En cada tormenta, en cada huracán, en cada situación de incertidumbre a causa de un evento de la naturaleza, hay hombres y mujeres que se entregan al servicio a los demás, sin descanso ni horario.
Nos referimos a los servidores públicos de la Defensa Civil (con sus empleados y voluntarios), el Cuerpo de Bomberos, el Centro de Operaciones de Emergencias (COE), la Cruz Roja Dominicana, las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional, los voluntarios comunitarios y tantas otras personas de buen corazón que, sin buscar protagonismo, entregan cuerpo y alma para proteger la vida y la seguridad del prójimo.
Se trata de mujeres y hombres que con verdadera vocación de servicio, con sentido de responsabilidad y entrega a sus semejantes. Son los que se enfrentan a los vientos, cruzan ríos crecidos, asisten a las familias en situación de riesgo, llevan pan y abrigo a quienes los necesitan.
Sirven sin horarios, sin poner condiciones y, muchas veces, sin los recursos ideales, solo movidos por una vocación que define lo mejor del espíritu dominicano.
La labor de estos héroes anónimos no termina cuando cesa la lluvia. Continúan en los refugios, en la limpieza de escombros, en la distribución de alimentos, en el restablecimiento de la normalidad. Son el rostro humano del Estado, el puente entre la institucionalidad y la esperanza.
Nuestro reconocimiento y aplauso a todos los que forman parte del sistema nacional de prevención, respuesta y atención a emergencias, y sobre todo a los que sirven de manera voluntaria, que no obtienen un salario ni otra recompensa material.
A ellos, que sacrifican tiempo con sus familias para cuidar la de otros; a quienes convierten su trabajo en misión; a quienes, con humildad y coraje, demuestran que servir también es la más auténtica forma de amar a la patria.
Les agradecemos y su entrega nos inspira y nos recuerda que, frente a la adversidad, somos un solo pueblo, un solo corazón.
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