La saturación no es solo el fenómeno químico que indica la máxima concentración de una sustancia; también se alcanza en el hartazgo psicológico, sociopolítico y musical. Es lo excesivo que no aguanta más; el punto de rebose que, en términos metafóricos, produce la acechante náusea de Sartre, el vómito de limpieza y la expulsión intestinal incontenible. En otras palabras: hechos o deshechos que, por exceso, provocan la urgencia de ser descartados.

No conocíamos cifras exactas, pero las presentíamos: el 62% de las plataformas mienten, revela un estudio de Indotel; la ONU reporta que el 62% de los "influencers" no verifica las informaciones que comparten en redes sociales.

Esos porcentajes concretizan sin sorprendernos. Si a esas mentiras y desinformaciones añadimos medias verdades, lucubraciones vacuas y afirmaciones maliciosas, los números subirían como torres citadinas.

Siento el bulo desde hace tiempo, y algo curioso comenzó a sucederme: sintonizo menos “comunicadores”, “podcast”, y no me asomo a las redes. Mi repugnancia precede al conocimiento del 62%; se acumuló a ritmo de acusaciones sin sustento, conclusiones temerarias y el tufillo de retórica pagada. Convencido de la persistencia y abundancia de “bocinas” mercenarias, consolidé mi decepción. Además, aborrezco que me tomen por pendejo.

La saturación de falsedades en redes sociales ha provocado una deserción silenciosa hacia medios más confiables

El resultado del desengaño ha sido refugiarme en periódicos y programas tradicionales; buscar en ellos noticias y articulistas creíbles. Lo hago consciente de que los diarios responden a intereses particulares. Pero, a pesar de esa realidad, resultan más veraces y acertados; en ellos escriben y comentan periodistas de prestigio y respetada trayectoria.

Huyo del ciberespacio. Pienso, de generalizarse esta huida, que pudiéramos iniciar el retorno saludable y esperanzador a fuentes de información menos perversas. Renacería la confianza en reporteros, columnistas y editorialistas profesionales.

Es de lamentar, sin embargo, que en la actualidad —aquí y en el resto del mundo— el periodismo independiente sea “avis rara”; aunque pueda avistarse en ocasiones… Aun así, y aceptadas las “líneas editoriales”, el periodismo clásico se acerca mucho más a la verdad y a la excelencia que esas caricaturas “anime” de las plataformas.

Supongo que la mía no es una actitud aislada, que cientos de miles se encuentran hasta la coronilla de falsos “contenidos”. De ahí que surja la pregunta: ¿Será ese 62% de mentirosos quien redima la comunicación? La saturación de lo malo quizás nos lleve a lo bueno. El giro no es imposible, ni quimérico como parece. Esa deserción puede ocurrir.

Recuerdo algo que tiempo atrás era inconcebible: han retomado el papel y el lápiz las escuelas de los países nórdicos, y limitan el uso de teléfonos inteligentes; esos que embrutecen.   Entonces —históricamente hablando— no es una fantasía deducir que, tarde pero seguro, acabaremos la hegemonía de la falacia y la “postverdad”.  Derrotaremos a esos parlanchines que imponen falsedades.

El periodismo tradicional, pese a sus límites, emerge como refugio frente al ruido digital y la manipulación informativa

De querer aprovechar ese fenómeno, que hoy me arriesgo a predecir —so pena de considerárseme desconocedor de la adicción al disparate de las nuevas generaciones—, queda en manos del periodismo avasallado prepararse para resurgir y ocupar el lugar que van quitándole.

Y no hay mejor manera de hacerlo que solidificando su credibilidad, imparcialidad y defendiendo intereses comunitarios. Es, sencillamente, recobrar la confianza del público y conseguir, al menos, un 20 % en promedio de mentiras.

La frase “el mundo gira y gira” puede corresponder a la canción “El Mundo” del cantante italiano Jimmy Fontana, interpretada en español por grupos como Il Volo, ya que una de sus letras dice: “así y alrededor el mundo gira como siempre gira”. También puede ser una referencia a la canción “Gira (el mundo gira)” de la artista chilena Denise Rosenthal.

Segundo Imbert Brugal

Médico psiquiatra

Psiquiatra, observador socio- político, opinador. Aficionado a las artes y disciplinas intrascendentes de trascendencia intelectual.

Ver más