El diccionario de la Real Academia Española define la migración como el desplazamiento geográfico de individuos o grupos, generalmente por causas económicas o sociales. Cuando los individuos salen de un lugar, se les llama emigrantes, y cuando llegan a otro, inmigrantes. La cantidad de unos y otros depende de las circunstancias históricas de cada lugar o país. Esta travesía humana es muy antigua; actualmente, requiere que los Estados cumplan dos responsabilidades fundamentales: proteger a su población y su territorio.

En la República Dominicana, se han recibido oleadas de inmigrantes provenientes de Europa, Puerto Rico y otras islas del Caribe en diferentes épocas. Sin embargo, en las últimas décadas, más dominicanos han emigrado a países como España y Estados Unidos. Afortunadamente, en el extranjero han triunfado dominicanos muy reconocidos, como el diseñador de moda don Oscar de la Renta, los artistas Juan Luis Guerra y Ángela Carrasco, y decenas de famosos peloteros.

Últimamente, la nación dominicana ha sido injustamente calificada como antiinmigrante y racista. Sin embargo, un estudio realizado por el Proyecto Genográfico y la Universidad de Pensilvania, en colaboración con la Universidad UNIBE y la Academia Dominicana de la Historia, publicado en 2016 sobre la composición racial o genética profunda de los dominicanos, demostró que el 49% de la población es de origen africano, el 39% europeo y el 4% taíno, nombre que le daban los pobladores de nuestra isla cuando llegaron los europeos por primera vez, hace más de 500 años.

Igualmente, la ciencia ha demostrado, mediante la descodificación del genoma humano, que no existen razas, sino una sola raza humana y que ninguna es superior a otra. Censos o estudios recientes de la composición social dominicana revelan que el 73% de la población es mulata, el 16% es negra y el 11% es blanca. Es decir, entre los dominicanos predomina el mulato, mestizo o moreno, resultado de la mezcla de negro y blanco, lo que confirma el criterio de que no es racista una sociedad compuesta por individuos con esta linda mezcla de colores en su piel.

Además, el alto porcentaje del presupuesto de salud y educación que destina la nación para atender las necesidades de los vecinos haitianos prueba que no existe una política de Estado discriminatoria. Aunque prejuicios, estereotipos y discriminaciones raciales existen en todos los países. Y en la etapa democrática de la nación  dominicana no se ha documentado un solo crimen por racismo o por extranjería, como el caso de la joven mulata Lucrecia Pérez en España en 1992, mi antigua alumna en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

En tal sentido, con el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, quien en su campaña colocó la inmigración al nivel de la economía, la seguridad y la política exterior, y ya electo proclamó como una de sus prioridades la repatriación de inmigrantes, es posible que se endurezcan las políticas migratorias y se deporten más inmigrantes irregulares a diversos países, incluida la República Dominicana. Por esta razón, es oportuno prepararnos para esta eventualidad, lo que conlleva abordar el tema migratorio con mayor seriedad. Esto implica proteger a los dominicanos en el exterior y, en el país, aplicar la Constitución y la ley de migración y su reglamento con rigor.

Así lo sugiere el reputado sociólogo dominicano Lic. Wilfredo Lozano, director del Instituto Nacional de Migración de la República Dominicana, en su formidable artículo titulado Políticas públicas y realidad migratoria, publicado en  prensa y en las redes, donde plantea que las deportaciones de haitianos irregulares son un componente de la política migratoria, pero que debe incluir otros aspectos como mayores controles de ingreso, permanencia y salida de inmigrantes; fortalecer los organismos, el personal y las herramientas; y documentar a los inmigrantes, entre otros.

Estas acciones podrían contribuir a evitar la ocupación pacífica del territorio dominicano, tal vez la mayor amenaza para nuestra seguridad y soberanía. ¡Que viva nuestra patria libre y soberana!

** Este artículo puede ser escuchado en audio en Spotify en el podcast Diario de una Pandemia por William Galván