Fui gran admiradora de Jack Veneno, el campeón de la bolita del mundo, el hijo de doña Tatica; tuve la gran dicha de conocerlo personalmente. En la época en que mis hijos estaban pequeños me tocó ver todas las luchas, todos los muñequitos y todas las películas infantiles, ya que al ser madre soltera tenía que ser su compañera en todo.
La lucha libre fue uno de esos programas que tenía la necesidad de ver, era una gran fanática, lo disfrutaba. Cada golpe proporcionado a Jack Veneno por el malvado Relámpago Hernández lo sufría en carne propia, lo único interesante era que la cuadra de los buenos siempre salía vencedora.
Este pasado domingo, cansada de ver televisión, los mismos programas, las mismas películas… antes de apagarla puse los canales de deportes y en el canal que salió estaban practicando lucha libre. En el ring había como diez mujeres; me llamó la atención y me quedé mirando, porque si mal no recuerdo, hace más de cuarenta años no veía programas de esa clase.
Me sorprende la agilidad con que luchan, esa destreza, pero más que la técnica de atacar, la facilidad con que caen y cómo se levantan. Sin un rasguño, sin un hueso roto, ni un solo dolorcito que no sea el poner la cara de circunstancia. Un verdadero show.
Eso hizo que recordara que una vez, y de eso hace muchos años, fui invitada por doña Griselda, esposa de Jack Veneno, a un programa de lucha libre en Color Visión. Es que fui la profesora de sus hijas Gisell y Paola. Yo encantada por tan gran oportunidad. Creo que es el espectáculo más lindo que he visto. Mejor para mí que ver un ballet, un concierto, un circo, etc. porque ese sí que era un verdadero “circo”. Un show divertido.
Recuerdo que estaba en un lugar privilegiado, claro, era una invitada especial. Pero tuve una gran decepción. El ring tenía en su base madera muy flexible. Al otro día fui donde mi querida y gran amiga doña Yuni, que también era fanática de la lucha libre, ya que tenía que acompañar a su nieto Ricki a verla siempre, y le comenté lo decepcionada que estaba con ese descubrimiento a lo que me dijo: “Ah, qué bonito, ¿tú quieres que caigan en una base de cemento para que se maten?”, y así comprendí que verdaderamente era un show. Pero, ¡Qué lindo!
Era de admirar el colorido de las vestimentas, el cuerpo tan bien trabajado de los luchadores y aunque no todos eran tan lindos como Jack Veneno, como quiera se disfrutaba el verlos.
Años más tarde, siendo yo secretaria en una Secretaría de Estado (como eran llamado antes los ministerios), uno de los de seguridad resultó ser un hermano de Jack Veneno que también era luchador. Le pregunté que cómo era posible que se dieran tantos golpes y que todos salían caminando por sus propios pies y sin ninguna lesión. Él me dijo que todos los movimientos eran practicados antes. Que se juntaban las dos cuadras a ensayar las caídas. Ya mi decepción no fue tan grande porque con la primera del ring fue suficiente.
Una de las anécdotas que recuerdo con mucho cariño es que en una oportunidad estábamos Carmencita la psicóloga del colegio y yo conversando con el Sr. Sánchez y doña Griselda. Carmencita se quedó callada por un momento y dijo: “como que yo lo he visto“. Yo le dije: “muchacha ese es Jack Veneno”; ella se sonrojó por su desconocimiento.
Ahora, aquí entre nos, Jack Veneno era buen mozo. Era tierno, dulce al hablar, un gran padre, un gran esposo, cualquiera disfrutaba una conversación con él. También se delectaba al verlo luchar y sufría al ver las cicatrices en su frente y los golpes que recibía de sus adversarios.
Creo que todos los niños que nacieron en la década de los setenta crecieron viendo y disfrutando la lucha libre y admirando a Jack Veneno.
Compartir esta nota