A la fecha aún se escucha, se lee: "Semana de la Discapacidad”, “Día de la Discapacidad", o incluso “celebramos la discapacidad”, pero la discapacidad no se celebra. Usar el vocablo celebrar confunde lo esencial con una condición o diagnóstico.
Cada 3 de diciembre se conmemora el Día Internacional y Nacional de las Personas con Discapacidad, una fecha para reflexionar sobre la inclusión, la igualdad de oportunidades y el respeto a los derechos humanos. Una fecha para recordar siglos de exclusión, maltratos y mitos en culturas deshumanizadas. Una fecha para pensar y tener presente a los constructores de los derechos humanos que disfrutamos hoy.
La razón principal de esta confusión se debe a que, durante muchos años, el lenguaje se centró en la condición y no en la persona. Se hablaba de “discapacitados”, minusválidos, "tullíos", "locos" o “inválidos”, reduciendo a las personas a una característica.
Aunque hoy existen marcos internacionales como la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, que promueven un enfoque centrado en la dignidad humana, los hábitos lingüísticos del pasado todavía persisten. Es evidente la resistencia en diversos sectores profesionales, como es el caso de la medicina que mantiene una visión asistencialista con su lenguaje propio, oponiéndose a la cultura de derechos humanos del modelo social contenido en la Convención Internacional.
Cuando decimos “Día de la Discapacidad”, sin darnos cuenta, le damos protagonismo a la condición, no a quienes la viven. Y la discapacidad no es algo que se celebra: lo que se reconoce son los aportes, luchas y derechos de las personas. Ellas son las protagonistas, no la discapacidad.
Por eso, usar correctamente la expresión “personas con discapacidad” no es solo una cuestión de lenguaje: es una forma de respeto. Es reconocer que cada persona tiene una identidad, una historia y capacidades que van mucho más allá de cualquier diagnóstico.
Usar un lenguaje apropiado es indicador de que avanzamos, y cuando hablamos y miramos con respeto, avanzamos hacia una sociedad más justa, accesible e inclusiva.
El lenguaje correcto no es una simple cortesía, sino una responsabilidad ética y un mandato de derechos humanos. Utilizar el término "persona con discapacidad" es reconocer que la barrera no está en la persona, sino en el
entorno y las actitudes que lo rodean. El poder de la palabra es inmenso. Es hora de que pasemos de la intención a la acción firme: incorpore este lenguaje, corríjalo si lo escucha mal y promueva la inclusión desde su propia voz. Su vocabulario es su primera herramienta para construir un mundo accesible para todos.
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