La semana pasada, durante las reuniones de la Asamblea General de la ONU, la jefa de clima advirtió que si bien la inteligencia artificial (IA) tiene un enorme potencial para asistir en la lucha contra el cambio climático, también supone un riesgo creciente por su elevado consumo energético. Esta declaración provocó múltiples reacciones: algunos celebraron la llamada de atención hacia los impactos ocultos de la IA, mientras que otros advirtieron que enfatizar su consumo podría frenar innovaciones necesarias.

Imagen creada por IA.

Reacciones clave a la advertencia climática

Varios actores respondieron con rapidez. Desde organizaciones ambientales, se aplaudió la urgencia de tomar en cuenta la “costumbre oculta” de la IA: su apetito por electricidad. En medios de tecnología se debatió hasta qué punto estas advertencias podrían desalentar la innovación. Algunos gobiernos apoyaron la idea de exigir que grandes plataformas informen su consumo energético y funcionen con electricidad renovable. En el mundo corporativo, hubo gestos simbólicos: compromisos públicos para usar 100% energía limpia para 2030, revisión de contratos de compra de energía y exploraciones de nuevas fuentes.

Por ejemplo, el secretario general de la ONU António Guterres ha instado a que los centros de datos de la industria tecnológica operen con electricidad renovable en su totalidad para 2030. Por su parte, Simon Stiell, jefe de clima de la UNFCCC, destacó que la IA bien utilizada puede optimizar redes eléctricas, gestionar microrredes y mapear riesgos climáticos, pero debe integrarse con políticas de transición energética.

¿Qué soluciones se están explorando para alimentar la IA sin hipotecar el clima?

Ante el desafío energético que impone la expansión de la IA, surgen ideas innovadoras para abastecer los centros de datos de forma confiable y ecológica. Una de las más prometedoras es el uso de reactores modulares pequeños (SMR, por sus siglas en inglés), que ofrecen generación constante, escalable y con bajas emisiones de carbono.

En Estados Unidos, gigantes tecnológicos como Google han firmado asociaciones con empresas como Kairos Power para desplegar hasta siete SMR que generen cientos de megavatios para alimentar operaciones futuristas. Estas unidades modulares se pueden construir en fábrica, transportar al sitio, instalar y complementar la generación renovable. La ventaja clave es que no dependen del clima (sol o viento), por lo que ofrecen una fuente de energía estable que puede funcionar las 24 horas del día.

Otras opciones emergentes incluyen el hidrógeno verde como respaldo energético o el aprovechamiento de fuentes geotérmicas avanzadas como complemento a la energía solar y eólica. En paralelo, la IA misma puede contribuir a diseñar esos reactores y optimizar su operación, generando un ciclo virtuoso entre tecnología energética y computación.

El impacto en América Latina y en la República Dominicana

En América Latina, el debate sobre la IA y la energía todavía es incipiente, pero las consecuencias son evidentes. La región enfrenta un dilema: por un lado, quiere atraer inversiones tecnológicas que prometen empleo y modernización; por otro, su infraestructura energética aún depende en gran medida de combustibles fósiles y de sistemas eléctricos frágiles. Países como Chile y Brasil avanzan en energías renovables a gran escala, lo que los coloca en una posición ventajosa para recibir centros de datos “verdes”. Sin embargo, naciones caribeñas como la República Dominicana corren el riesgo de quedar rezagadas si no integran desde ahora políticas que vinculen digitalización con transición energética.

En el caso dominicano, la oportunidad es doble. La isla posee un gran potencial solar y eólico que, con la regulación adecuada, podría alimentar futuros polos tecnológicos. Pero si el país se limita a recibir inversiones sin condiciones, corre el peligro de encarecer aún más su factura energética y aumentar la dependencia de importaciones de combustibles. La clave estará en exigir a las grandes tecnológicas compromisos claros de sostenibilidad y en vincular la estrategia digital con la política energética nacional.

Conclusión

La inteligencia artificial representa tanto una promesa como una advertencia. Puede convertirse en un motor de desarrollo, siempre que su expansión no se traduzca en un peso adicional para el clima ni en una carga financiera para los países en vías de desarrollo. Para América Latina, y en particular para la República Dominicana, el reto es estratégico: aprovechar la ola tecnológica sin hipotecar el futuro energético. En este equilibrio delicado se juega no solo la competitividad económica, sino también la resiliencia climática y la justicia social de las próximas décadas.

Armand Toonen

Director Ejecutivo del Holland House Caribbean. Consejero Independiente

Armand Toonen, PDEng MSc CPIM MBA, es actualmente Director Ejecutivo del Holland House Caribbean, Consejero Independiente e inversionista. Armand tiene treinta años de experiencia en multinacionales de clase mundial que operan en servicios financieros, telecomunicaciones y alta tecnología en Europa, América y Asia. En la Republica Dominicana trabajo como Vicepresidente en Orange, AGL, Banco Santa Cruz y Altice. Historial comprobado como CEO, CCO, CMO, COO, CSO y consultor. Experiencia en “growth hacking” mediante redefinición de estrategias, transformación (digital), fusiones y adquisiciones y creación de equipos de alto rendimiento. Armand tiene un doctorado y varias maestrías en administración de empresas, ingeniería industrial y logística. Se preparó entre otros en Harvard Business School y Hemingway para el rol de consejero. Ex miembro del Programa de Liderazgo Global de Vodafone.

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