El Jardín Botánico Nacional no se toca. Es mucho más que un parque: es un culto a la salud, al bienestar, a la vida. Los templos no se mutilan. Nadie en su sano juicio imaginaría recortar 200 metros de la Catedral Primada de América. Tampoco en Nueva York, pese al caos del tráfico, se ha propuesto jamás reducir el Central Park.

El ministro de Medio Ambiente asegura que el impacto sería “menos del 0.1%”. Pero no se trata de porcentajes. Cortar 200 metros de bosque no equivale a recortar 200 metros de calle. Lo que está en riesgo no es una cifra, sino un ecosistema vivo: un santuario para la biodiversidad y un refugio cotidiano para miles de ciudadanos.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda entre 10 y 12 metros cuadrados de área verde por habitante. En Santo Domingo apenas alcanzamos un 6%. No estamos hablando de una simple deficiencia urbanística; se trata de una amenaza directa al bienestar de la población.

Está comprobado que el contacto con la naturaleza reduce el estrés, la ansiedad y la depresión. En un país donde el 25 % de la población enfrenta estas afecciones, eliminar espacios verdes es un error sanitario de gran escala. Pero más allá del impacto emocional, está el golpe físico: con un 34 % de adultos obesos y un 12 % diabéticos, el Jardín Botánico es una herramienta clave de prevención. Caminar por sus senderos puede reducir hasta en un 40 % el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2. ¿Por qué debilitar una solución tan simple, efectiva y gratuita?

El daño va más allá de lo visible. Los árboles del Jardín Botánico no solo dan sombra y belleza: filtran contaminantes, generan oxígeno y regulan la temperatura urbana. En una ciudad donde la contaminación del aire causa más de 7,400 muertes al año —muchas más que los accidentes de tránsito—, cada árbol cuenta. Hablamos de vidas humanas: 1,200 muertes por cáncer de pulmón, 1,800 por EPOC y 3,500 por neumonías, principal causa de muerte infantil.

Este no es un proyecto aislado. Es un precedente peligroso. Hoy son “solo” 200 metros. Mañana será otra franja. Nos condenamos a una ciudad sin árboles, sin alivio, sin alma. Y lo más alarmante: lo que se destruye hoy no se recuperará mañana.

El Jardín Botánico es sagrado. Mutilarlo sería atentar contra nuestro derecho colectivo a respirar. Decir que “solo será el 0.1%” es una trampa discursiva. Esos 200 metros representan medio siglo de vida, sombra, biodiversidad y equilibrio. Son árboles centenarios, hábitats de aves, insectos polinizadores, y una barrera natural contra el ruido y la contaminación.

Todo eso se perdería en nombre de un “progreso” que, en realidad, nos asfixia.

Lilliam Fondeur

Médica

Obstetrician / Gineco-Obstetra/ Experta en Infertilidad / Conferencista / Educadora Sexual /Derechos de las Mujeres. Especializada en la ginecología con énfasis defensa de los derechos de las mujeres. En 1999, obtuve mi especialidad de Gineco-Obstetra. Estudié Mujeres y Salud en la Universidad Complutense de Madrid 2014. Los medios de comunicación se han convertido en la tribuna por excelencia para la difusión de mi mensaje hacia la promoción de los derechos de las mujeres, dentro de ellos los derechos reproductivos y sexuales. Publico la columna “Mujeres y Salud” en el periódico El Nacional, y en adición, más de diez periódicos digitales nacionales e internacionales difunden mis artículos.Participo en el programa radial “Sólo para mujeres”, y en la Cadena de Noticias “SIN” con la sección “La Consulta “. Autora del Libro “Las Hijas de Nadie” y de más de 10 publicaciones médicas. He sido directora de la Dirección Materno Infantil y Adolescentes del Ministerio de Salud 2014-2016.

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