Al papa Francisco hay que admirarlo y reconocerle una condición humana y religiosa apegada a la humildad y sinceridad, que sobresale por encima de todos los pontífices anteriores. Su prédica y llamado para que los clérigos vivan en cuidado y revisión de su vida pastoral, para no caer en las tentaciones de este mundo, tan alterado e influenciado por los condicionantes de la indolencia, la riqueza y el lujo, viene calando como un nuevo mensaje de justicia, paz y amor al prójimo.

Él insiste en advertir la contradicción que se le presenta al sacerdote ante los bienes materiales y, por eso, su voz es contundente: "Sin verdadera pobreza no hay vida religiosa. La pobreza es lo que custodia la vida consagrada. Y no solo es una virtud, no: es la custodia. No lo olviden".

Y amplía esa advertencia hacia todos: "Cualquier persona que tenga demasiado apego por las cosas materiales o por el espejo, a quien le gusta el dinero, los banquetes exuberantes, las mansiones suntuosas, los trajes refinados, los autos de lujo, le aconsejaría que se fije qué está pasando en su corazón y rece para que Dios lo libere de estas ataduras".

En esa humildad y sencillez manifiesta deja caer: "El 'faraonismo' es la tentación de sentirse por encima de los demás y de someterlos por vanagloria, de tener la presunción, de dejarse servir en lugar de servir".

Ya Sócrates, desde la antigüedad, se manifestó de manera firme contra el lujo y el afán de riqueza: "Las riquezas no dan la virtud sino que la virtud es la que da a los hombres las riquezas y los demás bienes».

Valorando ese sentimiento dijo: «Las joyas del alma son la templanza, y la justicia, y el valor, y la nobleza, y la verdad; con estos atavíos está preparada para emprender su viaje al mundo de abajo, cuando llegue su tiempo»

Así, Socrates, pidió la misma moderación que hoy está reclamando Bergoglio, tanto a los clérigos como a los feligreses de la iglesia, y a toda la humanidad, cuando expresó: «La moderación es no dejarse excitar por los deseos, sino mostrarse indiferente y mesurados ante ellos».

Analizando frases y conductas de Sócrates y Bergoglio, por qué no pensar también en la actitud del argentino Ernesto Guevara cuando dijo: "Es mejor caminar descalzo que robando zapatillas".

Apuntando que: "Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario”.

En el fondo, por encima de cualquier posición política o creencias religiosas, estos principios deben prevalecer en los seres humanos.