“Fiestas y fiestas, que siga la fiesta hasta que amanezca” (canción popular).

Para la gran mayoría de los dominicanos, las navidades traen buenas vibras: es propicia para ser auténtico, para pasar balance sobre los buenos —y los malos— que están pasando en nuestras vidas. Una época donde se renuevan las memorias, esperanzas y encuentros con los amigos. Un periodo para expresar los mejores valores cristianos de amor al prójimo y solidaridad con los pobres y excluidos.

Sin embargo, la sociedad dominicana se ha transformado y, con ella, ha cambiado la forma en la que la nueva generación celebra las navidades.

Los orígenes de las tradicionales fiestas navideñas son una mezcla compleja y fascinante de teología cristiana tradicional, festividades lúdicas romanas y prácticas seculares modernas de diversas culturas.

Según los historiadores, en el siglo IV, el cristianismo pasó de ser una religión perseguida a ser la oficial del Imperio Romano. Durante ese período, la Iglesia adoptó y cristianizó fechas que ya eran sagradas para los romanos, como fueron las Saturnales, fiestas en honor a Saturno (dios de la agricultura), que se llevaban a cabo del 17 al 23 de diciembre, y la del Sortilegio el 25 de diciembre, que celebraba el nacimiento del sol invencible, marcando el momento en que los días comenzaban a alargarse tras el solsticio de invierno.

A medida que el cristianismo se extendió por el norte de Europa, absorbió otras tradiciones culturales: el árbol navideño es una especie de influencia de los pueblos germanos que –para honrar a su dios– decoraban un roble; el roble fue sustituido por un pino, dando origen a la decoración del árbol de Navidad actual.

Con el auge de las industrias culturales, los nuevos templos y rituales –simbólicos– de las festividades navideñas no son las iglesias y las oraciones, sino las grandes tiendas, los megacentros y las prácticas culturales de consumo masivo.

Pero en la era moderna, el sentido de las festividades navideñas es para recordar, actualizar y celebrar el nacimiento de Jesús de la tradición cristiana. Según los historiadores, la declaración oficial del establecimiento del 25 de diciembre como la fecha de la Natividad fue dispuesta por el papa Julio I, quien, en el año 350, la fijó oficialmente para la Iglesia cristiana, unificando —en el mundo cristiano— las celebraciones del nacimiento de Jesús.

En la sociedad dominicana, las tradicionales fiestas navideñas nos vienen con la colonización y evangelización española en el siglo XV, pero se han estado transformando –permanentemente– a partir de los aportes culturales de las diferentes corrientes migratorias y relaciones con otros países y, actualmente, las fiestas navideñas están recibiendo la influencia –mediación– de la globalización económica, las migraciones, la revolución de las tecnologías de comunicación, las industrias culturales y la configuración de una sociedad dominicana postradicional, desigual, multicultural y de consumo.

De manera que —con toda su carga emocional y simbolismo nostálgico que estos cambios suponen para la generación anterior— voy a sostener que para la nueva generación, el sentido y los significados de las festividades navideñas de hoy se han transformado y secularizado.

Lo primero es advertir cómo el proceso de modernización capitalista ha hecho posible que la tradición se haya diluido en el aire —como bien señaló Marx en el manifiesto—, es decir, que las tradicionales fiestas navideñas han dejado de ser —exclusivamente— una celebración religiosa y se han convertido en una fiesta lúdica de la sociedad de consumo del capitalista global.

Con el auge de las industrias culturales, los nuevos templos y rituales –simbólicos– de las festividades navideñas no son las iglesias y las oraciones, sino las grandes tiendas, los megacentros y las prácticas culturales de consumo masivo.

La sociedad dominicana se ha desarrollado económicamente, pero también se ha estratificado fuertemente: se ha estructurado una diferenciación entre una élite empresarial, una clase media profesional, comercial, con enorme capacidad de consumo y un sector popular de chiriperos, desempleados, pobres y trabajadores no cualificados con poca capacidad de consumo, que celebran las fiestas navideñas de formas diferenciadas.

Cada día es más frecuente que la clase alta y media celebre las festividades navideñas en el extranjero, en las playas de los resorts turísticos, villas y apartamentos con las compañías de los familiares y amigos más cercanos. Mientras los sectores populares las disfrutan en el colmadón y la esquina del barrio, expresando la diversidad y fragmentación social que experimenta la sociedad dominicana.

En términos políticos, la coyuntura navideña es época de solidaridad y hace posible la reactivación de las relaciones y los contactos del Estado, los partidos y los reencuentros de los líderes políticos con los ciudadanos. Muchas familias dominicanas esperan la asistencia del Estado, del Partido o la ayuda de su representante político para poder disfrutar de la cena navideña, fortaleciendo también, en el periodo navideño, la recurrente cultura del clientelismo y el asistencialismo del sistema político dominicano.

En el siglo IV, el cristianismo pasó de ser una religión perseguida a ser la oficial del Imperio Romano. Durante ese período, la Iglesia adoptó y cristianizó fechas que ya eran sagradas para los romanos, como fueron las Saturnales, fiestas en honor a Saturno (dios de la agricultura)

“Llegó, ya llegó Juanita”, por un lado, refleja el trauma social de la fuerte migración que ha afectado a la sociedad y la desinstitucionalización – separación – de las familias dominicanas. Son muchos los que vienen, pero son más los que se quedan, con todas sus consecuencias emocionales y existenciales. Mientras que, por otro lado, la canción popular expresa las bondades y solidaridades de las diásporas con sus familiares más cercanos.

Sin embargo, la gran transformación —secularización— que se ha estado operando en las tradicionales fiestas navideñas tiene que ver con el auge de la cultura popular. Del predominio de los aguinaldos, villancicos, las caravanas religiosas y las misas de las iglesias tradicionales. Para la nueva generación, el sentido significativo de las fiestas navideñas se construye a partir del reencuentro con los amigos, del outfit, el look, las ropas de marcas, las fiestas callejeras (teteos), las bebidas alcohólicas y el predominio de la música popular: bachata, merengue, salsa, dembow y reguetón en los colmadones y barrios populares.

Sin ninguna duda, la sociedad dominicana se ha transformado; la nueva generación ha cambiado su estilo de vida y, con ella, se ha producido una hibridación del sentido religioso-tradicional de las fiestas navideñas, y nos quedan los buenos recuerdos y las nostalgias del pasado y las incertidumbres de cómo serán las fiestas de las navidades en el futuro.

Wilson Castillo

Sociólogo, profesor.

Wilson Castillo es un sociólogo dominicano, investigador y docente universitario, reconocido por sus aportes al estudio de la sociedad dominicana, particularmente en las áreas de teoría social, sociología política, cultural y, su impacto en la juventud dominicana. Es egresado de la Escuela de Sociología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), institución en la que también ha desarrollado una destacada trayectoria como profesor e investigador.

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