El 2025 cierra con una certeza ineludible: la tecnología dejó de ser un accesorio del sistema financiero y se convirtió en su nuevo punto de apoyo. La inteligencia artificial (IA), la tokenización y la automatización ya no son promesas o pilotos aislados, sino herramientas que están redefiniendo cómo se evalúa el riesgo, cómo se mueven los pagos y cómo se estructuran los servicios financieros.
Sin embargo, lo más relevante no es lo que ya ocurrió, sino lo que está a punto de acelerarse en 2026. Será un año decisivo para bancos, reguladores, fintechs y consumidores. Y la República Dominicana tiene, quizá por primera vez, la oportunidad concreta de avanzar hacia una infraestructura financiera moderna, interoperable, inteligente y competitiva.
A continuación, tres lecciones esenciales de 2025 que marcarán el rumbo del sistema financiero en 2026 —y el papel clave que jugará el nuevo Sistema de Gestión de Pagos Instantáneos (SGPI).
La IA pasó de experimento a columna vertebral; en 2026 será inevitable
En 2025 muchas instituciones dejaron de “probar” la IA para comenzar a integrarla en la estructura misma de sus operaciones. Hoy la tecnología impulsa la evaluación crediticia con una precisión mayor que la de los modelos tradicionales, detecta fraude prácticamente en tiempo real, automatiza procesos regulatorios que antes requerían semanas, mejora significativamente la atención al cliente y reduce costos operativos que durante décadas se consideraban inevitables.
La gran diferencia con años anteriores es que estas soluciones ya no viven en sandboxes o laboratorios de innovación. Están migrando al core bancario.
Pero esta evolución ha puesto en evidencia varios retos urgentes. Muchas instituciones todavía carecen de una gobernanza sólida de datos, trabajan con modelos algorítmicos que no explican con claridad cómo llegan a sus conclusiones, muestran una creciente escasez de talento capaz de traducir problemas financieros en soluciones basadas en IA y enfrentan riesgos de ciberseguridad que crecen al mismo ritmo que la automatización.
Por eso, 2026 será el año en que el sector deberá cerrar estas brechas si realmente quiere competir en un mercado cada vez más automatizado y basado en datos.
La tokenización deja de ser teoría; en 2026 se integra a la infraestructura del dinero
En paralelo, 2025 fue el año en que la tokenización dejó de ser un concepto futurista y comenzó a integrarse en proyectos concretos dentro de las principales economías del mundo. Depósitos tokenizados, stablecoins reguladas y activos digitales programables pasaron a ocupar un espacio serio en los planes de bancos centrales, instituciones financieras y grandes redes de pago.
Este avance no es casualidad. La tokenización promete un sistema financiero más rápido, más eficiente y más transparente. Puede transformar los pagos internacionales al reducir tiempos y costos, hacer que los mercados sean más líquidos y trazables, y permitir que los servicios financieros tradicionales se integren de manera fluida con plataformas globales. En América Latina —y de forma particular en la República Dominicana, donde las remesas y los costos de transferencia tienen un peso significativo— esta tecnología podría traer beneficios inmediatos si se implementa correctamente.
Todo indica que en 2026 veremos cómo la tokenización pasa de ser una tendencia emergente a convertirse en una herramienta concreta para diseñar productos y servicios financieros de nueva generación.
La regulación ya no persigue la innovación; en 2026 marcará el ritmo
Otra lección clave que deja 2025 es el giro en la actitud de los reguladores. Después de años intentando ponerse al día, comenzaron a adelantarse a los cambios tecnológicos. Vimos avances en marcos para IA responsable, ciberseguridad financiera, protección de datos, pagos digitales avanzados y gobernanza de modelos algorítmicos.
En 2026, este movimiento se hará todavía más evidente. Varios países competirán abiertamente para atraer innovación a través de regulaciones más claras, modernas y pragmáticas. En este nuevo escenario, la República Dominicana tendrá la oportunidad —y también la obligación— de modernizar sus marcos regulatorios si quiere mantener un ecosistema financiero saludable y competitivo.
Y en la República Dominicana: el SGPI como catalizador silencioso
Dentro de este panorama global, la República Dominicana comenzará 2026 con una ventaja estructural importante: el nuevo Sistema de Gestión de Pagos Instantáneos (SGPI) del Banco Central. Aunque ya analicé previamente su diseño y beneficios, hoy el ángulo es distinto. SGPI se convertirá en la plataforma que permitirá que muchas de estas innovaciones tecnológicas dejen de ser aspiraciones y se vuelvan realidad.
Con el SGPI, los pagos se acreditarán en segundos, estarán disponibles de forma continua, incluso fuera de horario bancario, y podrán fluir sin fricciones entre bancos, billeteras y plataformas fintech. Esto reducirá costos y tiempos para consumidores y empresas, pero lo más importante es que creará la infraestructura necesaria para integrar servicios más avanzados: desde pagos programables hasta productos basados en IA que automaticen tareas financieras cotidianas.
En otras palabras, lo que en 2025 era una modernización operativa, en 2026 se convertirá en un habilitador de innovación.
Conclusión: 2026 exigirá decisiones estratégicas, no entusiasmo tecnológico
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