El mundo está liderado en este momento por gobernantes que han dejado a un lado la decencia, la sensibilidad, la intención democrática, y que han ofrecido más poder a la capacidad destructiva, a quienes no creen ni auspician el diálogo, ni piensan -¿cómo van a hacer algo así?- en la protección de los más débiles ni en la preservación de los valores que nos acreditan como seres humanos, pensantes, sensibles y colaboradores entre sí, para una mejor convivencia.
De una barbaridad saltamos a la otra, dejando en el desamparo a millones de personas, que pierden la vida diariamente, ante la mirada del mundo, que tampoco se conduele, ni exige ni detiene a este liderazgo proclive a la barbarie.
Luego de la pandemia de Covid, cuando los países poderosos se apoderaron de la capacidad y experiencia de las investigaciones biomédicas y farmacéuticas, para fabricar vacunas. Se vio el refajo del nuevo liderazgo inhumano, preservando vacunas, alimentos, investigaciones y mecanismos de autoprotección para los suyos, sin permitir que los menos favorecidos adquirieran las fórmulas de defensa. República Dominicana adquirió vacunas chinas, ante la negativa del imperio que ha sido y dice seguir siendo nuestro aliado, que nos negó el acceso a las vacunas de las empresas norteamericanas, por las cuales el pueblo dominicano había pagado por adelantado.
La invasión rusa contra Ucrania ha sido una tragedia que ha afectado a los ucranianos, pues miles han muerto y su país ha sido despojado de territorios y destruida su capacidad productiva, pero el mundo también ha sido seriamente dañado. Las cargas aumentaron sus costos, los alimentos agrícolas encarecieron, la tensión mundial redujo el turismo, se establecieron sanciones de todo tipo contra Rusia, y finalmente esa guerra sigue destruyendo ciudades y miles de vidas. Y no hay capacidad de detener una guerra desatada por un liderazgo irresponsable. Estados Unidos ofreció apoyo a Ucrania y mantuvo la resistencia con armas y asesoría, pero ahora le exige pagos con tierras raras y desea expoliar a ese país, que aún no sale de la tragedia de la guerra que no concluye. La actual administración de EEUU mantiene una retórica contra el gobierno de Rusia, pero en los hechos lo trata como el mejor de sus aliados.
Mientras mueren ucranianos y rusos, y mercenarios de Corea del Norte y otras naciones, Israel desata un infierno de guerra contra Gaza, justificándose por los ataques de la organización Hamás, el 7 de octubre de 2024. En una guerra desproporcionada, Israel parece decidido a exterminar al pueblo palestino en territorios gobernados por Hamás y más allá. Además arrasar con viviendas, escuelas y hospitales, casi llegan a 60 mil los palestinos asesinados en Gaza. Es una exterminación la que desea el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, un hombre al que le fascina la violencia, especialmente contra los más débiles. Ese mismo gobernante, alegando la supervivencia de Israel, ahora desata una guerra contra Irán, asesinando a una parte del liderazgo militar de ese país, gobernado por fundamentalistas, pero que igualmente tiene derecho a la autodeterminación. Quien inició esta nueva guerra es Israel, y cuenta para ello con el apoyo de Estados Unidos y de la Unión Europea, en una especie de trabajo sucio en la política internacional que no concluirá con la derrota militar del fundamentalismo iraní, porque hay otras perspectivas e interpretaciones, que harán mucho más peligroso el mundo en que vivimos. En medio de esta guerra están los civiles de ambos países, pagando las consecuencias de la irresponsabilidad de sus líderes.
De paso, Estados Unidos para inclinarse a participar directamente en la guerra de Israel contra Irán, para eliminar el liderazgo religioso del país musulmán e intentar establecer un gobierno que no represente resistencia a los planes expansionistas y de exterminios de Israel.
También se han anulado muchas instituciones, y se las ha maniatado, como la Corte Penal Internacional, se ha anulado al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y a la propia organización de las Naciones Unidas para mediar y buscar acuerdos negociaciones que pongan fin a los conflictos bélicos, entre países.
Estos conflictos han afectado seriamente a cientos de miles de ciudadanos de los Estados Unidos y de otros países del mundo, porque el gobierno norteamericano ha establecido limitaciones y atacado fuertemente a las universidades de su país por supuestamente promover una posición ideológica de izquierda y de apoyo a las autoridades de Palestina o por cual expresión de rechazo al gobierno de Israel y sus guerras de exterminio.
Se ha demostrado que grupos de países ricos, como el G7, recientemente reunido en Canadá, perdieron su capacidad de incidir, porque el gobierno norteamericano lo desprecia, lo desacredita y prefiere su disolución. Un imperio, como Estados Unidos, ha dispuesto cambiar el nombre que por 400 años llevó el Golfo de México, para establecer que es el Golfo de América (léase Estados Unidos), ha dicho que se quiere anexar Groenlandia y que desea anexarse a Canadá y retomar el Canal de Panamá. Quiere bloquear a como dé lugar la presencia e influencia de China, como potencia comercial emergente.
Es un mundo seriamente afectado, desquiciado e irrespetado por el nuevo liderazgo intolerante y guerrerista, que nos intenta devolver a la edad de piedra, y a la lucha entre sapiens y y neandertales.
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