Con Gaza en el corazón por una paz verdadera
Que me perdone Ortega y Gasset por la apropiación indebida de este título para referirme a hechos que producen una vergüenza ajena a todos los dominicanos.
En sentido general, todos nos creemos dueños de nuestra razón; son inocentes, son culpables; es una versión de la realidad vivida desde nuestro YO. Pero existe otra terminología más profunda aún, y es el inconsciente colectivo.
Muchas veces no sabes, repetimos el coro, los discursos de indignación son iguales casi todos con matices, nos llenamos de gritos; un discurso con énfasis tiene que ser gritado. Las descalificaciones todas son parecidas; ya no nos quedan adjetivos descalificativos.
Nos convertimos en fiscales y jueces de hechos de forma totalmente empírica.
Esto es la apropiación del Estado por un cargo público. Ellos, los culpables o presuntos culpables, los usurpadores de los fondos públicos, en su más profunda conciencia, estas personas consideran que es suyo y que son merecedores de todo ello
La historia reciente y remota de nuestro país es la repetición de hechos muy similares y que pensamos todos que peor no puede suceder, y ¿qué pasa? ¿Qué sucede de nuevo?
El vacío ideológico que nos acompaña es parte y causa de ello. Y el fondo de todos estos hechos que se repiten y repiten de forma cíclica, vuelven el mismo escenario, los mismos perfiles, la misma mezquindad, y es que nadie se da por aludido, nadie tiene, en el marco de tanto ruido, hacer una verdadera autocrítica de fondo y forma.
Y este es el inconsciente colectivo. Las institucionalizaciones de las funditas que eran rojas, por supuesto, no podrían tener otro color. Fue el nefasto Joaquín Balaguer, figura blanqueada y santificada por expertos.
Pero esto nos marcó profundamente. El país del “Dao”, todo es así: “Deme algo”, “Dame lo mío”, y así de forma subliminal funciona todo y al final es sálvese quien pueda y como pueda.
Esto es la apropiación del Estado por un cargo público. Ellos, los culpables o presuntos culpables, los usurpadores de los fondos públicos, en su más profunda conciencia, estas personas consideran que es suyo y que son merecedores de todo ello, y por supuesto tienen que aprovechar la coyuntura; se consideran inocentes y buenas personas, son víctimas, no son para nada culpables. Una lógica muy despreciable y a la vez perversa, profundamente perversa.
La apropiación de lo público como propiedad privada, la gestión de lo colectivo como forma de enriquecimiento, es un acto tan grave, extremadamente grave.
Pero con la lógica de: es mío, no es nuestro. Así de simple, no sienten que cometen un delito de estas características. Espero que el despertar social y reivindicativo se articule en algo más que ruido.
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