El Banco Central de la República Dominicana acaba de informar que las remesas familiares enviadas por los dominicanos que viven en el exterior alcanzaron US$ 8,912.8 millones entre enero y septiembre de 2025, un aumento de 11.4 % respecto al mismo período del año anterior. Se proyecta que, de nuevo, este año los aportes en divisas de los dominicanos residentes en otros países sumarán o superarán los 10 mil millones de dólares.

Se trata de un aporte económico vital que no genera costos internos, pero que sostiene a miles de familias, dinamiza el consumo y contribuye al equilibrio de la balanza de pagos.

Esta cifra, más que un simple dato macroeconómico, refleja el compromiso inquebrantable de quienes, desde Estados Unidos, Puerto Rico, España, Italia, Chile, Argentina y otros destinos, mantienen vivo su vínculo con su pueblo.

Las remesas financian educación, salud, vivienda y pequeños emprendimientos.

Debemos pensar si desde el Estado y la sociedad en su conjunto se ha dado un trato justo a esos compatriotas que trabajan duro en el exterior para forjarse un mejor futuro, pero que no olvidan a los suyos y que siempre sueñan con regresar a su tierra para contribuir a engrandecerla.

Quizás se podría crear un programa de incentivos fiscales y legales que haga atractivo para los dominicanos en el exterior invertir en sus comunidades de origen.

Creemos también que se puede dar a esos compatriotas un trato especial a la hora de transportar bienes y regalos durante diciembre, un gesto simbólico pero significativo para quienes desean compartir con sus familias.

Y, sobre todo, delinear una política consular que sirva a los dominicanos en asesoría jurídica y financiera, especialmente en temas de herencias, propiedad y repatriación de capitales.

Y algo más: Debemos avanzar hacia una verdadera participación, que permita a la diáspora más que votar en las elecciones; que se les escuche y atienda. Porque el dominicana de "allá" no ha dejado de ser de "aquí".