Como he venido exponiendo en otros artículos, los cambios en la tecnología, en la organización del trabajo y la rápida difusión de las TIC han generado un cambio en la demanda de competencias. Estas nuevas competencias tienen ahora mayor contenido intelectual que manual y, por lo tanto, requieren mejores niveles de educación y formación a los trabajadores.

Los nuevos empleos que se generan en la sociedad de la información y el conocimiento están requiriendo mayores competencias básicas y transversales que se compaginan con más altos logros educativos. Estos cambios han convertido en realidad la idea del aprendizaje a lo largo de la vida en un imperativo en la preparación hacia el trabajo y la vida. La educación permanente ya no solo tiene como objetivo acumular años de logros académicos en las personas que, como se vio, no necesariamente indican buenos indicadores de competencia. El desafío para la educación y la formación radica en generar competencias para la vida, entre las que se incluyen los valores básicos de la ciudadanía y las destrezas para la empleabilidad relativas a trabajar en equipo, adaptarse al cambio, la mentalidad anticipadora, solución de problemas, trabajar con las TIC, etc.

Es una necesidad también mantenerse abierto a las oportunidades de actualización y formación. Al respecto, se podría ensayar el concepto de educabilidad como la capacidad de la persona para acceder y beneficiarse de nuevos conocimientos y capacidades. Ello supone no solamente la voluntad de acceder a oportunidades de formación, sino también la capacidad para lograrlo. Esta capacidad deviene del acervo de competencias básicas disponibles para la persona y que la habilitan para incorporar nuevos conocimientos y habilidades; en suma, nuevas competencias.

Debido a que estos tipos de espacios todavía pueden ser considerados dentro del aprendizaje informal, el desafío está en promover mecanismos de reconocimiento, evaluación y certificación de las competencias desarrolladas

El escenario de la educación tradicionalmente se ha entendido como un espacio colectivo en el que un docente guía el proceso (cuando no lo hace, solo transfiere conocimientos) de adquisición de capacidades de los participantes (alumnos). El papel de alumno (alumni: quien recibe la luz) es, en esta concepción, de carácter pasivo.

El alumno se mantiene a la expectativa, a la espera de los conocimientos que va a recibir, de los que se va a impregnar. En la concepción tradicional se partía de la base de que el alumno era un ser pasivo y el profesor lo “iluminaba”. El programa educativo y el contenido curricular fijados claramente definían los roles del profesor como transmisor de informaciones, no de conocimiento procesado. Esa transmisión ha tenido aliados tan valiosos como la pizarra y el cuaderno de notas. Allí se dejaban consignados los recuerdos de una clase o un ejercicio completo para la repetición y la memorización.

Ciertamente, todavía hay mucho camino por recorrer para modificar ese antiguo paradigma educativo, pero, por lo menos, en el ámbito de la formación, se están atestiguando interesantes innovaciones en la forma de generar competencias. Entre ellas se destaca el uso de las TIC para impartir formación y el cambio en los ambientes de aprendizaje que ello provoca.

Hace un tiempo, un autor europeo, Iván Illich, planteó una educación en un mundo sin escuelas.

Los espacios virtuales de aprendizaje

Día a día se agregan nuevos nombres en la lista de las instituciones educativas y de formación para el trabajo que están implementando espacios para aprender a los que se podría llamar desescolarizados; es decir, que no repiten el paradigma tradicional del aula y el taller de aprendizaje. Las TIC ciertamente apoyan este logro, que se puede resumir en diferentes modalidades, como son los ambientes virtuales de formación, mediante los cuales se orienta el proceso de aprendizaje de usuarios conectados en línea desde diferentes lugares, incluyendo el sitio de trabajo o el hogar. Los participantes acceden a través de una página web a diferentes recursos de aprendizaje, entre los cuales están: simuladores didácticos, robots, proyectos de trabajo, etc. Esta interacción cuenta con la facilitación de un docente que siempre está motivando y generando problemas, así como alerta para generar desafíos y caminos de solución.

Los espacios virtuales de aprendizaje están ganando rápidamente un número creciente de usuarios. Todavía se mantienen amplias discusiones sobre su capacidad real para “enseñar” o desarrollar ciertas competencias asociadas con capacidades manuales; sin embargo, poco a poco, los avances tecnológicos y la nueva forma de aproximarse al conocimiento de las actuales generaciones están derribando mitos que la educación tradicional construyó y mantuvo por mucho tiempo.

El desafío para la educación y la formación radica en generar competencias para la vida, entre las que se incluyen los valores básicos de la ciudadanía y las destrezas para la empleabilidad relativas a trabajar en equipo

Los espacios de aprendizaje individual, conocidos también como ambientes personales de aprendizaje, se caracterizan porque en ellos el individuo se torna en protagonista de su aprendizaje. Ello implica que el participante conoce y establece sus objetivos de aprendizaje, administra el proceso y el acceso a los contenidos de formación y, lo más importante, se comunica con otros pares durante el proceso.

Esta comunicación está mediada por las TIC, y al efecto, son numerosos los espacios disponibles en la web a partir de la idea de comunidades de aprendizaje.

Aprender siendo dueño y protagonista del proceso es ciertamente un desafío que muchos jóvenes encaran hoy día. La creciente accesibilidad a recursos de la web permite que los participantes se incorporen a redes sociales en las que el aprendizaje está teniendo cada vez más peso. Debido a que estos tipos de espacios todavía pueden ser considerados dentro del aprendizaje informal, el desafío está en promover mecanismos de reconocimiento, evaluación y certificación de las competencias desarrolladas, sin importar la forma como fueron desarrolladas.

Francisco Ramirez

Educador

Alcancé el doctorado en ciencias pedagógicas en la Universidad pedagógica Enrique José Varona, La Habana, Cuba; Maestría en administración de la Educación concentración administración, Universidad Autónoma de Santo Domingo-Universidad de Montreal. Maestría internacional en gestión universitaria, Universidad de Alcalá, España, Especialista en educación por competencias, Universidad de Guadalajara, México, Licenciado en educación mención desarrollo agrícola y Rural, UCDEP. Me he especializado en gestión educativa. Experiencias: Exdirector del Instituto Nacional de Formación y Capacitación del Magisterio, INAFOCAM, Director Regional de Educación, Director distrital, Director de escuelas maestro de primaria y secundaria. Profesor del área de educación en la Universidad Autónoma de Santo Domingo Profesor del postgrado en la UASD, PUCMMA, asesoró 241 tesis de maestría, profesor del doctorado que imparte la UASD con la Universidad Enrique José Varona, coordinador del postgrado UASD-SAN JUAN. Actualmente imparto docencia en la Universidad Autónoma de Santo Domingo en la Facultad de Educación.

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