el Caribe antes de la llegada de los europeos. Una sociedad donde los jóvenes respetaban a las ancianas y valoraban el agua como fundamento de la vida y el sustento. Pienso en una lectura de Atabey desde Laudato si de Francisco o el documento de la Conferencia Episcopal Latinoamericana reunida en Santo Domingo en 1992 que produjo un documento que impulsaba la evangelización de la cultura y la promoción humana. Personalmente, tuve el privilegio de recibir clases de antropología cultural con el jesuita Jorge Cela y aprendí a analizar y respetar las culturas de todos los pueblos sin dejar de ser crítico con aquellos aspectos que violentan la dignidad de los seres humanos.

El salvajismo de ciertos líderes revela el deterioro de la educación y la falta de empatía cultural

Pero nada de eso ha pasado por la mente del cura, el pastor y los miembros de la sala capitular de Sosúa cuando emprendieron una absurda cruzada para eliminar la estatua de Atabey del fondo marino frente a su ciudad. El salvajismo y la brutalidad de muchos líderes religiosos y políticos de nuestro país devela el deterioro de nuestra educación y la falta de formación cívica, sin olvidar la carencia de empatía con la diversidad de patrones culturales que alberga nuestro pueblo, sobre todo de los más pobres. Estupidez semejante tiene un antecedente cuando el alcalde de El Seibo prohibió el gagá en su demarcación.

Dos décadas después de la llegada de Pané a la isla, la comunidad de los dominicos levantó la voz en defensa de los aborígenes mediante los dos sermones de Montesinos. La lucidez evangélica de estos sacerdotes españoles les hizo ver claro que quienes estaban camino de condenarse eran sus compatriotas por explotar y matar a los taínos, y no los indígenas por tener ideas religiosas diferentes. Todo el quehacer teológico latinoamericano tiene su primera raíz en esos sermones y tanto Francisco como León XIV valoran la herencia que recibimos de ese jerónimo y los dominicos en el nuevo continente.

La tarea de desyerbar mentalidades primitivas es de gran magnitud en nuestra sociedad

La ceguera, sobre todo del cura y el pastor, no les deja ver que Dios los llama a ocuparse de la prostitución infantil en Sosúa, de los jóvenes atrapados en la adicción de drogas, de la persecución y maltrato de nuestros hermanos haitianos en tierra dominicana y no en un cemí bajo el agua, que es símbolo de los taínos que fueron masacrados en esta tierra. A los de la sala capitular ya les dijeron claramente que no tienen potestad para eso, ya que es a Medio Ambiente y Recursos Naturales a quien le corresponde tomar decisiones sobre esos asuntos. Y seguro estoy de que en ese Ministerio hay gente con más criterio que ese grupito de “compañeritos” de las bases de Sosúa que cobran un sueldo mensual que nunca conseguirían en el sector privado.

Cuando uno ve hechos como esos, descubre que estamos más atrasados de lo que pensamos, a pesar de tener edificios y carreteras modernas, servicio de Internet y mucho contacto con sociedades desarrolladas. La tarea de desyerbar mentalidades primitivas es, por lo visto, de gran magnitud en nuestra sociedad. Muchos de los que se dicen cristianos están más cerca de las mentalidades integristas de los ayatolás o los MAGA que del nazareno que predicó y brindó misericordia en Palestina hace dos mil años.

David Álvarez Martín

Filósofo

Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Especialista en filosofía política, ética y filosofía latinoamericana.

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